sábado, 24 de febrero de 2018

La diatriba de la hinchada al Presidente

No parece justa la diatriba que el sector disconforme del pueblo le obsequia al Presidente de los argentinos cada vez que puede, no solamente en cada partido de fútbol sino también en cuanto lugar se reúna un número suficientes de disconformes, por caso el subte D, el mismo que cada mañana transporta a los habitantes del norte porteño, tan caro al partido gobernante. El cada vez más célebre "Mauricio Macri la p...", remite a los groseros insultos que cada parcialidad futbolera profiere a los árbitros de fútbol cuando no comparten alguna decisión relativa al referato, por ejemplo un penal en contra. Claro que la verdadera razón de esa crítica sólo puede sustentarse en la idolatría (irracional desde luego como cualquier idolatría, sentimiento que jamás ancla en el hemisferio adecuado del cerebro humano). Vaya uno a explicarle a un boquense que ese penal sancionado a favor de River en los 45' del segundo tiempo, cuando Boca ganaba 1 a 0, era realmente penal. Lo adecuado frente a este exceso debería ser ignorar el insulto proferido al Presidente por esas multitudes irreflexivas que adquieren comportamiento de horda cuando son arrastradas por la irracionalidad, fundando tal desprecio en el peso irrelevante que tiene el pensamiento de las mayorías, no olvidemos que "mucho" no necesariamente es igual a "bueno", sobre todo teniendo en cuenta el resultado de las últimas elecciones. Sin embargo lo mucho tampoco debería despreciarse, al fin y al cabo es relativo a la democracia con lo cual uno debería cerrar la boca y tolerar la "muchidad" con estoicismo, no obstante la conocida opinión del siempre citable Borges: "La democracia es una exageración de las estadística". Pero más allá de estas reflexiones previas, cualquiera fuera la lateralidad que asumamos ante la brecha ideológica que alcanza a todos los argentinos, lo que no puede negarse es que el nunca justamente valorado Mauricio Macri viene haciendo denodados esfuerzos para poner en cada sitio justo lo que él cree justo para cada sitio. Evidentemente la justeza de los sitios también divide a los argentinos, pero lo cierto es que hasta de mal gusto resulta, creer que la madre del presidente haya sido meretriz por la mera simpleza de que su hijo haya beneficiado a unos pocos en detrimento de muchos, hecho que confirma que la democracia es, sin duda, una exageración de las estadísticas. Tan cierto es que la diatriba popular hacia el Presidente resulta exactamente igual a la que la hichada de fútbol le obsequia a los árbitros cada domingo, que incluso hasta podrían confundirse ambas si no fuera por la única diferencia que las distingue: los árbitros de fútbol no la merecen.