viernes, 29 de marzo de 2013

El regreso a la fe

Ahora el cuento mediático es que "los argentinos han vuelto a la fe", como si alguna vez las víctimas de nuestra mal llamada democracia, siempre a los abrazos con este sistema opresor, no hubieran padecido múltiples encandilamientos por haber cedido su capacidad racional en favor de ilusiones a las que el vocablo "creencia" otorga un estado de cuasi legitimación. ¿Qué es creer si no confiar en algo o alguien, en su oferta, su promesa, su palabra? No hay argentino - ni hombre en el mundo - que no tenga alguna creencia, ya sea amparada en argumentos o justificaciones más o menos sostenibles, o bien sustentadas en esos inevitables núcleos mágicos que permanecen agazapados en el desván del alma.
La no creencia en Dios implica ser ateo, una palabra con mala prensa. El imaginario popular sindica a quien profesa ateísmo como un individuo sin alma, escéptico, alguien sin brújula en la vida, incapaz de ejercer y respetar las reglas morales, generalmente asociadas a la prédica religiosa - prédica, no acción religiosa -. Difícilmente se reconozca en un ateo a alguien capaz de no aceptar ofertas sin haber revisado previamente su contenido. Creer deriva del latín credere, dar fe de algo no entendido o comprendido, la misma raíz del vocablo crédito. Y precisamente los Bancos constituyen el mejor ejemplo de ateísmo, al asegurarse de recuperar su acreencia cuando otorgan un crédito. Para eso acuden a todos los mecanismo legales a su alcance; la ley es otra bendición del sistema siempre mirando un sector social, siempre ignorando al otro
Sin embargo la iglesia que conduce Francisco condena el ateísmo de los hombres y no de los Bancos, un tratamiento tan distinto que da para la sospecha. La Iglesia parece estar lejos de cuestiones económicas, sin embargo aboga por la sospechosa prédica de disminuir la brecha social entre pobres y ricos, como si la misma fuera un accidente geográfico. ¿Cómo se logra semejante cosa si la Iglesia no afina su mirada para poder individualizar a quienes provocan esa brecha? Adviértase lo sintomático que resulta el siguiente mecanismo: los pobres desesperan por dejar de ser pobres, los ricos no. Parece ironía pero es una realidad; tanto como que nadie se ha dignado visitar nuestro domicilio un domingo a la mañana para intentar demostrarnos que Dios no existe. ¿Será que esta es la situación por defecto y la forma de distraer el infierno terrenal es a través del paraíso ultramundano?

El efecto Papa

Algunos medios locales ostentan un fervor eclesiástico que no conoce antecedentes. A propósito de Semana Santa, el cronista de un canal de aire chorreó adjetivos hasta el hartazgo sobre el tradicional lavado de pies que Francisco había "recuperado" como muestra de humildad - "servicio" es el término elegido para significar esta antigua liturgia -, y del Vía Crucis alrededor del Coliseo, símbolo de Roma y de la cristiandad, señalando que en ese lugar precisamente había sucedido el sacrificio de muchos cristianos, a causa de las persecuciones llevadas a cabo por el Imperio.
Sin duda conmueve la evocación ante la imagen indefensa de muchos creyentes arrojados a la arena del circo, para saciar la hambruna de los leones y el sadismo de los espectadores, en éxtasis frente a los cuerpos despanzurrados entre ayes de dolor. La antigüedad era mucho más cruel y al mismo tiempo mucho más sincera acerca del destino de los perseguidos, advertía sobre el castigo por desobedecer consignas y actuaba en consecuencia. Claro que la intolerancia es condenable, incluso al precio de caer en una anacronía. La imposibilidad de actuar en contra de las disposiciones imperiales revelaba un estado de cosas que hoy sería tildado de bárbaro, no tanto por la franca oposición a la diversidad como por la forma elegida para corregir la desobediencia.
Pero rescatemos la sinceridad del método, y crucemos aquella barbarie contra estas sutiles democracias capitalistas que pregonan discursos igualitarios, escondiendo el sacrificio de muchos en lamentables  mecanismos del sistema nunca corregidos. Para no dispersarnos también en un lenguaje engañosos apelemos a ejemplos simples: ¿Hay acaso diferencia entre aquella aristocracia romana que se deleitaba con cuerpos seccionados entre las garras de los leones, y estas minorías que ostentan lujosos vehículos de muchos miles de dólares, propiedades que exceden largamente el confort necesario para vivir bien, y patrimonios multiplicados en distintas actividades económicas bien atomizadas para no asumir riesgos? Y, ¿la hay entre aquellos pobres cristianos mutilados en la arena y el sacrificio de quienes viajan a diario en trenes criminales, asisten a circuitos callejeros inseguros o a discotecas que son trampas de muerte para jóvenes inocentes?
Han cambiado los métodos, pero el mecanismo circense permanece inalterable.  

martes, 26 de marzo de 2013

La "erección" del Papa

Tratándose de un argentino todo es posible. Al menos eso sugiere el llamado de atención cursado por un respetable sitio dedicado a las letras - no de canciones -, acerca de un comentario vertido en Chile sobre la "erección" del Papa. Pretendidos puristas de la lengua, aquéllos salieron al cruce recomendando a éstos cuidado en el uso del lenguaje, convencidos que no se trataba de una infidencia sobre el estado del órgano papal sino de un error gramatical. Aún sin conocer el contenido del artículo referido a la "erección" del Papa, lo más probable es que no se haya referido al miembro erecto de Francisco, sino al Papa "erigido" como tal luego de la elección del Colegio Cardenalicio. Tal vez hubiera sido más acertado emplear "unción" en lugar de "erección" para evitar suspicacias, pero eso tampoco habría alterado la turgencia del sacro colgajo.
Parece un trivialidad, sin embargo la errata y la errrata de la errata no hacen más que enfrentarnos a las eternas trampas del idioma, eficazmente empleadas por el sofismo periodístico, aunque cada vez menos se esmeren visto el buen resultado de la mentira escandalosa, menos complicada y mucho más directa.
Una segunda lectura a la supuesta errata confirmaría el giro humanístico que adquirió la investidura papal tras la unción del argentino, señal de que por estos lares no hay dioses sino personas, y que son ellas en todo caso las que hacen bien o mal al mundo. Y el giro humanístico nada tiene que ver aquí con la impronta que Francisco impondrá a su papado, sino al hecho de que allí hay un hombre portador de defectos y virtudes que no es la cara visible de Dios sino de la Iglesia, alicaída hoy a causa de otros eclesiásticos dedicados a soltar su instinto en contra de sus propios votos, mostrando todo lo falsario que son, como si la voluntad pudiera clausurar las pulsiones del cuerpo - o del alma como aprobarían los espiritualistas -.
Un sano ejercicio para comprender la magnitud del desafío que espera al Papa, es echar un vistazo a La vida sexual del clero de Pepe Rodríguez, cuyo resumen estadístico (Cap.1, pp. 17-34), revela porcentajes que resultan ofensivos a la lectura, no por su contenido, por cierto esclarecedor, sino por su implicancia: entre los sacerdotes, un 95% se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un 26% soba a menores, un 20% realiza prácticas de carácter homosexual, un 12% es exclusivamente homosexual, y un 7% comete abusos sexuales graves con menores. No nos constan los números, feo el vouyerismo, pero por si acaso: ¡éxitos querido Bergoglio!

martes, 19 de marzo de 2013

La pobreza está de moda

No es la primera vez que desde aquí confrontamos pensamiento y realidad, dos magnitudes que, lenguaje mediante, solemos distraídamente homologar. Y tal como también sucede a menudo, muchos de los que hoy se llenan la boca con la palabra pobreza, siquiera pueden referir qué se siente en su proximidad, cuánto menos entre ella, compartiéndola, padeciéndola. ¿Qué diablos nos sucede que la nacionalidad de Francisco es capaz de desatar esta tormenta de solidaridad, cuando hace dos siglos que vivimos sacándonos los ojos entre nosotros? Y especialmente los poderosos, los más favorecidos - casi siempre amparados en la protección de un Dios también distraído -, a los menos dotados, impedidos de alzarse para defender su dignidad. ¿Es que una simple votación a puertas cerradas entre los jerarcas de una institución cuestionada puede cambiar la idiosincrasia de un pueblo? ¿No recuerdan el fervor que alentó la ominosa colecta que reunió una gran montaña de joyas donada para la gesta de Malvinas? ¿Es que seguimos alucinados con los abalorios del conquistador y no podemos ver más allá de nuestros ojos? ¿Acaso el empeño por combatir de buenas a primera la desigualdad nos redime frente a nosotros mismos, nos hace acreedores al favor divino y, lo que es más peligroso, nos hace creer en la ilusión de que combatir la pobreza mediante una colecta multimediática adornada con espectáculos musicales, la hará desaparecer simplemente por una vigilia artística, un paisaje muy distante del hambre verdadero? Si la respuesta es que eso al menos lo mitiga, entonces adscribimos a la prédica de disminuir la brecha entre pobres y ricos en lugar de eliminarla.
Tengo para mí que una iglesia pobre para los pobres constituye una expresión de deseo que merece ser pensada y procesada en su justa medida, que debe empujarnos a la introspección más que a la expansión, que más que logro es un propósito y un punto de partida hacia un estado de cosas, que no debería arrancarnos júbilo y satisfacción sino más bien proponer una encomienda a actuar contra las fuerzas que se oponen a esa prédica. Y no perder de vista que entre las mismas voces que hoy comparten el deseo de mitigar la pobreza, están justamente los que la causan. El mejor modo de acompañar a Francisco es atender su reclamo de rezar por él, no perder de vista que los goles logrados no neutralizan la violencia en el fútbol.

jueves, 14 de marzo de 2013

Papa

Término polisémico y conflictivo en cualquiera de sus acepciones, la conmoción causada por Bergoglio en su reciente excursión a Roma nos aleja del tubérculo, de la relación parental, y nos pone frente al trono de San Pedro. El tilde, se entenderá, es sumamente importante; acentuar la última sílaba convierte a la palabra en aguda, con un rol no menos agudo: la paternidad. Que sea grave, en cambio, es más grave, sobre todo por el encandilamiento que ha causado el "Papa argentino", una ilusión equivalente a la elección de Obama. Entonces también el mundo creyó que un presidente negro blanquearía las cosas.
Es temerario, casi suicida, salir al cruce del entusiasmo que causa "el orgullo" de tener un Papa argentino, como si la nacionalidad fuera determinante en el ejercicio de la función, y sustantivara el adjetivo. Para colmo rescata la fantasía del Dios vernáculo - no respetar el esdrújulo sería sí muy grave -, y vuelve a poner en escena al olimpo rioplatense: Gardel, que canta cada día mejor; Maradona, que ladra cada día peor y es emblema irrefutable de argentinidad - sus dos goles al inglés nos definen inapelablemente: uno, el mejor de todos; el de la mano el más tramposo -; Borges, que se haría un festín con la realidad actual; Discépolo, que lloraría de pena al ver cumplida su profecía.
Más allá de la alegría popular por la elección, que nunca es malo un hijo de esta tierra plantando sus huellas en el trono del mundo - nótese que ayer no hubo crímenes, gracias a la premonitoria gaviota "argenta" sobre la chimenea, un telegrama de Dios -, convendría poner en caja algunas lecturas políticas a partir de la imagen de humildad que el jesuita Francisco ha dejado en su primera aparición pública, al reclamar que recen por él. Yo creo que habría que atender el ruego, no vaya a ser que el malhadado revisionismo que ha hecho raíz en estos lares, comience a sacar trapitos al sol, suelte su lengua viperina y desperdigue atrocidades de "nuestro" Papa. Dos frases rescato de Bergoglio: "Este pueblo no ha llorado", con relación al tratamiento político que se dio a la tragedia de Cromañón, dando cuenta de una inteligente lectura de la realidad; y su invocación a disminuír la brecha entre ricos y pobres, loable propósito, aunque hasta el día de la fecha no explicara por qué invocó la disminución y no la eliminación. ¡Buena suerte, querido Bergoglio!

lunes, 11 de marzo de 2013

Querer o no querer ver

La lucha que se libra alrededor de la información refleja la antinomia del lenguaje. Vehículo de acceso a la verdad, el idioma también es sede de la mentira. Adviértase que sin vehículo expresivo toda mendacidad se vuelve insustancial; al carecer de cauce pierde entidad, no existe, como los desaparecidos del genocida Videla; con una salvedad: no existen en la realidad fáctica, sí en la ontológica, porque el desaparecido es una ausencia a los ojos del que busca su cuerpo, no para quien lo conserva en la memoria. De modo que hay quienes logran ver donde aparentemente no hay nada, y también existen los que no ven donde todo es manifiesto y sólo basta la intención para advertirlo. Lo mismo sucede con la información, siempre habrá quien la construya mediante artificios, prestidigitaciones y ocultismos. Algunos medios, recurrentemente aspiran a mantener un mundo de sombras alrededor de las verdades. Vaya esta reflexión no sólo para los malintencionados constructores de noticias, sino también para quienes la consumen, únicos capaces de desarticular la trampa aviesa que el lector ingenuo acaba naturalizando.
El juego del mundo ha demostrado sobradamente la imposibilidad de evitar la mentira; sin embargo, desde la invención de la imprenta el hombre viene dando muestras de querer ensanchar el espectro de difusión, consideremos de modo optimista que para ampliar la verdad más que para crear un mercado concentrador de riqueza. Así las cosas, el antídoto ante la mala intención de construir una realidad distinta es afinar el ojo, aligerar el pensamiento, y sentarse a ver/leer el mundo de modo crítico. El ejercicio podría darnos una primera sorpresa, al cotejar el énfasis de muchos medios en mostrar un mundo peligroso, angustiante, infeliz, donde los hombres sobreviven penosamente, en contraste con la cándida visión que esos mismos órganos mediáticos mostraban cuando sí transitábamos - luego lo supimos -, una realidad peligrosa, angustiante, trágica, donde los hombres realmente debían sobrevivir refugiados en un silencio penoso.
¿Qué sucedía en los setenta que los medios no mostraban cada mañana los delitos de la víspera tal como sucede hoy, en que los periodistas policiales se han convertido en estrellas y ocupan la mayoría del tiempo en los noticieros, previa advertencia de que el programa no es apto para niños y adolescentes?

lunes, 4 de marzo de 2013

Barrabravas judiciales

Tras un siglo de ser idolatrada, la democracia comienza a desperezarse mostrando las miserias ocultas en sus pliegues; inquieto, el piojerío allí escondido se alborota, parecen gallinas invadidas cacareando por el desalojo como si fueran legítimas inquilinas del espacio. Hubo otra muestra tiempo atrás, cuando un dudoso presidente de la Suprema Corte de Justicia, acostumbrado a escupir sus habanos mordisqueados sobre las canchas de tenis de un club cedido gratuitamente - prebendas de su condición -, debió dimitir en medio de una escandalosa desvergüenza. El avance sobre la corporación judicial genera la misma resistencia que entre los británicos el comité de descolonización, hace oídos sordos a un reclamo que a esta altura es imposible soslayar, o disfrazar de otra cosa que no sea un vasallaje liso y puro. Al estilo de las comadres descubiertas  en pleno cotorreo, se alteran los niños bien de la judicialidad; caricaturas de Salomón, protestan airadamente como indigentes expulsados del umbral de un edificio inteligente, tibio cobijo para tolerar las crudas noches de invierno. Claro que un pueblo ya de pie frente a las imposiciones del poder económico, ha dejado de ser un carenciado intelectual; y tampoco el Palacio de Justicia es un edificio inteligente, basta mirarlo por dentro.
La exención a obligaciones comunes - por ejemplo del impuesto a las ganancias, o manejar puertas adentro la elección de sus autoridades -, admite y promueve conductas elitistas, mecanismo que se da de narices con los nuevos tiempos. Mal que le pese a muchos, incluso con deficiencias de instrumentación, las políticas  igualitarias van limando diferencias. Cotéjese por ejemplo los cabezazos del potro judicial cuando se le tira la rienda, con el reclamo de los trabajadores por el mínimo no imponible a la cuarta categoría. ¿Parecen desiguales, no?, tanto beneficios como reclamos, sin embargo conviven ambos alegremente, signo del desnivel que propicia la democracia, un escenario que, aun de modo insuficiente, el gobierno viene poniendo en discusión. Crúcense también los titulares periodísticos actuales con los de la dictadura de los setenta, cuando la prensa local acusaba a Amnesty Internacional de falsear la realidad al denunciar irregularidades que la justicia callaba. Ladran Sancho, señal que cabalgamos.