martes, 28 de junio de 2016

Modelo islandés

La frustración por la reciente final de fútbol perdida ante Chile (3° consecutiva), resulta una oportuna invitación a reflexionar sobre éxitos y fracasos, tan caros a un pueblo maniqueísta como el nuestro, siempre alerta y dispuesto a la idolatrización de los ganadores y a la demonización de la derrota. Cierto es que una justa deportiva corresponde valorarse por el resultado, pero no lo es menos, que dicho resultado no depende sólo de cuestiones técnico-deportivas sino también de múltiples variables que constituyen el universo propio de cada competencia (la historia, el momento deportivo, el entorno social, la expectativa general, el rigor periodístico, etc.). Digamos de paso que el peso de la responsabilidad respecto del resultado esperado siempre juega en contra del mismo, al fin y al cabo los actores deportivos son seres humanos comunes, víctimas de pasiones y mecanismos emocionales, aunque muchos se empeñen en disimularlo. El endiosamiento del equipo argentino que precedió a la final, por parte de casi todo el periodismo, mucho tuvo que ver en el traspié, ya que, entre otras cosas, se minimizó las posibilidades del rival al punto de anticipar no sólo un triunfo argentino, sino por una diferencia en el score que sólo pudo estar animada por la soberbia. Algo muy distinto ocurrió con el humilde equipo islandés que, casi simultáneamente a la derrota argentina, se anotó un excelente triunfo frente a Inglaterra (2-1) eliminándola de la Eurocopa. Lo destacable fue la actitud del once isleño que a pesar de ir ganando sostuvo con orgullo una tenaz defensa. Durante el festejo, los jugadores se integraron a su parcialidad, convirtiendo a cada uno en un hincha más, algo infrecuente en un equipo como el argentino cuyo valor es de varios centenares de millones de euros y cuya solidaridad con el hincha es sólo de palabra (recordemos las declaraciones de Tevez al visitar Formosa con la selección); difíclmente alguno de ellos sienta el dolor por el grave momento que atraviesa el país, al menos nadie ha declarado nada al respecto, salvo la molestia de Messi por la demora en un vuelo (muy poco comparado con las graves pérdidas que viene sufriendo el pueblo argentino). Este mismo contraste deportivo puede advertirse entre dos situaciones homólogas vividas por ambos países respecto a los tristemente célebres Panamá papers, con dispar resultado. Cuando se interpeló al primer ministro islandés sobre la tenencia de cuentas off-shore a su nombre, la turbación del mismo fue tan evidente que pudo advertirse la vergüenza en su gesto. Y no fue necesario más que la mención de su inconducta para que el mismo dimitiera de inmediato. La vergüenza (deportiva y política) no parece existir entre nosotros donde el fútbol se ha convertido sólo en un negocio de contenido lúdico mientras que en Islandia sigue siendo un deporte con implicancias económicas. Del mismo modo la política islandesa mantiene vivos principios de decoro y dignidad basados en la honra de las personas, mientras que entre nosotros, la deshonra de los funcionarios argentinos se ha convertido en el motor de la política ¿Será esa la sutil diferencia entre la situación relativa de ambos países?

jueves, 23 de junio de 2016

Educación pública cara

Entre las frases célebres del macrismo (pobreza cero, no me di cuenta, una cuenta offshore no es delito, fiesta kirchnerista - en equivalencia al consumo de las clases bajas -, etc.), la que acaba de expresar el ministro Aranguren merece el primer premio (ya lo perderá seguramente) del glosario oficial. El reconocimiento de que vamos aprendiendo sobre la marcha exige resignificar la expresión para lograr una crítica pura, alejada de cualquier relación con la "pesada herencia" kirchnerista, siempre culpable de los males que azotan al país, incluso aquellos generados luego del 10-12-15.
En primer lugar, la revelación de ir a ciegas apelando al dudoso prueba y error tan caro al ideario de la empresa privada, supone al menos la carencia de un plan sistemático para regularizar la provisión de energía, naturalmente al menor costo posible (comprar gas chileno teniendo a mano el boliviano equivale más o menos a bachear con uranio). Nadie sensato puede admitir que un ministro de la nación cuyos antecedentes lo sindican como exitoso empresario ignore que entre dos precios debe optarse por el menor.
En segundo lugar corresponde señalar la ligereza con que se vierten estas expresiones, actitud que revela total impunidad en la gestión. Si acaso un científico en plena tarea de investigación arriesgara acciones para observar el resultado o conjeturara sobre ciertas posibilidades, en este caso deberíamos aceptar el mecanismo de prueba y error, después de todo el costo del aprendizaje no sería otro que el costo de ejecución de la prueba. Distinto es un error ministerial cuyo costo además de ser elevadísimo debe ser enjugado por el bolsillo de los argentinos, especialmente los más pobres.
Pero lo que definitivamente invalida la conducta del señor Aranguren es emplear el despacho ministerial como aula de CBC para obtener el pase a un nivel de conocimiento que garantice al menos, si no una gestión eficiente, una que no genere perjuicios a la mayoría. Siendo el utilitarismo una corriente de pensamiento ético funcional al liberalismo (siempre optar por el daño menor), sería bueno recordarle a este buen señor que al menos aplique las fórmulas que su ideario proclama.
Para que quede claro: Suponiendo que Aranguren esté donde está para solucionar problemas energéticos y no para decidir en favor de sus propios intereses, como ciudadanos simples reclamamos un nivel de idoneidad en los funcionarios que asegure, de mínima, pruebas y errores menos costosos. De paso, recordarle que si ha venido a educarse en la gestión pública, al menos pague un arancel como reconocimiento por el aporte que todos los argentinos hacemos a su ignorancia.

viernes, 17 de junio de 2016

Bendita corrupción

Lo bueno de seguir encontrando corruptos es que abre una puerta para la definitiva higienización de la política. Lo malo es que muchos deberán abrir los ojos para entender que la corrupción no es un fenómeno exclusivo de la política sino que impregna la naturaleza humana enlodando cualquier organización social (deporte, ciencia, justicia, etc.). Digamos a modo ilustrativo que la corrupción está abonada por un rasgo propio del ser humano que el capitalismo ha regado desde su advenimiento: la avaricia. Este acopio patológico que merece la condena de todo sistema ético, es precisamente la columna vertebral del liberalismo, corriente de pensamiento que enarbola como justificación un derecho consagrado en la Revolución Francesa que nadie se atreve a cuestionar: la libertad, sin advertir que dicha libertad se contrapone con otro derecho consagrado simultáneamente: la igualdad. En este punto precisamente colisiona cualquier "colectivismo" con el liberalismo. Desde 1789 viene sucediendo esta antinomia que fracciona al mundo y toma distintos nombres según la época. Durante el siglo XIX el positivismo con su sueño de progreso indefinido alentó el desarrollo científico, bueno en sí mismo, pero desvirtuado cuando los resortes de ese progreso cayeron en manos del poder económico. Este es el verdadero cáncer del que nacen infinitos tumores entre los cuales figura la corrupción. Pero más grave aún es que quienes pretenden perpetuar el sistema se santigüen ante la aparición de algunos millones de dólares robados impunemente, y permanezcan distraídos frente a miles de millones escondidos para no tributar los impuestos que corregirían esas desigualdades.
El burdo circo mediático armado para condenar al gobierno anterior alzando la voz desde el actual, como si este mismo no fuera el verdadero padrino de la corrupción, es un espectáculo muy triste. Noveles diputaditos de "country y pelo en punta" increpando a viva voz a viejos funcionarios que dieron la cara para aclarar que un ladrón aislado no hace ladrona a la humanidad, resulta tan bochornoso como el patético José López tratando de donar nueve millones de dólares a las cuatro de la mañana arrojándolos sobre la medianera de un convento en el conurbano bonaerense.
¿Acaso estos parlamentarios que recién se asoman a la escena política creen que sus jefes han  acumulado fortuna ahorrando parte del sueldo mínimo que cobraban en sus trabajos? ¿Creen realmente que los cuatrocientos mil millones de dólares fugados al exterior obedecen al impoluto deseo de preservarlos de un "país que no ofrece garantías"? Si realmente lo creen adviertan cómo de ahora en más la "transparencia" que pregona el macrismo se limita a la "corrupción kirchnerista" sin avanzar sobre la propia. Pregúntese la ciudadanía porqué Baez ha salido de la escena mediática.

miércoles, 8 de junio de 2016

Estrategias engañosas

La estrategia del macrismo es presentar proyectos ómnibus con cláusulas inadmisibles de tan groseras, cuestión que frente a la objeción que generan las mismas "da marcha atrás", luciendo una impostada elasticidad que no es tal, simplemente responde a una estrategia original que desde el vamos prevé aspectos censurables. De este modo anima una oposición ingenua que muerde el anzuelo y en lugar de discutir el espíritu de un proyecto se queda con el "cebo". Así sucede con la idea de reponer castigos al periodismo (el gobierno anterior había eliminado la "calumnia" como móvil para accionar legalmente, algo que cualquier sensato aprobaría para proteger la libertad de expresión). Pero son tan torpes (y no menos son a veces los opositores), que esta vez encarnaron el anzuelo con una medida disparatada como la "cárcel". Y los ingenuos alzaron la voz para oponerse cuando en realidad dejaron pasar una oportunidad irrepetible.
Naturalmente no aprobamos el encarcelamiento gratis como forma de amordazar la oposición a los gobiernos (aunque el macrismo lo haga con Milagros Sala arguyendo que está siendo procesada por delitos comunes, exactamente lo mismo que Macri criticó del gobierno venezolano), pero hubiera sido una excelente ocasión para rever el alcance y regulación del periodismo, considerando que el manejo de la comunicación y de la información se han revelado armas eficaces para la construcción de subjetividad, esto es para colonizar las cabecitas huecas con contenidos irreales; vean si no cómo desde el 10-12-15 desapareció la inseguridad (de los medios desapareció), o cómo se fabricó una "ruta del dinero K" previo a su descubrimiento (si es que lo hay).
Cuando un ingeniero construye edificios que se derrumban incurre en un delito punible; lo mismo sucede con la mala praxis médica, el homicidio culposo en accidentes viales y cualquier otra actividad cuyo errado ejercicio provoque daño a terceros. Si este mecanismo es una constante en la vida de relación para cualquier ciudadano, por qué razón periodistas y políticos pueden mentir sin que la ley prevea castigos para sus incursos. Una legislación dura para la mentira periodística no hace temer a ningún Víctor Hugo Morales, Roberto Navarro, Leopoldo Moreau o Agustín Rossi, por poner algunos ejemplos, pero cuántos Bonelli, Leuco, Macri o Prat Gay resistirían archivos donde han quedado plasmada su mendacidad, hoy impune gracias a una legislación que protege al periodismo. El ejercicio periodístico merece amplia protección, nadie lo objeta, pero la calumnia periodística es un delito del mismo orden que el falso testimonio. ¿Por qué no debe castigarse?

sábado, 4 de junio de 2016

Empresa vs. Emprendimiento

Entre las confusiones que animan las discusiones políticas que ofrece la televisión actual, tiene un lugar de privilegio la antinomia entre gran empresa y pequeña empresa. Incluso la distinción justificó en parte el aberrante veto de la ley "antidespidos". El argumento fue que las pequeñas empresas no podían absorber ningún aumento en los costos frente a la merma de ventas causada por la retracción en el consumo y el incremento de importaciones. Tanto concepto, tanta pirotecnia verbal manejada livianamente acaba confundiendo a cualquiera. Los ciudadanos comunes sólo advertimos cómo nuestro salario ha decrecido cuando debemos enfrentar ese naturalizado piquete capitalista: la caja del supermercado. Allí no hay dudas ni discusiones, pagamos o devolvemos la compra. Y punto.
Los "debates televisivos" que fabrican la ilusión de la democracia participativa, desplazan el eje del problema. En lugar de tratar la brutal expoliación de las clases bajas en favor de los grupos concentrado, prefieren fogonear una discusión técnica sobre la diferencia entre pequeños y grandes empresarios, como si el tamaño del tumor modificara la gravedad del cuadro patológico. No seamos ingenuos; la diferencia entre un pequeño empresario y uno grande es una cuestión temporal.
Muy distinto, en cambio, es el "emprendedor" que acomete proyectos llevados a cabo por individuos o familias. Estos se involucran de un modo distinto, no privilegian la cuestión económica sino todo un proyecto de vida cuyo propósito es su realización, un fin mucho más abarcativo y loable que el mero sustento económico. Algo así como el legendario artesano medieval, o aún el siervo de la gleba, que en el fruto de su trabajo encontraba un sentido a la vida, y cuyo alcance social era el trueque en el mercado donde construía sus vínculos interpares. Desde luego el expoliador allí era el señor feudal que se enriquecía gracias a la renta que obtenía por el uso de su propiedad. A ese sí le interesaba sólo el dinero, tanto como al moderno señor feudal, hoy llamado empresario, con toda una legislación protectora creada para su desarrollo, y con el cuento del virtuoso ejercicio de una libertad que solo emplea para la acumulación, burlando cuando puede sus obligaciones fiscales. La arritmia cardíaca de Macri revela los sustos que suelen llevarse estos especímenes cuando son descubiertos.
Digámoslo con todas las letras: al empresario sólo le importa la utilidad, sin ésta no hay empresa, incluso puede sacrificar cualquier otro aspecto involucrado en la misma (los sueldos por ejemplo, que equivalen al bienestar de sus empleados), pero jamás la renta, único Dios sin ateos en el credo liberal. Sepamos entonces de ahora en más que empresario-utilidad, binomio central del sistema capitalista, no es lo mismo que emprendedor-proyecto de vida, grupo al que pertenecen multitudes de hombres y mujeres deseosos de hacer algún aporte a la sociedad y sentirse realizados con el mismo.