miércoles, 29 de agosto de 2018

Misteriosos contenedores

El poder económico opera desde siempre con un sistema infalible: avanza con nuevos mecanismos de control (!bendito Foucault!) solamente cuando la resistencia se torna peligrosa. En nuestro país operó desde dentro mismo de la organización nacional - hacia mediados del siglo XIX lo hizo oponiendo "civilización" a "barbarie", y en esa construcción empleó el "fraude patriótico" como mecanismo de perduración en el gobierno -, hasta que la resistencia de vanguardia (la izquierda en general, en especial anarquismo y socialismo) franqueó el acceso al gobierno a Yrigoyen, primer "populista", luego demonizado, elevado a la condición de "perverso" y finalmente derrocado violentamente (1930). El segundo, Perón, alcanzó a dignificar la base de la pirámide social con algunos derechos, situación tolerada hasta que una variopinta "oposición" (desde la Iglesia hasta el Comunismo) timbreó los cuarteles y bombardeó Plaza de Mayo (1955). El "depuesto" acabó siendo ladrón y degenerado sexual. Como no pudieron con los piojos (los "cabecitas negras" no podían sacárselos de la cabeza), permitieron el retorno (1973) revelándose entonces sus propias diferencias internas (alas derecha e izquierda), razón suficiente para activar nuevamente los fusiles (1976), esta vez con la crueldad misma con que es concebida un arma de fuego. La misma dormidera cerebral que propone el "uniforme" fue licuando la negrura militar en blancura de pañuelos hasta la llegada del tercero: Alfonsín (1983), inmolado en la "democratización", desde luego ayudado por un nuevo mecanismo que el poder económico viene utilizando hasta nuestros días: la colonización mental a través de la dominación de los medios masivos de comunicación. Ya no sería más necesario el fusil, la clase media "arrebañada" y estimulada contra el pobre como un toro antes de la lid, sería la encargada de barrer la alfombra roja que restituiría el poder político al poder económico. El paso previo fue, ya no la idealización de un "corrupresario", sino la compra directa (sin licitación) de un riojano patilludo, no precisamente el tío del Pato Donald (¿recuerdan los argentinos sus palabras?: Si yo hubiera dicho qué iba a hacer no me votaba nadie. En el cuarto episodio, el apellido Kirchner perduró más de la cuenta en el poder y cometió el gran pecado de reincidir en el privilegio de la distribución sobre la acumulación. No solamente fue desplazado mediante la mentira y el odio electoral sino que esta vez quieren "exterminarlo". Y si no es vía judicial (nuevo sistema empleado), será vía mediática mediante algún contenedor enterrado con dinero que seguramente descubrirán una semana antes de las elecciones. Víctor Hugo no debería insistir en que "no encontrarán dinero", es incitarlos a que "lo hagan".