lunes, 1 de abril de 2013

Péndulo histórico

La historia política del país - más precisamente del siglo XX -, reconoce una oscilación permanente entre dos ideas bien definidas. La primera, llamémosla clásica, propone transitar un modelo practicado en el "centro del mundo", sustentado en dos conceptos básicos: democracia y libertad, imágenes seductoras sobre las que trepa la ambición de quienes las defienden a ultranza para afianzar posiciones de poder propias. La bendita democracia en teoría incluye a todos, pero de distinta modo, diversidad en la que predominan minorías que al amparo de la libertad ostentada, afirman y extienden el dominio sobre el resto, un mecanismo perfecto en el que cualquier intento de subvertir el orden será, desde luego, subversión.
El modelo alternativo, pretendidamente igualador, acude a imaginarios colectivos que incluirían a esa mayoría postergada que ha comprado la versión de la democracia liberal, avanzando sobre las minorías privilegiadas. La airada reacción de éstas ante el avance, cacareos nerviosos que recuerdan el rumor del gallinero ante la presencia de un zorro, intenta explicar el apoyo mayoritario que obtienen estos modelos, validado en cifras electorales, mediante un encandilamiento colectivo equivalente a la oferta de salvación mágica que proponen las grandes religiones. 
Si alguien sospecha que algo parecido está sucediendo en lo que va del siglo actual, excluyendo la debacle del 2001 con la secuela del bienio inmediato siguiente, está errada. No está sucediendo algo parecido, está sucediendo exactamente eso. Así las cosas, nadie sensato podrá objetar el avance sobre el privilegio de pocos, vaya entonces un aplauso por la gesta. Distinto es caer en el encandilamiento - tal como propone el cacareo -, creer a rajatablas la idea de un paraíso terrenal, y confiar que esa desarticulación de los grandes centro de poder se derramará como un líquido bendito sobre la mayoría crédula. Esta actitud ingenua que antes comprara la idea de democracia y libertad, también ofrece la tarjeta de la fe para adquirir la idea de un colectivo igualitario, en donde todos bailen sin distinción como en un carnaval sin máscaras. Malas noticias para la mayoría; la historia también muestra que quienes invocan esos colectivos también auspician cierto arrebañamiento que borra al individuo, junto con las diferencias de clases, arrojándolo a la horda primitiva. Corolario: desarticulemos privilegios, pero también despertemos conciencias para no convertir el cambio en una idolatría con sentido inverso.

3 comentarios:

  1. Hola me llamo Juliano Ortiz y te envío la reseña que publiqué en la revista Alrededores sobre El ángel de los barrios. Un saludo grande y felicitaciones!

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  2. Acá va el link

    http://www.alrededoresweb.com.ar/2013/04/el-angel-de-los-barrios-de-buenos-aires.html

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  3. En la misma nota de Alrededores te envío un comentario con el agradecimiento por tu crítica. Siempre es un aliciente saber que la prédica en favor de la verdad es recogida por espíritus sensibles que tienen idéntico propósito.
    Saludos cordiales.

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