miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pronóstico 2013

Hora de balances. En lo referido al blog, este medio año de trabajo iniciado en junio, con sus 36 entradas, constituye un logro plausible; por un lado en el sentido de la permanencia; por el otro, en cuanto al respeto a las consignas que impulsaron su creación: intentar descubrir detrás de la lectura ligera, las verdades escondidas en la "realidad" construida a diario por los medios, sea develando la grosera tergiversación siempre impune, sea en la condena a esa impunidad que el periodismo - todo -, defiende corporativamente alentando excesos de uno y otro lado - "la libertad debe regir aun al precio de la mentira periodística" ha sugerido la presidenta, temible temeridad -, sea poniendo en evidencia intencionalidades que responden a ocultos intereses sectoriales. Pero sobre todo enfatizando en que la práctica de esos escorzos periodísticos propenden a la formación  y consolidación de un lector ingenuo, incapaz de plantarse desde su propia realidad y juzgar críticamente tales intenciones.
En cuanto a la realidad global, 2012 ha sido un año bisagra en relación a este punto. La plena vigencia de la ley de medios, más allá de las apelaciones pendientes, marca una tendencia a la multiplicadad de voces que, de todos modos, sigue siendo una expresión de deseo - cierto que cada vez más próxima -, por cuanto sólo rige por ahora el primer paso: fracturar una hegemonía sistemática. No se avizora aún cómo será posible poner en marcha la expresión "coral", ni como prevalecerá frente a los canónicos "solistas informativos". Dicho sea de paso, convendrá estar alerta para observar cómo tomarán forma los "coros populares", un conflicto en ciernes que reconoce la necesidad de directores que armonicen esos innumerables tenores, barítonos, sopranos y contraaltos que, sin armónica dirección sonarán inevitablemente disonantes. La música de la palabra reconoce varios componentes que aún no han sido reconocidos y analizados con el cuidado que merecen. La reflexión crítica - demasiado invocada para ser cierta -, la mesura - aún distante de la pasión bipolar que nos envuelve -, y la sospecha - reducida a la nostalgia de sus olvidados maestros -, todavía siguen siendo quimeras cuya recuperación y ejercicio animará periodistas y lectores más confiables.   

jueves, 20 de diciembre de 2012

Ninguneo: una nueva mirada

Conmoción: Un hombre mató a sus empleadores y luego se suicidó por una deuda de dinero. Consultado un siquiatra al respeto señaló que estas personalidades tienen una escala de valores distinta al común de la gente, junto a cierta tendencia a propiciar y actuar un orden más justo, fuera del vigente. Por otra parte, un psicólogo mencionó que en ciertas personalidades, el ninguneo de la persona y su descreimiento de que el orden legal pueda ofrecerle justicia, es decir, la imposibilidad de obtener lo que legítimamente corresponde, puede disparar conductas condenables para la moral vigente. Si a este caso y a estas opiniones, agregamos la idea tan cuestionada de locura tratada por Foucault, podemos echar una mirada distinta al hecho. Sobre todo revisar el episodio sin el contaminante "horror" que causa, y tomando distancia de la condena liviana sobre un hombre cuya labilidad emocional y su nula posibilidad de obtener respuesta a su reclamo, en una sociedad que sólo cuida ciertos estamentos sociales en perjuicio de otros, lo hace doble víctima: por una parte queda fuera del mecanismo que imparte justicia - tan alerta y veloz cuando quiere -; por otra, recibe calificaciones siempre amigas de la condena fácil, apelando a una locura funcional al orden actual, dejando de lado el espíritu crítico, más útil cuanto más arduo. La desproporción entre una deuda y un homicidio para nuestra valoración ética, es siempre un buen recurso para no revisar qué se esconde detrás de la locura.
En un mundo donde los bienes son escasos, las necesidades crecientes, y el estímulo a la posesión y consumo se ha convertido en un credo irrestricto, ¿qué clase de orden propicia un sistema que funciona no sólo aceptando la acumulación de bienes sino inspirándose precisamente en dicha acumulación?
El hombre no ignora que los icebergs son enormes bloques de hielo que derivan sin rumbo hasta que el calor los reduce, y que la cúspide emergente es mucho más pequeña que la sumergida. Sin embargo no deja de mirar maravillado la cresta sobre la línea de flotación, en lugar de reconocer que debajo está el sustento verdadero donde asienta la naturaleza del objeto. Claro, sumergirse es más trabajoso. La milonga recoge esta idea más sucintamente pero con idéntica fuerza: "La raíz del árbol no canta, canta la copa nomás".  

viernes, 7 de diciembre de 2012

Otra vez sopa

El triste destino de los simples, es decir nosotros, los hombres comunes que lidiamos con la vida, es ser el jamón del sandwich, estar siempre emparedados a expensas del mordisco. Esta interminable historia sobre las cautelares que prolongan indefinidamente la vigencia íntegra y acabada de la ley, es otro de los recursos espurios de la democracia para obstaculizar la voluntad popular. Esto no significa afirmar que la voluntad popular sea la mejor, pero es la que rige en un sistema representativo, incluso reconociendo que también la representación es cuestionable al no respetar la voluntad de cada hombre, que pierde presencia al estar reencarnado en otro. Pero puestos en la democracia, y admitiendo que es lo mejor, qué podemos esperar de un sistema representativo que no respeta las representaciones. La democracia parece tener anticuerpos para burlar siempre las decisiones mayoritarias, sea por el veto ejecutivo o las cautelares judiciales, ambas con potestad para arrollar sin piedad la voluntad popular. ¿Qué tiene de bueno entonces un sistema que llena la boca de todos por su capacidad abarcativa, y unos pocos lo someten mediante recursos previstos en el mismo sistema? La democracia vendría a ser una bacteria inmune a cualquier antibiótico. 
Nosotros, los simples, no ejercemos actos de gobierno, los obedecemos; no propiciamos las leyes, las acatamos; no producimos sentencias, las cumplimos; no practicamos la corrupción, la padecemos; no alentamos despojos, los pagamos; no invertimos, producimos para engordar inversores, es decir, trabajamos de trueno y es para otros la llovida, según pregona Yupanki.
Prescindiendo del contenido de la ley de medios, desde la antigüedad, la ley es el recurso de los débiles para fijar límites al vasallaje del poderoso, esa es su esencia. Y en la democracia, el estudio, proyecto, discusión y promulgación de la ley, es resorte del poder legislativo, supuesta representación de la voluntad popular. Si la misma democracia permite burlar ese mecanismo estamos en problemas.
Arguyamos que ese poder legislativo que aprobó la cuestionada ley es incompetente, feo o tiene mal olor, pongamos que no nos gusta el bigote de un senador o las siliconas de alguna diputada, pues el mecanismo para corregirlo es no votarlos en las próximas elecciones, por otra parte el único recurso disponible para los simples. Ahora, si pese a todo, los poderosos se reservan trampitas democráticas para seguir haciendo lo que quieren, que nadie se rasgue las vestiduras si mañana algún desmadre se lleva puesta a una Cámara. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Periodismo vergonzoso

Pongamos que se apruebe sin cuestionar que el periodismo ponga frente a cámara a alguien abusada, que en su triste cautiverio ha sido víctima del sadismo más condenable - abuso sexual, esclavitud, obligación de ingerir excrementos -, pongamos que sí. Pero qué mecanismo impulsa esa entrevista: ¿El afán de informar para hacer visible al público las bajezas del ser humano, o exhibirlas impúdicamente en un cuestionario que de tan perverso podría ponerse a la misma altura del delito?
La repulsión que causó en su momento el caso de la mujer cautiva en Coronel Suarez, fue menor al que provocó el morboso cuestionario a que fue sometida por los multipremiados periodistas del canal que realizó la entrevista. Pero nada fue eso, frente a la sugerencia que le hicieron de que antes de auxiliar a los demás, proyecto que la mujer expresó tener en vista, cuidara de sí misma, una propuesta de tono eclesiástico que proponía hacer lo que ellos decían, pero no lo que hacían en ese momento. La justificación clásica del peor periodismo, la peor por otra parte, es que su obligación de "mostrar" hace visible lo que no debe ser. Y aunque lo ignoraran, efectivamente lo hicieron, porque esa entrevista fue una lamentable muestras de morbosidad malsana que no perseguía otra cosa más que sensibilizar al televidente con la repetición verbal de una experiencia que de tan traumática, resulta fuente inevitable de angustias de difícil erradicación. Es decir, la recomendación de curarse antes de ayudar a otros, aparente solidaridad, sólo podía ser posible luego de la entrevista donde fue sometida a la perversa evocación de los excesos padecidos. Al punto que concretamente se le preguntó, durante la hora de la cena para colmo, si efectivamente había comido excrementos. En descargo de los soberbios periodistas debemos reconocer que tuvieron el buen tino de no avanzar sobre si le había gustado o no, o bien a qué podía comparar el gusto de las heces. Pero seguramente ellos, habituados a la práctica, podrían habérnoslo dicho.
Nuestro último blog señalaba que permitir la libre expresión al punto de tolerar la mentira sin sanción hedía a exceso demagógico; poder hablar libremente no implica poder decir cualquier cosa. Ahora doblamos la apuesta, creemos que debería haber un amplio control, debate y difusión de los dichos e intenciones vertidos por todos los medios, habida cuenta de que el valor de la palabra construye opinión y se entromete en cualquier hora y hogar, convirtiendo a sus integrantes en constantes víctimas de la perversión periodística.