martes, 9 de julio de 2013

"Intenciómetro" se necesita

Con desparpajo de impunidad el canal del grupo Clarín aseguró que el gobierno mostró clara intención de atacar a la Corte Suprema mediante el requerimiento cursado por la AFIP a su presidente, una expresión muy grave, tanto si fuera cierta la intención, como - si acaso no lo fuera - por afirmar algo indemostrable. En estos casos - lo mismo que con la existencia de Dios ,- resulta más prudente tomar distancia de cualquier postura dogmática sea en favor o en contra. El meticuloso Kant empeñó su vida en la definición del imperativo natural y ético, intentando mostrar que la intención es la única forma de valorar un acto humano. No es nuestro propósito -¿quién puede dudarlo? - desacreditar esta afirmación, sino señalar la imposibilidad de valorar intenciones por cuanto nunca pueden ser conocidas, salvo confesión de parte. Todo lo que puede hacerse es interpretar dichos y acciones buscando indicios acerca de su intención, claro que siempre habrá razones para el sí y razones para el no. En esta línea también es posible encontrar rastros de que la condena a la acción de la AFIP conlleva la intención - ¿cómo demostrarlo? - de tergiversar su verdadero sentido, ya que el gobierno ha desmentido la supuesta persecución a la Corte Suprema, señalando que se trata de una convocatoria de las miles cursadas y que tampoco cae en cabeza del presidente de la Corte.
La palabra siempre es motivo de interpretación, por ende de manipulación, según convenga una u otra versión. Lo condenable en todo caso es divulgarla con afán de imponerla como verdad. La intención forma parte del fuero íntimo de una persona, constituye un ámbito inaccesible para un tercero. Construir verdades a partir de la interpretación siempre abona la duda. Así las cosas, uno puede concluir que Obama es un ferviente defensor de la paz tal como sugirió el jurado que le instituyó el Nobel, mientras sus fuerzas armadas cumplían la orden de invadir un país extranjero, o que quienes se oponen a la ley de medios son, en efecto, defensores de la libertad. En estos casos debemos ir más allá de hechos y opiniones, sometiendo a crítica el alcance de las palabras paz y libertad. Y continuar revisando también si Carrió realmente busca limpiar la corrupción, si Macri aspira a una ciudad democrática y ordenada, si Lanata va por la la verdad y Pierri por la justicia. También meter en la batidora al periodismo empeñado en la espuria intención de torcer significados y licuar paradigmas, referentes y modelos que, errados o no, apuntan en una dirección unívoca. Ahora, en cambio, han puesto a la sociedad en el círculo vicioso del perro que busca morder su cola.

lunes, 1 de julio de 2013

Libertad vs. periodismo

La exhibición por parte de un medio del Grupo Clarín del cadáver de Ángeles Rawson tal como fuera encontrado vuelve a desnudar el conflicto sobre la libertad de prensa. Ahorramos comentarios acerca del nulo decoro y la morbosidad del editor, poco aporta reiterar condenas a quien emplea habitualmente estas prácticas. Resulta en cambio valioso discurrir acerca de los límites a las publicaciones. Las muestras de voracidad comercial desdeñosas del respeto por la dignidad humana pertenecen al orden ético, nada tienen que ver con el límite a la expansión económica de los grandes grupos que propone la ley de medios. Sin embargo podría colegirse sin temor a errar que el mayor volumen y alcance de un grupo multimediático, implica la instalación de su modalidad editorial sin que el consumidor tenga posibilidad de optar. Tal vez el modo de neutralizar ese avance sea poder evaluar críticamente sus contenidos, pero eso reclama un lector capaz de discernir, modelo que ningún monopolio editorial favorece. Si nadie alzara la voz contra estos atropellos flagrantes los consumidores de noticias acabaríamos naturalizando el hecho, situación que ya pudo advertirse en la opinión de un periodista del mismo medio, cuando justificó la publicación de la imagen midiendo su "éxito" en el agotamiento de la edición. No es trivial la conclusión del periodista, más bien revela la intención de la empresa editorial que, como cualquier empresa comercial, busca maximizar resultados independientemente del recurso empleado para obtenerlo. Si a este propósito sumamos la legitimación de un sistema cuya unidad de producción es la empresa privada, fácil es imaginar dónde puede llegar una actividad cuyo bien de cambio es la idea. Conviene aclarar que el objeto comercial de un medio periodístico, ya hace tiempo que dejó de ser la simple narración del hecho. La noticia, en estas épocas, viene acompañada de su respectiva interpretación, y ésta, invariablemente, tenderá a valorar positivamente un estado de cosas acorde a los fines de ese medio. Algo les ha hecho creer a los oligopolios mediáticos que los cerebros de sus clientes necesitan proteínas y vitaminas en lugar de alimento, economizando de este modo el proceso digestivo, claro que el ahorro obligado arrebata el sabor, el buen gusto, y con ellos la elección y degustación. A este ritmo no sería de extrañar que el ser humano termine convertido en un mero organismo biológico, destino que parece ser el elegido por los grupos hegemónicos, empeñados en construir una masa lectora y espectadora dispuesta a consumir grajeas periodísticas en lugar de buscar la realidad en el mundo.