sábado, 31 de marzo de 2012

¿A qué llamamos noticia?

    La avidez de novedad integra la naturaleza del hombre. El deseo de conocer, el interés, constituye su vínculo con el mundo, que a la vez reconoce dos espacios distintos: el mundo cotidiano donde se inserta mi cuerpo, mi casa, mi barrio, las veredas que transito,el camino hacia mi trabajo, el recorrido de mis paseos. Allí sucede la vida de un hombre. Allí no hay "noticia" en el sentido de reconstrucción de la realidad, hay una percepción directa de la misma. El fortuito accidente que presenciamos nos impregna sin intermediario, incluso mi propia versión seguramente tendrá escorzos que reconstruyo imaginariamente, pues no estuvieron presentes a mis sentidos; ejemplo: del daño provocado deduzco la velocidad del vehículo. Pero aun con errores propios, mi percepción de la realidad es mía, directa, fidedigna. "Yo lo vi, nadie me lo contó", es un lugar común que legitima; como un riguroso escribano, mis sentidos "dan fe por ante ellos".
    El otro mundo excede al cotidiano, se inscribe en esa compleja construcción formada por una serie de ideas, legítimas unas, fantásticas otras, más o menos verificables, que además de contar con nuestra propia experiencia de lo que es el supuesto mundo, también cuenta con la de muchos otros que lo comparten, cada cual con sus propios errores y, sobre todo - aquí viene la esencia de la noticia -, con intencionalidad. El periodismo sano impugnará esta ofensiva aseveración, pero si la ciencia misma ha perdido neutralidad, resulta muy difícil conservar la pretendida pureza de la palabra, vehículo de construcción del mundo.
    ¿Entonces qué; no puedo creer en nada que no llegue vía directa? Digamos que si aun el mundo cotidiano debe someterse a crítica, cuánto más el otro pletórico de errores genuinos e intención agregada. Un cura que suele contaminar cámara y oídos, dijo esta semana que la fe se integra a lo cotidiano aduciendo que creemos que llueve, y que el transporte funcionará mañana, y una serie de afirmaciones que invocaban la fe del hombre, desde luego para agregar finalmente que también la fe en Dios y en la vida eterna, deberían estar presentes por idéntico mecanismo. Pero no dijo - ¿intencionalidad? - que lluvia y transporte son creencias verificables. Y hasta donde se sabe, Dios no se ha hecho presente para poder constatar su existencia. Sería bueno que el cura falso - falso por falsario, no porque no fuera cura, al menos disfraz tenía -, dejara una pista de dónde está Dios, hay muchos que tienen reclamos pendientes para hacerle. Muchos que no andan por el mundo, están en mi barrio, yo los veo y escucho a diario. Doy fe, nadie me lo contó.

miércoles, 28 de marzo de 2012

MARZO SUGESTIVO

Además del otoño, marzo inaugura dos eventos: las sesiones ordinarias del parlamento y la programación de un clásico porteño: el Planetario. La trascendencia de aquellas es evidente, nadie ignora la importancia de ese proscenio republicano. Efectivamente, el Congreso constituye una puesta en escena teatral, modelo por antonomasia de la "representación". Allí están quienes nos representan, abnegados artistas que se invisten de otros para defender intereses ajenos. ¿Alguien acaso reparó en el alcance de este escandaloso término: "representación"? Representar es estar en lugar de otro, reemplazarlo, y nadie sensato admitirá que estos señores de labio diarreico y jerigonza abstrusa son capaces de ponerse en tan incómodo sitio. Al menos no se los ve en los trenes de hora pico, en las odiosas colas para obtener una tarjeta que permita ahorrar monedas, en las de renovación documental, registro, DNI, en las fatigosas esperas de los Bancos y otras humillaciones populares. Está su espíritu, no su cuerpo. Claro, la representación es simbólica, otro artificio del pensamiento para construir un andamiaje donde creemos estar pero no estamos. Se podrá aducir que los representados "elegimos" representantes, pero la elección, como toda acción de la realidad, filtra por el tiempo como agua entre los dedos. Y desde Agustín de Hipona, nadie ignora que el escurridizo tiempo es aquello que creemos conocer hasta que nos preguntan por él. De modo que la elección es un momento mágico: congela y prolonga la realidad durante años. Asumamos que al dejar mi voto elijo, pero ya no puedo renovarlo hasta el fin del período, no puedo interrumpir el juego teatral, la tecla me queda pegada al dedo y en lugar de escribir mi vida, reproduzco una estúpida letra mientras otro la escribe por mí. Un malabar me ha quitado la mismidad por varios años, grave patología ontológica que deviene tragedia, cuando advierto que no sólo me ha ocurrido inadvertidamente, sino que también volverá a ocurrir. ¿Por qué? Aquí comienza a jugar el otro evento. Lúcidas autoridades porteñas han invertido en las instalaciones del Planetario instalando un proyector Megastar II A que muestra estrellas de hasta una 11° magnitud, equivalente a más de un millón de estrellas más que cualquier planetario convencional. Con semejante tecnología hemos mejorado enormemente nuestra proverbial tendencia a distraernos con abalorios de conquistador. Mientras miramos la luna y las estrellas, nuestros fatigados legisladores nos representan. Qué quiere que le diga, yo preferiría dar una mano, ser yo mismo siempre, ¡estoy tan acostumbrado a mí mismo!, pero no sé cómo diablos hacer. Quizás alguno pueda arrimar una idea.

viernes, 23 de marzo de 2012

Filicidio, triste y esclarecedor.
     Repetirse acerca de esta rareza del instinto, satura. Pormenorizar el caso de esta semana es sumarse al morbo colectivo, que desde el fiscal hasta los medios compite en truculencia. Para no abundar en cuestiones técnicas, inútiles ahora, digamos que la esporádica aparición de un filicidio, es la excepción que confirma la regla: el amor materno sigue vigente.
       Sin embargo, la tragedia tiene otro costado revelador. Como curiosidad, Canal 13 esta semana recuperó de sus archivos y difundió, una nota de 2006 donde la filicida responde, visiblemente preocupada, sobre la inseguridad en el mismo escenario donde luego ahogaría a su hijo, tras someterlo con violencia, simplemente para vengarse del marido. En ese momento, el trágico country había sido víctima de un robo, y la nota se sumaba a la difusión general sobre la inseguridad, flagelo extendido según la prensa, comprometida en la lucha contra la indolencia oficial en ese rubro. 
        "Vivo con medio. Es peor aquí adentro que afuera", expresó la mujer, víctima entonces, testimonio que ya hubiera alcanzado para entender el fenómeno violencia, derramado sobre la sociedad como una fina llovizna; caminamos debajo creyendo que no alcanzará a mojarnos y terminamos húmedos hasta el alma. Pareciera ser que el núcleo del problema no pasa por políticas que prevengan efectos sino por hallar sus causas. Rejas, custodia, uniformes, armas, vigilancia, no erradican el delito, cuando mucho pueden acotarlo si es efectivo, expulsándolo de barrios privados, jaulas hediondas de civilización donde el horror se filtra hasta en el amor materno. Habrá que echar una mirada a esas nubes tercas que no aflojan con la llovizna, nubes crepusculares llamadas "poder", empeñadas en ocultar el sol limpio del mediodía. Claro, es mucho más complicado que acudir a la psiquiatría y atribuir el fenómeno a la locura, fenómeno que, Foucault mediante, también tiene otra lectura. 
         Las sombras de Hobbes y Rouseau deambulan sobre nosotros: ¿El hombre es bueno y la sociedad lo pervierte, o arrastra una atávica maldad que la buena gente debe maquillar? Víctima y victimaria reunidas en un mismo cuerpo, revelan que bien y mal son buenos amigos con los que debe aprenderse a convivir, descubrir su naturaleza y acomodarlos para una vida en armonía. Canal 13 desempolvó con orgullo un video donde la filicida se muestra "normal", contraste que "vende". Debería haber sentido vergüenza en haber hecho "campaña" en 2006, en lugar de contribuir a mejorar la condición humana.   

miércoles, 21 de marzo de 2012

Desmalezar el bosque de la palabra

No hay verdades, es cierto, pero hay respuestas, al menos provisorias. Simplemente debemos ir por ellas, sospechar de toda evidencia, ser capaces de leer la realidad entre líneas, ejercer la crítica, interpolar ideas, cotejar, desdeñar verdades dogmáticas, y sobre todo valorar más el error propio que el acierto ajeno. Pero ¿cómo hacer? Esa es la tarea, construir caminos, orillar los bordes buscando nuevas perspectivas, participar en sitios como este, creados para desmalezar el enmarañado bosque de la palabra. El hombre, hablado desde el inconsciente mismo según Lacan, deambula por el mundo atrapado en una telaraña gramatical que construye verdaderas mentiras; mentiras verdaderas que conforman a diario una realidad ficticia. Desparecida ésta, según Baudrillard, el ser humano camina a tientas, creyendo a pies juntillas certezas indemostrables. Palabras claves incorporadas naturalmente a nuestro vocabulario (verdad, justicia, generosidad, democracia, dios y tantas otras), refieren artificios conceptuales que sucumben al más tenue pincel crítico. Esa es la tarea, desmitificar la verdad y poner en crisis cualquier aseveración que obture el pensamiento. Toda sospecha es bienvenida. Con una frecuencia al menos semanal, trataré de incluir un artículo sobre el hecho actual más destacado, con una mirada que apunte a desentrañar su verdadero sentido, y al mismo tiempo aspire a derrumbar ficciones que intencionalmente crea el periodismo, con propósitos que siempre exceden la naturaleza del hecho.