domingo, 27 de noviembre de 2016

Davis 2016

Está muy bien, cuatro jugadores, más algún otro que no integró esta formación sumaron su esfuerzo deportivo para obtener el preciado trofeo que siempre se le negó a la Argentina, algunas veces incluso por privilegiar el ego de algunas estrellas del deporte que barrenaban odio ante la presencia de algún par cuyo brillo podía eclipsar el propio, una cuestión de celos típicamente argentina donde el otro, el distinto, es siempre colocado en el lugar de rival. Y eso no necesariamente sucede en el deporte, también lo hallamos en la política y el espectáculo. Lo nocivo de estas celebraciones que siempre se asocian al estruendo y la grandilocuencia, es que en lugar de recorrer espacios íntimos entre los verdaderos protagonistas, se hace extensiva (¿intencionalmente, como en 1978?) a millones de argentinos que, oscurecidos por el anonimato y acaso la postergación, transforman su propia miseria en un triunfo que ilusamente hacen propio. No está en nuestro ánimo juzgar ese sentimiento, ni siquiera valorizarlo, cada cual es dueño de tramitar las explosiones de su alma por donde más le plazca, adviertan o no el significado de esa alegría ajena que hacen propia, pero sí señalar el uso que se hace del episodio para encandilar muchas otras zonas oscuras de la realidad. Cómo entender, si no, que inmediatamente después de recibir el trofeo, se haya puesto en marcha el complejo andamiaje del circo mediático para promocionar costosos festejos en todos los rincones de la Argentina, especialmente en los sitios donde nacieron los protagonistas, como si los mismos fueran verdaderos gestores de una felicidad que no se entiende muy bien en cuanto se piensa un instante en qué diablos es la felicidad, o al menos la alegría, cuáles los genuinos vehículos para lograrla y cuál el espacio donde la misma se instala dentro del espíritu de un pueblo. Naturalmente no lo son los excesos que estas explosiones suelen provocar, tal como el alcohol suele hacer con los menos medidos. Casi nos atrevemos a decir que estos triunfos (que lo son exclusivamente de los deportistas y en alguna medida extensivo a los integrantes del equipo), actúa a modo de droga distorsionante de la realidad, espacio donde realmente deberían producirse los pequeños triunfos diarios de cada una de las personas que integran esa multitud encandilada por sus ídolos. La idolatría, ya lo hemos mencionado en otras oportunidades, no es más que la proyección sobre un tercero de la propia frustración del idólatra, un mecanismo fogoneado siempre por el poder debido a su principal "virtud": quitar de la escena la propia humillación en favor del éxito ajeno. Y mucho menos aprobamos el extraño pedido de los integrantes del equipo solicitando un avión especial para su regreso tripulado sólo por ellos. Es de desear que este trascendido no sea más que otro típico exceso mediático.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Honrar las deudas

La palabra honra es una exaltación de signo positivo que puede aludir a diversos destinatarios: la memoria de alguien, la conducta moral, etc. En el más engorroso vocabulario político se emplea hoy para referirse al pago de las deudas contraídas por un país en el sentido de que "deben" pagarse. Al menos ese significado ha venido utilizando el gobierno para justificar la urgente necesidad de saldar aquellas cuyos beneficiarios (Melconian entre otros según trascendidos), no aceptaron la refinanciación gestionada en su momento por el gobierno anterior. La pregunta sería: ¿es posible "honrar" una obligación nacida en el espíritu de acumulación del acreedor a expensas del dolor y la postergación del deudor? Cierto es que quien toma un préstamo debe hacerse cargo de su cancelación (por algo los Bancos no le prestan a los pobres), pero no lo es menos que quien lo otorga debe tener en cuenta el sentido del mismo y sus posibilidades de satisfacción en un contexto normal.
Por si alguien no lo sabe en los grandes latifundios sudamericanos era frecuente que los campesinos con magros salarios, al servicio de grandes patrones que los sometían casi como esclavos, se endeudaran con ellos de modo tal que su salario de por vida no alcanzaba para cancelar semejante obligación. La literatura de ficción (pero no tanto) denuncia en algunas valiosas obras que dichas deudas eran cobradas por esos señores con...¡hijos! Efectivamente, tal situación propiciaba la cancelación de la misma por algún hijo que el deudor debía gestar para ponerlo al servicio del amo.
Seguramente los señores del gobierno se santigüarían frente a semejante exceso. En un país con la pobreza estructural tan denunciada hoy, la "honra" de la deuda pagada a los fondos buitres el año en curso es absolutamente asimilable al mecanismo más arriba denunciado. Se paga con hijos argentinos condenados a esa misma pobreza estructural que el gobierno declama a viva voz. No es cierto que la regularización de dicha deuda debiera provocar la afluencia de capitales. Y aún sucediendo dicha respuesta tampoco es cierto que dichos capitales desembarquen en la Argentina con intención de paliar nuestra pobreza estructural. El capital no fluye para eliminar desigualdades sino para provocarlas, este es el punto de conflicto y no el hecho de que vengan o no. Es bueno incluso que el capital privado no se haga presente para corregir las miserias sociales. Su cometido, muy bien encubierto por un discurso naturalizado en nuestra sociedad, es la necesaria formación de bolsones de pobreza nacidos al amparo de su voracidad. En tal sentido es tan nocivo el capital extranjero como el nacional. La ventaja de este último es reducir la lucha geográfica contra el mismo, o en el peor caso a la investigación de las cuentas ocultas en paraísos fiscales radicados en el exterior. Pregúntese el hombre común porqué la justicia no condena estas cuentas cuyos titulares son ya conocidos, y porqué los medios hegemónicos no las denuncia con el énfasis necesario para castigar la tácita evasión fiscal que su existencia revela. Pregúnteselo el hombre común, pero también respóndase.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Disputas estériles

Abruman las polémicas inútiles que a diario suceden en los medios, invariablemente referidas a la responsabilidad que liberales y populistas se imputan mutuamente sobre las miserias que desde siempre castigan a la Argentina. Es muy sencillo demostrar que ninguno y ambos participan de las mismas: desde los albores de la historia este país ha estado signado por una marcada diferencia entre dos sub-naciones perfectamente diferenciadas: indígenas y conquistadores al principio; españoles y criollos más tarde; realistas y revolucionarios durante la independencia; federales y unitarios litigando sobre el centralismo porteño; oligarqía agrícola-ganadera versus pueblo postergado (local e inmigrante) hacia fines del siglo XIX; conservadores fraudulentos frente al incipiente radicalismo popular a principios del siglo pasado; gobiernos democráticos (radicales y justicialistas) ante golpistas cívico militares durante el segundo tercio del siglo XX; y finalmente gobiernos de cuño popular versus derechas neoliberales. Y siempre la alternancia entre ambos sistemas ha dado como resultado la inefable "pobreza estructural", de modo que ambas facciones en pugna han fracasado.
Demostrada la ineficiencia bilateral agreguemos que el fenómeno actual no es nuevo. Más aún, tiene resonancia regional, pero difiere de los anteriores en que la antinomia es puramente ideológica con un agregado novedoso: el triunfo de la derecha ha llegado por vía electoral, cierto que la puja previa se libró mediante conceptualizaciones e ideas, que colonizaron cerebros a través de los medios en poder de uno y otro bando, al que debe agregarse una justicia que hoy ha quedado expuesta por su ofensiva parcialidad (también hacia uno y otro lado). Desde luego, las derechas más suculentas en materia económica prevalecerán siempre en la competencia. Al populismo solo le queda "la calle". Pero también podríamos preguntarnos si acaso alcanza con la inoculación mediática para decidir una elección. Y precisamente la respuesta afirmativa revela la gravedad del problema, sobre todo que cuando insistimos en interrogarnos si el argentino medio puede puede ser tan idiota como para comprar realidades biplanas de hasta 42 pulgadas, debemos admitir que efectivamente constituimos un dócil rebaño capaz de creer que vamos en el buen camino cuando el bache más pequeño tiene el tamaño de un cráter, o que vivimos en un paraíso cuando la llamarada más pequeña del infierno nos lame la garganta.
La dicotomía hoy no es partidaria, se ha reducido a una cuestión ética y de cosmovisión del mundo. Se trata de saber si el ser humano debe anteponerse a la "economía" (esta sería la versión populista) o si es exactamente a la inversa (versión neoliberal) de modo tal que la salud de la nación deba leerse en términos estadísticos (además nunca fiables). Dicho de otro modo, la puja es entre el humanismo visceral de los que menos tienen a quienes les haría bien una cuota de pragmatismo, y el dogmatismo práctico del neoliberalismo poderoso a quienes les vendría muy bien abandonar el enlatado de Adam Smith y entender que la vida y el triunfo no es numérico, más bien debe medirse en términos de igualdad. La inevitable desigualdad que siempre habrá de existir entre los hombres debería estar marcada por la voluntad personal de cada uno y no por la decisión de unos pocos.
En este blog preferimos vivir felices en un país pobre (tal como la derecha dice haberlo encontrado) a vivir angustiado y morir a plazos (un poco cada día) en el país rico que promete este gobierno. Y entre ser gobernado intentando combatir la pobreza (a pesar del fracaso) y ser saqueado por los señoritos diestros, nos quedamos con la primera opción, al menos sentimos el gusto por haber intentado algo en favor de los más necesitados.

martes, 28 de junio de 2016

Modelo islandés

La frustración por la reciente final de fútbol perdida ante Chile (3° consecutiva), resulta una oportuna invitación a reflexionar sobre éxitos y fracasos, tan caros a un pueblo maniqueísta como el nuestro, siempre alerta y dispuesto a la idolatrización de los ganadores y a la demonización de la derrota. Cierto es que una justa deportiva corresponde valorarse por el resultado, pero no lo es menos, que dicho resultado no depende sólo de cuestiones técnico-deportivas sino también de múltiples variables que constituyen el universo propio de cada competencia (la historia, el momento deportivo, el entorno social, la expectativa general, el rigor periodístico, etc.). Digamos de paso que el peso de la responsabilidad respecto del resultado esperado siempre juega en contra del mismo, al fin y al cabo los actores deportivos son seres humanos comunes, víctimas de pasiones y mecanismos emocionales, aunque muchos se empeñen en disimularlo. El endiosamiento del equipo argentino que precedió a la final, por parte de casi todo el periodismo, mucho tuvo que ver en el traspié, ya que, entre otras cosas, se minimizó las posibilidades del rival al punto de anticipar no sólo un triunfo argentino, sino por una diferencia en el score que sólo pudo estar animada por la soberbia. Algo muy distinto ocurrió con el humilde equipo islandés que, casi simultáneamente a la derrota argentina, se anotó un excelente triunfo frente a Inglaterra (2-1) eliminándola de la Eurocopa. Lo destacable fue la actitud del once isleño que a pesar de ir ganando sostuvo con orgullo una tenaz defensa. Durante el festejo, los jugadores se integraron a su parcialidad, convirtiendo a cada uno en un hincha más, algo infrecuente en un equipo como el argentino cuyo valor es de varios centenares de millones de euros y cuya solidaridad con el hincha es sólo de palabra (recordemos las declaraciones de Tevez al visitar Formosa con la selección); difíclmente alguno de ellos sienta el dolor por el grave momento que atraviesa el país, al menos nadie ha declarado nada al respecto, salvo la molestia de Messi por la demora en un vuelo (muy poco comparado con las graves pérdidas que viene sufriendo el pueblo argentino). Este mismo contraste deportivo puede advertirse entre dos situaciones homólogas vividas por ambos países respecto a los tristemente célebres Panamá papers, con dispar resultado. Cuando se interpeló al primer ministro islandés sobre la tenencia de cuentas off-shore a su nombre, la turbación del mismo fue tan evidente que pudo advertirse la vergüenza en su gesto. Y no fue necesario más que la mención de su inconducta para que el mismo dimitiera de inmediato. La vergüenza (deportiva y política) no parece existir entre nosotros donde el fútbol se ha convertido sólo en un negocio de contenido lúdico mientras que en Islandia sigue siendo un deporte con implicancias económicas. Del mismo modo la política islandesa mantiene vivos principios de decoro y dignidad basados en la honra de las personas, mientras que entre nosotros, la deshonra de los funcionarios argentinos se ha convertido en el motor de la política ¿Será esa la sutil diferencia entre la situación relativa de ambos países?

jueves, 23 de junio de 2016

Educación pública cara

Entre las frases célebres del macrismo (pobreza cero, no me di cuenta, una cuenta offshore no es delito, fiesta kirchnerista - en equivalencia al consumo de las clases bajas -, etc.), la que acaba de expresar el ministro Aranguren merece el primer premio (ya lo perderá seguramente) del glosario oficial. El reconocimiento de que vamos aprendiendo sobre la marcha exige resignificar la expresión para lograr una crítica pura, alejada de cualquier relación con la "pesada herencia" kirchnerista, siempre culpable de los males que azotan al país, incluso aquellos generados luego del 10-12-15.
En primer lugar, la revelación de ir a ciegas apelando al dudoso prueba y error tan caro al ideario de la empresa privada, supone al menos la carencia de un plan sistemático para regularizar la provisión de energía, naturalmente al menor costo posible (comprar gas chileno teniendo a mano el boliviano equivale más o menos a bachear con uranio). Nadie sensato puede admitir que un ministro de la nación cuyos antecedentes lo sindican como exitoso empresario ignore que entre dos precios debe optarse por el menor.
En segundo lugar corresponde señalar la ligereza con que se vierten estas expresiones, actitud que revela total impunidad en la gestión. Si acaso un científico en plena tarea de investigación arriesgara acciones para observar el resultado o conjeturara sobre ciertas posibilidades, en este caso deberíamos aceptar el mecanismo de prueba y error, después de todo el costo del aprendizaje no sería otro que el costo de ejecución de la prueba. Distinto es un error ministerial cuyo costo además de ser elevadísimo debe ser enjugado por el bolsillo de los argentinos, especialmente los más pobres.
Pero lo que definitivamente invalida la conducta del señor Aranguren es emplear el despacho ministerial como aula de CBC para obtener el pase a un nivel de conocimiento que garantice al menos, si no una gestión eficiente, una que no genere perjuicios a la mayoría. Siendo el utilitarismo una corriente de pensamiento ético funcional al liberalismo (siempre optar por el daño menor), sería bueno recordarle a este buen señor que al menos aplique las fórmulas que su ideario proclama.
Para que quede claro: Suponiendo que Aranguren esté donde está para solucionar problemas energéticos y no para decidir en favor de sus propios intereses, como ciudadanos simples reclamamos un nivel de idoneidad en los funcionarios que asegure, de mínima, pruebas y errores menos costosos. De paso, recordarle que si ha venido a educarse en la gestión pública, al menos pague un arancel como reconocimiento por el aporte que todos los argentinos hacemos a su ignorancia.

viernes, 17 de junio de 2016

Bendita corrupción

Lo bueno de seguir encontrando corruptos es que abre una puerta para la definitiva higienización de la política. Lo malo es que muchos deberán abrir los ojos para entender que la corrupción no es un fenómeno exclusivo de la política sino que impregna la naturaleza humana enlodando cualquier organización social (deporte, ciencia, justicia, etc.). Digamos a modo ilustrativo que la corrupción está abonada por un rasgo propio del ser humano que el capitalismo ha regado desde su advenimiento: la avaricia. Este acopio patológico que merece la condena de todo sistema ético, es precisamente la columna vertebral del liberalismo, corriente de pensamiento que enarbola como justificación un derecho consagrado en la Revolución Francesa que nadie se atreve a cuestionar: la libertad, sin advertir que dicha libertad se contrapone con otro derecho consagrado simultáneamente: la igualdad. En este punto precisamente colisiona cualquier "colectivismo" con el liberalismo. Desde 1789 viene sucediendo esta antinomia que fracciona al mundo y toma distintos nombres según la época. Durante el siglo XIX el positivismo con su sueño de progreso indefinido alentó el desarrollo científico, bueno en sí mismo, pero desvirtuado cuando los resortes de ese progreso cayeron en manos del poder económico. Este es el verdadero cáncer del que nacen infinitos tumores entre los cuales figura la corrupción. Pero más grave aún es que quienes pretenden perpetuar el sistema se santigüen ante la aparición de algunos millones de dólares robados impunemente, y permanezcan distraídos frente a miles de millones escondidos para no tributar los impuestos que corregirían esas desigualdades.
El burdo circo mediático armado para condenar al gobierno anterior alzando la voz desde el actual, como si este mismo no fuera el verdadero padrino de la corrupción, es un espectáculo muy triste. Noveles diputaditos de "country y pelo en punta" increpando a viva voz a viejos funcionarios que dieron la cara para aclarar que un ladrón aislado no hace ladrona a la humanidad, resulta tan bochornoso como el patético José López tratando de donar nueve millones de dólares a las cuatro de la mañana arrojándolos sobre la medianera de un convento en el conurbano bonaerense.
¿Acaso estos parlamentarios que recién se asoman a la escena política creen que sus jefes han  acumulado fortuna ahorrando parte del sueldo mínimo que cobraban en sus trabajos? ¿Creen realmente que los cuatrocientos mil millones de dólares fugados al exterior obedecen al impoluto deseo de preservarlos de un "país que no ofrece garantías"? Si realmente lo creen adviertan cómo de ahora en más la "transparencia" que pregona el macrismo se limita a la "corrupción kirchnerista" sin avanzar sobre la propia. Pregúntese la ciudadanía porqué Baez ha salido de la escena mediática.

miércoles, 8 de junio de 2016

Estrategias engañosas

La estrategia del macrismo es presentar proyectos ómnibus con cláusulas inadmisibles de tan groseras, cuestión que frente a la objeción que generan las mismas "da marcha atrás", luciendo una impostada elasticidad que no es tal, simplemente responde a una estrategia original que desde el vamos prevé aspectos censurables. De este modo anima una oposición ingenua que muerde el anzuelo y en lugar de discutir el espíritu de un proyecto se queda con el "cebo". Así sucede con la idea de reponer castigos al periodismo (el gobierno anterior había eliminado la "calumnia" como móvil para accionar legalmente, algo que cualquier sensato aprobaría para proteger la libertad de expresión). Pero son tan torpes (y no menos son a veces los opositores), que esta vez encarnaron el anzuelo con una medida disparatada como la "cárcel". Y los ingenuos alzaron la voz para oponerse cuando en realidad dejaron pasar una oportunidad irrepetible.
Naturalmente no aprobamos el encarcelamiento gratis como forma de amordazar la oposición a los gobiernos (aunque el macrismo lo haga con Milagros Sala arguyendo que está siendo procesada por delitos comunes, exactamente lo mismo que Macri criticó del gobierno venezolano), pero hubiera sido una excelente ocasión para rever el alcance y regulación del periodismo, considerando que el manejo de la comunicación y de la información se han revelado armas eficaces para la construcción de subjetividad, esto es para colonizar las cabecitas huecas con contenidos irreales; vean si no cómo desde el 10-12-15 desapareció la inseguridad (de los medios desapareció), o cómo se fabricó una "ruta del dinero K" previo a su descubrimiento (si es que lo hay).
Cuando un ingeniero construye edificios que se derrumban incurre en un delito punible; lo mismo sucede con la mala praxis médica, el homicidio culposo en accidentes viales y cualquier otra actividad cuyo errado ejercicio provoque daño a terceros. Si este mecanismo es una constante en la vida de relación para cualquier ciudadano, por qué razón periodistas y políticos pueden mentir sin que la ley prevea castigos para sus incursos. Una legislación dura para la mentira periodística no hace temer a ningún Víctor Hugo Morales, Roberto Navarro, Leopoldo Moreau o Agustín Rossi, por poner algunos ejemplos, pero cuántos Bonelli, Leuco, Macri o Prat Gay resistirían archivos donde han quedado plasmada su mendacidad, hoy impune gracias a una legislación que protege al periodismo. El ejercicio periodístico merece amplia protección, nadie lo objeta, pero la calumnia periodística es un delito del mismo orden que el falso testimonio. ¿Por qué no debe castigarse?

sábado, 4 de junio de 2016

Empresa vs. Emprendimiento

Entre las confusiones que animan las discusiones políticas que ofrece la televisión actual, tiene un lugar de privilegio la antinomia entre gran empresa y pequeña empresa. Incluso la distinción justificó en parte el aberrante veto de la ley "antidespidos". El argumento fue que las pequeñas empresas no podían absorber ningún aumento en los costos frente a la merma de ventas causada por la retracción en el consumo y el incremento de importaciones. Tanto concepto, tanta pirotecnia verbal manejada livianamente acaba confundiendo a cualquiera. Los ciudadanos comunes sólo advertimos cómo nuestro salario ha decrecido cuando debemos enfrentar ese naturalizado piquete capitalista: la caja del supermercado. Allí no hay dudas ni discusiones, pagamos o devolvemos la compra. Y punto.
Los "debates televisivos" que fabrican la ilusión de la democracia participativa, desplazan el eje del problema. En lugar de tratar la brutal expoliación de las clases bajas en favor de los grupos concentrado, prefieren fogonear una discusión técnica sobre la diferencia entre pequeños y grandes empresarios, como si el tamaño del tumor modificara la gravedad del cuadro patológico. No seamos ingenuos; la diferencia entre un pequeño empresario y uno grande es una cuestión temporal.
Muy distinto, en cambio, es el "emprendedor" que acomete proyectos llevados a cabo por individuos o familias. Estos se involucran de un modo distinto, no privilegian la cuestión económica sino todo un proyecto de vida cuyo propósito es su realización, un fin mucho más abarcativo y loable que el mero sustento económico. Algo así como el legendario artesano medieval, o aún el siervo de la gleba, que en el fruto de su trabajo encontraba un sentido a la vida, y cuyo alcance social era el trueque en el mercado donde construía sus vínculos interpares. Desde luego el expoliador allí era el señor feudal que se enriquecía gracias a la renta que obtenía por el uso de su propiedad. A ese sí le interesaba sólo el dinero, tanto como al moderno señor feudal, hoy llamado empresario, con toda una legislación protectora creada para su desarrollo, y con el cuento del virtuoso ejercicio de una libertad que solo emplea para la acumulación, burlando cuando puede sus obligaciones fiscales. La arritmia cardíaca de Macri revela los sustos que suelen llevarse estos especímenes cuando son descubiertos.
Digámoslo con todas las letras: al empresario sólo le importa la utilidad, sin ésta no hay empresa, incluso puede sacrificar cualquier otro aspecto involucrado en la misma (los sueldos por ejemplo, que equivalen al bienestar de sus empleados), pero jamás la renta, único Dios sin ateos en el credo liberal. Sepamos entonces de ahora en más que empresario-utilidad, binomio central del sistema capitalista, no es lo mismo que emprendedor-proyecto de vida, grupo al que pertenecen multitudes de hombres y mujeres deseosos de hacer algún aporte a la sociedad y sentirse realizados con el mismo.  

jueves, 26 de mayo de 2016

Enveses y reveses

La realidad política siempre debe ser minuciosamente observada y criticada para que ninguna verdad se escurra entre los pliegues del ocultamiento, pero algunas conductas públicas invitan más al humor que al análisis, caso de la dirigencia sindical, hoy a niveles de sainete. Los "gordos" que ayer nomás alentaban paros generales para pagar menos impuesto a las ganancias o a causa del escaso diálogo con la Rosada, esta misma semana reculan frente al veto de la ley antidespidos y el escándalo que significan los aumentos registrados el último semestre. Pero más grave aún que estos trasvestismos políticos, resultan las dos lamentables consecuencias que el fenómeno provoca.
Por un lado la actitud distraída de estos nuevos ricos, no menos predadores que su rival histórico: el gran empresario argentino (y el pequeño también; no perdamos de vista que en medio del fermento pútrido todo gusano acaba creciendo). La desvergüenza llega al punto de promocionar establecimientos vacacionales cuyos servicios sólo reproducen la ostentación alcanzada por sus dirigentes, jamás un beneficio real al alcance del trabajador. A menos que alguien pueda imaginar a un puestero o un cosechero golondrina, siempre ocultos en el trabajo informal y olvidados por sus representantes, disfrutando de un Spa, un baño finlandés o un masaje descontracturante. Ningún dirigente parece recordar que no se trata de que haya mucho para pocos, sino lo mismo para todos. ¿Sabrá el Secretario de los Rurales qué se siente en plena zafra o bajo una helada en la pampa?
La segunda consecuencia es la inacción de las bases, conducta que revela un disciplinamiento feroz de la dirigencia intermedia, esa que a diferencia de la plana mayor todavía trabaja en talleres, fábricas o grandes establecimientos. ¿Será que copian los modelos de sus jefes políticos y están a la caza de algún puestito "de rasguño", para regordearse luego frente a las cámaras de televisión comiéndose las "eses" y dejando las "heces" a sus dirigidos?
La institución sindical nacida al abrigo de los abusos cometidos por el capitalismo desde sus mismos orígenes, es la única alternativa legal para oponerse al vasallaje del poder económico. El trabajador en soledad carece de capacidad de contratación frente al poder del empleador, sobre todo cuando los índices de desocupación crecen tal como está ocurriendo en lo que va del año. En caso de no contar con una representación fiel a las consignas sindicales, inevitablemente sucederán movilizaciones empujadas por el hambre y la desesperación. Y esas, sabemos dónde terminan.

sábado, 21 de mayo de 2016

Discusiones estériles

A diario presenciamos en los medios discusiones acaloradas (debate le llaman algunos periodistas que hacen de ello su agosto) acerca de las causas de la crisis, la ley antidespidos, la pesada herencia y todas las pestes que desencadenó el "sinceramiento". Incluso la mención del término "sinceramiento" es cuestionado por la oposición sugiriendo emplear su verdadero nombre: "ajuste". Así las cosas, la polémica se reduce a una puja semántica donde el mismo fenómeno es leído por el oficialismo como virtuoso mientras la opisición lo condena por vicioso. Francamente aburre. En esta noria en la que se anotan los necios que pretenden convencer al otro de lo contrario, hasta el término "pobre" resulta demonizado por muchos que creen ver en la ideología inclusiva, y aún en la prédica papal, una apología del "pobre" como si la bienaventuranza bíblica los premiara por su condición. La religión y la política no tienen nada que ver, pese a algunos sectores eclesiásticos comprometidos con la realidad social, y a no pocos políticos que se persignan ante la devastación que ellos mismos provocan. Los "pobres" aludidos en la bienaventuranza bíblica son una invitación a pensar en la otra vida como solución a sus males, una propuesta que resulta más bien funcional a los sectores dominantes que aseguran así la resignación de los hambrientos en lugar de enfrentar su ira.
Dicho esto, analicemos brevemente la "pobreza" que el iluminado Macri quiere reducir cero. Si hay alguien interesado en evitar la indigencia es el indigente mismo, y eso no significa una condenación de la riqueza como pretenden algunos. Al contrario, la riqueza es un estado ideal que nadie rechazaría por su sola condición. Más bien hasta merece una apología. Lo malo es que su concentración excluye. Más aún, no hay pobre que no desee ser rico, en cambio no conozco rico que aspire a ser pobre. La riqueza es buena, debe alentarse, pero también repartirse en proporción al esfuerzo, premiando en todo caso capacidades especiales sin que esto habilite la acumulación desmedida. La aspiración legítima de un mundo habitado sólo por ricos no nace de la avaricia del pobre sino de la profunda desigualdad generada por la distribución desigual de los bienes producidos en el mundo. Es curioso que el oficialismo llame "pobreza" a la "desigualdad". La pobreza es causa de muchos males que el pobre padece pero es a su vez consecuencia de la desigualdad, y esta no es un fáctum, algo que está inevitablemente en el mundo, es provocada; no es un mal que al estilo de la tragedia griega está signado por los dioses, es lisa y llanamente un drama provocado por los hombres, más precisamente por unos pocos, casualmente la clase política dirigente; la actual por acción misma, la de ayer por no apuntar con precisión al virus que la provoca.

lunes, 16 de mayo de 2016

El curro de los derechos humanos

Cuando el 8-12-14 Macri aseguró a La Nación que él terminaría con el "curro de los derechos humanos", no lanzaba una simple provocación verbal para seducir a la clase media indecisa (media idiota diría Minguito), era una promesa de cumplimiento firme que se inició con el protocolo antipiquete. Este protocolo clausuró la única vía posible de peticionar ante las autoridades (derecho constitucional poco grato al "dialoguista"), ya que luego anunciaría su intento de burlar la alternativa parlamentaria vetando el primer proyecto popular (ley antidespido) desde su asunción.
Si acaso quedaba alguna duda sobre su propósito de avasallar los derechos humanos, la decisión tomada por la justicia sobre un pedido del gobierno chileno no deja resquicio para la sospecha. El hecho sucedió luego que la Vicepresidenta dejara entrever su afán de colaborar con el pedido de extradición a Apablaza Guerra, otorgado por Argentina en 2010. Inmediatamente después de su declaración, un grupo de chilenos solicitó al Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, que quitara a Apablaza la protección de la Convención de las Naciones Unidas sobre refugiados. Acto seguido, el aparato judicial (no la justicia) a través del juez José Marinelli del fuero Contencioso Administrativo, abrió la puerta admitiendo el pedido de Chile para apelar el asilo político.
Apablaza Guerra, emigrado a la Argentina en 1993 junto a su esposa, tuvo tres hijos argentinos y vivió en la clandestinidad hasta su detención en 2004. Entonces, la Corte Suprema aprobó la extradición solicitada por la Justicia chilena, pero la Comisión Nacional de Refugiados del Estado le otorgó asilo político en 2010. Chile pretende juzgarlo por la muerte de Jaime Guzmán en un atentado sucedido en 1991. La víctima había sido fundadora de la Unión Democrática Independiente de Chile, uno de los soportes democráticos de la dictadura de Augusto Pinochet, en tanto Apablaza Guerra era miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Más allá de la responsabilidad o no del imputado en el hecho, cabe señalar la buena disposición del gobierno actual para atender una solicitud ya rechazada en 2010 durante la gestión anterior. Da para sospechar que dos gobiernos sucesivos, dentro del mismo territorio y con el mismo pueblo, parecen representar a dos países distintos, uno respetuoso de las convenciones internacionales sobre derechos humanos, otro que aspira a terminar con ese curro. Por puro sentido común, la supuesta culpabilidad de Apablaza Guerra resulta una mera posibilidad a demostrar, en tanto el genocidio ejecutado durante la dictadura pinochetista fue una dura realidad, con lo cual la extradición no sólo resulta peligroso para el exilado, también confirma la capacidad de Macri para cumplir algunas promesas, no todas. La poca atención dispensada a esta noticia integra el eficiente paraguas mediático del gobierno.  


sábado, 14 de mayo de 2016

Giros inesperados

El encanto de los autitos chocadores, infaltables en cualquier parque de diversión, consiste en los inesperados giros que dan ante cualquier movimiento del volante, provocando choques a diestra y siniestra tan gratos a los usuarios. Al estilo de estos simpáticos monocomandos, el pseudo- periodismo que integra los grupos hegemónicos suele emplearlos cada vez con más frecuencia cuando necesita retirar de la agenda algunos temas no funcionales a sus fines. Una de las proverbiales maniobras realizadas por esta colonia facciosa sucedió a fines del año pasado, no bien asumió el gobierno actual, y como la que motiva esta columna, también respondió al afán de cobertura mediática con que el poder económico protege al gobierno actual, su socio político. Entonces, el giro inesperado consistió a en la mágica desaparición de la inseguridad. Desde el 10 de diciembre en adelante, como por arte de magia ya no hubo más en televisión "el consabido hecho de inseguridad diario" (homicido en ocasión de robo, secuestro, crimen, violación, etc.)  que infaltablemente adornaba cada noticiero multimediático, especialmente de Canal 13, con unos informes que hacían temblar a la teleaudiencia: viejitos masacrados, adolescentes violadas y asesinadas, secuestros extorsivos, tomas de rehenes, ajustes marcos y demás barbaridades que hacían "invivible" a la Argentina. A partir del 11 de diciembre acabó la inseguridad y el tema central fue el sinceramiento de la economía sazonado con la "pesada herencia" de la corrupción encarnada por Lázaro Baez, un caso que alcanzó ribetes cinematográficos con el traslado de una gran excavadora buscando tesoros inexistentes en el medio de la nada !y ante canal 13! Con el demonizado empresario preso y al borde del nockaut, cuando las gradas del circo romano tronaban pidiendo echar al corrupto a los leones, de buenas a primera sucedió el inusitado golpe de volante, desapareciendo de cámara el "caso de corrupción más comentado en la historia periodística argentina", sin ninguna explicación razonable. "Razonable" debe entenderse como "funcional a lo que se debe mostrar", en este caso un gobierno saliente que nos había "desvastado". La explicación real del volantazo es muy simple: Entre los socios de Baez apareció un tal Calcaterra, primo pobre de Mauricio Macri  y titular de IECSA, empresa asociada a Baez, también favorecida por la obra pública durante años, y que aún hoy continúa recibiendo licitaciones asignadas por el macrismo. Sería bueno saber cómo el primo pobre compró en su momento a IECSA al grupo Macri, y porqué ahora quiere venderla, maniobra que la justicia debería impedir atento a la denuncia que pesa ahora contra ella. ¡Estos autitos chocadores!

jueves, 12 de mayo de 2016

Señales

La historia periodística local reconoce varios matrimonios a lo largo de su existencia, desde el legendario Neustad-Grondona, pasando por el acomodaticio Hadad-Longobardi, hasta la incestuosa perversión de los Leuco, suerte de aristocracia hereditaria que seguramente negarán los "demócratas". En general no perduran, prueba de ello son las "dos voces" disueltas por la rebelión del "populista" Silvestre (¿es o se hace?). Hoy, la grieta no sólo se interpuso en este último sino también en el compuesto por Tenembaum-Zlotozgwiazda, recalando uno en el poderoso grupo hegemónico, el otro en C5N. Señalemos al pasar que la única diferencia entre el capitalismo local y el internacional es el domicilio, en todo lo demás no se sacan ventaja. A propósito de esta última parejita mediática deberíamos concluir que el rebelde Zloto pareció haberse redimido al estilo Silvestre a tenor de su nuevo destino. Ayer, sin ir más lejos pareció alzar la voz contra el gobierno macrista, cuando a cinco meses de gestión jugó al verdulero ante las cámaras sopesando en una balanza de plato las acciones positivas y negativas del macrismo. Desde luego pesaron más las negativas, nadie sensato puede dejar de criticar al oficialismo, para eso está el periodismo "junto a la gente". No conforme con esa muestra de "nueva independencia ideológica" convocó a "pequeños empresarios" (carniceros, tintoreros, dueños hoteles familiares, entre otros) y a tres de los "grandes" para mostrar los desaguisados del macrismo. Desde luego los primeros cargaron contra el alza de los servicios (energéticos en este caso), en tanto los otros enfatizaron en la "pesada herencia". Nada nuevo, lo vemos a diario hasta en Los Simpson, ya hartan los análisis y debates mientras la clase media desciende un escalón aterrizando en la baja, otros tantos en la pobreza y estos en la indigencia.
Lo que se le escapó al desteñido Zloto fue el tratamiento dado a unos y otros, revelando su verdadera concepción ideológica. Mientras los primeros fueron atendidos al comenzar el programa (menor impacto final), y gozaron de escasos minutos exhibiendo sus facturas de luz comparadas (nada aporta mostrar las consecuencias sin indagar las causas), al otro grupo le dedicó casi un ochenta por ciento del programa para verter densas críticas al gobierno anterior, como si la salud de alguien dependiera sólo del embarazo. Mientras los pequeños lucían "ropa de calle" los grandes vinieron "de fiesta"; y lo más sintomático: unos de pie en las gradas, otros sentados frente a un panel. Moreno preguntaría: ¿No tiene para sillas este muchacho? Respuesta nuestra: Sí, tiene, pero ofrecer la misma comodidad a todos hubiera sido otra mentira de Zloto, un periodista siempre comprometido con la verdad.

jueves, 14 de abril de 2016

Hipatia

Pese a la voluntad masculina a lo largo de la historia e incluso hoy mismo, la mujer ha recuperado mucho terreno en su lucha de género. Muchas de ellas ocupan puestos claves en el mundo actual, y a pesar de haber abrazado la política, una disciplina más propicia a la ambición desbocada que a la elevación virtuosa y a la reflexión serena, también en esta disciplina es posible encontrar ejemplares de alto valor intelectual y ético. A causa de ello el varón ha resignado posiciones en ese avance, convencido finalmente que la mujer no sólo es valiosa en sí misma como tal, sino por su capacidad de producir cambios positivos en el caótico entramado social del mundo moderno. Por si no alcanzara con esto, también ha sabido interpretar que la demonización de la mujer y hasta el intento de negar con violencia su ingreso a espacios tradicionalmente masculinos, tiene un efecto rebote indeseado. Hipatia, célebre pensadora de la antigüedad, es un ejemplo; destacada entre sus pares filósofos fue perseguida y lapidada por el cristianismo a causa de ser pagana, siendo su cadáver deshollado y quemado en público. El obispo Cirilo habría sido el instigador de este crimen con adverso resultado: que Hipatia sea más recordada por su triste final que por su vida virtuosa, prueba de que el ataque a la mujer es tanto o más peligroso que su ascenso social. Y eso sucede incluso cuando los autores son "buenos" (en este caso los cristianos) frente a los "malos" (en este caso  los paganos); mejor no imaginar cuánto más pernicioso sería invertir la ecuación.
Prescindiendo de la valoración del juez Bonadío (santo para algunos, diablo para otros), la citación cursada a la ex-presidenta sin ninguna justificación técnica ha permitido un retorno casi triunfal de la misma a tenor de la convocatoria popular para acompañar su figura a tribunales. Cristina expresó que el único juicio que le importa es el de la historia y del pueblo, aunque secretamente debe desear ahora que la persecución crezca para poder ejercer la oposición gratuitamente. Nada más auspicioso para un político que su presencia en el ruedo, más aún con semejante demostración de fervor popular, algo que atiza la envidia del actual oficialismo, campeón de la impopularidad a la luz del castigo desatado sobre la franja menos acomodada de la sociedad. Y todo ello gracias a la acción de la "justicia" sobre la "delincuencia". Casi podría parafrasearse al general Perón cuando afirmaba que la causa de la adhesión popular a su retorno no debía buscarse en las virtudes de su ejercicio como mandatario sino en los errores que supo cosechar la oposición en su afán por expulsarlo del escenario. ¿Se atreverán a citarla nuevamente? "Líbreme Dios de los Bonadío que de los enemigos me libro yo" (célebre refrán que hoy desvela al presidente).

sábado, 2 de abril de 2016

Turbulenta Evocación

Recuerdo vívidamente el escenario. La imagen se presenta obsesiva ante mis ojos y no puedo dejar de evocar la célebre "Fiesta" de Joan Manual Serrat, cuando entre el variopinto decorado del festejo asomaba el inquieto manto, ya no de banderas de papel verdes rojas y amarillas para que el cielo no vea, sino de globos amarillos rebotando en distintos cuerpos, alguno artrósico, quebrado en torsiones que pretendían emular a Freddy Mercury (muy fastidiado desde el cielo por la burda imitación), otro girando locamente en una silla como si el movimiento del carrito exorcizara dos piernas inútiles (lamentable que el dolor no siempre sirva para entender el dolor y desde esa vivencia combatirlo), un  tercero meneando la magra silueta arrebatada a la obesidad (vaya a saber dónde nacía la adicción) y anunciando que era un día de alegría porque de allí en adelante iba a ser todo distinto. Y vaya si lo fue. Tanto fue distinto (e igual a todo) que tras la cuaresma de ese luctuoso carnaval vino la anunciada crucifixión de todo un pueblo, hoy caído bajo el estigma del sinceramiento.
No es una cuestión política, tampoco económica, ni siquiera social, aunque cualquiera de estas disciplinas admite un abordaje de nuestra turbia realidad. Es una cuestión antropológica: se trata de saber qué es el ser humano, quiénes integran la categoría, y desde allí establecer escalas de valores.
Nadie está en condiciones de dar fórmulas mágicas o posibles para solucionar la problemática si antes no distinguimos a ese actor central: "el ser humano". Pero sí estamos en condiciones de afirmar desde aquí, sin que nadie pueda objetar nuestra conclusión, que la merma en la utilidad de una empresa (algo que la mafia amarilla quiere preservar) no es equivalente al salario del trabajador (algo que la mafia sindical debería defender en lugar de ignorarlo; porqué sera?), ambos conceptos son antagónicos e inversamente proporcionales, a más de uno menos de otro. Por eso la discusión entre las dos facciones en pugna (la tercera es una fantasía acomodaticia) jamás tendrá un punto de tangencia, menos aún de acuerdo. Cuando una empresa reduce su utilidad nada grave sucede, apenas una disminución de la tasa de retorno del capital, algo que no duele en ningún cuerpo. En cambio cuando el salario se reduce, o peor aún: desaparece, duele el frío en los cuerpos pobres por falta de abrigo, duele la vacuidad en las pancitas infantiles por falta de alimento, duele la fiebre en los enfermos por falta de remedios, duele en el futuro de los pibes la educación arrojada a una ignorancia provocada por una ambición de minoría, duele la realidad en quienes ya no acepteremos beber más la copa de la palabra política, menos aún cuando las soluciones invocadas deben venir de las manos de quienes ya nos sumieron en la postergación una y otra vez. Es hora de preguntarnos para qué sirve la democracia. Lo riesgoso es descubrirlo.