martes, 15 de agosto de 2023

El fenómeno Milei

 

15-8-23

            El efecto Milei produjo una caída brusca de las acciones de empresas argentinas en la bolsa de Nueva York. En el orden local hubo una devaluación oficial del 22%, el dólar paralelo se acercó a 700.- y las tasas de interés están en el 118%. El escenario es desolador y, entre otras cosas que comienzan a saberse, el FMI no hizo desembolso alguno para apoyar la economía argentina, de modo que las negociaciones previas de Massa han sido un fracaso.

            El fenómeno Milei debe ser “analizado” en profundidad, no sólo en el sentido de que una vez más le rompieron el “ano” a la Argentina, sino que el “análisis” crítico puede acercar nuevos datos para entender el fenómeno Argentina como país tanto en su aspecto social como en su inestabilidad electoral. Ante todo, conviene advertir que no se trata de una alternancia al modo norteamericano - demócratas/republicanos -, sino de un vaivén infantil de una gran masa de ciudadanos que no tiene la más puta idea - la grosería obedece a la magnitud de la ignorancia aludida - de lo que es una ideología y lo que representa en términos de su importancia y alcance. Voy a tratar de explicar lo que digo.

            El 30% que votó a Milei, según expresión de sus propios electores, lo ha hecho por distintas causas - no viene de la política, es auténtico, es fachero, es distinto al resto de la “casta”, como él mismo llama a los partidos tradicionales, es nuevo, y todo lo viejo ya mostró su inutilidad, etc. -, pero en ningún caso por identidad de ideas. De hecho, ninguno aprueba muchas de las medidas que anunció e incluso hasta las ignoran, y se sorprenden cuando se los anoticia que prometió tal o cual cosa. O bien creen que esas medidas significan otra cosa, por ejemplo, que la dolarización acabará con la inflación. Un joven entrevistado llegó a decir que votaría a Cristina, y cuando se le informó que estaba proscripta de inmediato agregó: “Entonces a Milei”. El nivel de confusión, ignorancia y ausencia total de interés por entender la política como ejercicio necesario para administrar los destinos de un pueblo, es agobiante y francamente desalentador. Ese 30%, presumo que formado por jóvenes especialmente y por mayores ya definitivamente “perdidos”, está muy lejos de entender la realidad, sea porque los medios la ocultan, sea porque no tienen el mínimo interés en conocerla, y frente a una situación socioeconómica límite como la que vive la argentina se refugian en el voto “desesperado”, una alternativa de índole mágica, donde alguien viene de “afuera” a salvar al “muchachito bueno a punto de morir en manos del malvado”.

            Vuelvo a decir lo expresado tantas veces en este blog y en distintas oportunidades en que cuadró expresarlo: la gente vota por lo que le pasa a ella no por lo que le pasa a la Argentina; cree que los políticos los representan a ellos, y frente a un cuadro grave para su propia situación y casi terminal para el conjunto, apelan a una medicina que no ha pasado siquiera las pruebas, no ya de efectividad, sino de no ser dañina. Están convencidos que la solución a las dificultades de la vida es el suicidio. Por eso defino al voto de ese 30% como “desesperado”. No es bronca como dice buena parte de la prensa “sesuda”, o en tal caso es la bronca del niño privado de la golosina. Es un voto infantil, casi mágico, carente de todo tipo de elaboración previa.

            Lo que debe analizarse cuando la gente vota a Macri o a Milei, no es el personaje votado sino el proceso mental que lleva al electorado a optar por ellos. Una vez más, el mensajero no es responsable del mensaje. Finalmente, si el juego de la democracia exige respetar las mayorías, el análisis debe centrarse en los mecanismos de manipulación de esas mayorías y en la imposibilidad del ser humano individual, al menos por ahora, de acceder a ciertos niveles de autoconciencia que los ponga fuera del alcance de dicha manipulación.

            En favor de Milei debo decir que ha interpretado el infantilismo que rodea a la masa electoral proponiendo “ilusiones concretas”, como por ejemplo creer que el sistema de voucher para que cada ciudadano elija el colegio que quiere para sus hijos, pondrá fin al problema del caos educativo en que se halla sumido el sistema. La implementación de soluciones cortitas para problemas largos, constituye una nueva y eficiente manera de engañar al electorado infantil. Y a la inversa, el cargo que debe hacerse a la política tradicional, sea de derecha o izquierda, es haber intelectualizado la política convirtiéndola en una disciplina retórica cada vez más lejos de la realidad cotidiana.

            Otro dato a tener en cuenta es que la infantilidad de ese 30% desesperado nace en un diseño social inspirado en la clase media “aspiracional”, la del paladar de whisky y bolsillo de coca cola, la que sueña con aires europeos y se revuelca en lodo sudaca. No pasa lo mismo en Bolivia, donde el pueblo originario es hasta orgulloso de su condición, reniega de cualquier importación artificial y conserva el culto a su cultura y propia etnia.

            El tan sacralizado crisol de razas argentino, nacido en la variopinta inmigración que dio como resultado al criollo - desde luego demonizado -, no es más que una masa informe a la deriva que oscila en ese péndulo electoral conforme a sus necesidades; ese que siempre ve el vaso medio vacío y se desespera y entra en pánico cuando ya no queda siquiera una gota. Es allí cuando aparece el holograma del mesías, algo similar a la imagen del murciélago en Ciudad Gótica. Y allí va Batman/Milei a derrotar al nefasto Guazón que quiere apoderarse de la desgraciada argentina en manos de los corruptos estatistas. Y entre otras cosas propone privatizar el mar que como es de todos no es de nadie y, en consecuencia, nadie lo cuida. Por eso necesita un dueño.

            Mientras el electorado continúe en salita amarilla necesitaremos de Plín Plín y Piñón Fijo para animar cada acto electoral. Mientras tanto disfrutemos de los chizitos y las papas fritas y roguemos que la vesícula resista estoicamente.