"Después de una año bajo la tierra" nuestro blog continuará cantando al sol buscando la verdad escondida, en este nuevo tramo tratando de no malgastar energías en lo evidente. A esta altura, poco aporta criticar al monigote de turno. La gente no sumergida en el inframundo periodístico tiene claro qué esta sucediendo y quién es quién en esta pesada realidad que atravesamos. Insistir con la crítica directa al personaje es girar junto a la noria, es decir, obcecarse con el síntoma en lugar de descubrir la causa de la enfermedad. Al fin de cuentas, si acaso la estafa de la cripto moneda acabara con el rey desnudo, la princesa que rige el Senado espera turno en el banco de suplentes. Peor el remedio que la enfermedad.
En el último blog señalábamos la fragilidad del sistema democrático (al menos en nuestro país), incapaz de oponerse a su atropello. Desde siempre nos hemos llenado la boca con la idea de que la democracia es el gobierno del, por y para el pueblo, cuya base es el sistema representativo, la división de poderes y la fuerza de sus instituciones para evitar abusos. Malas noticias, nada de eso sucede, habida cuenta de que la amada democracia es incapaz de oponerse al engaño, la mentira y los decretos. Los dos primeros no son punibles en nuestro andamiaje judicial y tercero es legal, el mismo sistema lo ha promovido, quizás como una ventana para poder filtrarlo.
Así las cosas, el Poder (la mayúscula obedece a que, desde siempre, acaba imponiéndose a las mejorías pasajeras del paciente) cada tanto descomprime la situación permitiendo alguno que otro tramo de oxígeno político para reverdecer la ilusión del "pueblo soberano". Y en cuanto la perdiz levanta vuelo viene la perdigonada que auspicia la humillante frase: "Te la creiste".
No faltará tampoco la vacuna contra la verdad, adjudicando perfil antidemocrático a nuestra prédica, o la resignada reflexión: "¿Y si no es democracia qué, entonces?" Habrá que pensarlo, una práctica que el poder jamás alienta. Qué es pensar y cómo se hace, se responde pensando. Si para algunos la oferta remite al perro mordiéndose la cola, recordemos que los perros no piensan. Aunque es cierto que el Poder trata a los ciudadanos como animales.
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