domingo, 28 de abril de 2013

Jefe que no entiende...

El título bien podría ser la primera parte de un proverbio a completar. Una buena ayuda la ofreció el mismo Jefe de Gobierno cuando intentó explicar la brutal represión del Borda, confesando no entender cómo puede alguien oponerse a que la ciudad mejore y esté más linda. Desde luego se refería a la erección - confiamos no confundir el significado esta vez, como sucedió con la erección del Papa - de un shopping o engendro similar en el predio en cuestión, tal vez ahora tomando recaudo para no inundar a ningún barrio vecino como ocurre en cada lluvia con el CPCI - Centro Para Consumidores Idiotas - de Saavedra.
Esta vez reconocimos en el tono angustioso de Macri una contrita confesión impregnada de verdad. Afligido, realmente afligido, se lo vio en la conferencia de prensa a causa de esa falta de entendimiento que tiñe todos sus actos, y que esta vez sacudió su propio cerebro. La conmoción por no entender, algo frecuente en él y notorio para cualquier pensamiento crítico - no sus votantes, desde luego -, esta vez implosionó, de ahí su estupor. Nosotros trataremos de entender la etiología de este síntoma recurrente en el papá de Antonia.
La cosa pública, las construcciones colectivas, la empatía para comprender procesos que suceden en otras cabezas, elementos imprescindibles para cualquier funcionario que administre recursos y necesidades de un conglomerado a cargo, son mecanismos ausentes en Macri. Mejor aún, han sido reemplazados por la abstrusa pretensión de gobernar pintando la realidad, como cualquier niño de jardín intenta reproducir la figura humana con sus lápices de colores. Esos palotes variopintos que conmueven en la mano de un niño, en este torpe grandulón equivalen a enrejados de plazas, tala indiscriminda de árboles, lastimosas bicisendas, carrriles para transporte público, y toda una retahila de dibujitos con los cuales pretende mostrar que ha embellecido la ciudad, propósito, para peor, también fallido. Él coloca su imposibilidad para gestionar en una búsqueda estética que no lo iguala a un artista, más bien recuerda las maniobras de Pepino el 88, sin querer ofender con la comparación. Ofender al clown, por supuesto.
Así las cosas, resulta absolutamente comprensible que no entienda cómo alguien puede rechazar una ciudad más linda. Será que la gente necesita y espera menos estética y más ética, más compromiso con realidades profundas que culipatines de un pensamiento rasante. Lo peor, sin embargo, es que la democracia lo convalida, otro fenómeno a considerar, que la culpa no la tiene el chancho. El otro refrán, el del título, podría completarse así: Jefe que no entiende, represión asegurada.

sábado, 27 de abril de 2013

Periodismo y represión

La violenta represión ejercida en el Hospital Borda por la Policía Metropolitana dio lugar a encendidas protestas por parte de los medios. Huelgan comentarios acerca de la brutalidad mostrada por cuerpos que en el discurso oficial no están preparados para el desalojo - recuérdese la justificación para no actuar en el controvertido acampe del Parque Indoamericano -, salvo que desde entonces hayan entrenado fuerte para desarrollar el típico sadismo policial. Dejando sentado entonces nuestro repudio por los excesos cometidos, resulta conveniente y sobre todo esclarecedor, discurrir acerca de la reacción no ya de la represiva policía sino del indignado periodismo, especialmente de un plano periodista de C5N que no ahorró adjetivos para denostar a la fuerza represiva por atacar a... "periodistas", como si avanzar sobre la sacrosanta casta lenguaraz constituyera un pecado capital, en su consideración seguramente mucho más grave que balear a un anónimo enfermo, un asistente social o un camillero.
Imaginamos la airada reacción del personaje respondiendo a esta crítica, arguyendo seguramente que él nunca señaló que la represión a periodistas fuera más grave que la ejercida sobre otros ciudadanos "comunes", sin embargo este episodio resulta un buen ejemplo para poner de relieve la tendencia oculta en el uso de cierto tono discursivo, y el empleo de subjetivemas que construyen precisamente subjetividad. El discurso ante una audiencia tiene la filosa propiedad de teñir el entendimiento, creando un ideario funcional al  emisor de la noticia. No tenemos duda que el periodista difícilmente admita la crítica, eso marcaría alguien capaz de reflexión, en tanto estamos conjeturando acerca de su intención, oculta incluso para él mismo al no advertir qué desliza su discurso. Aclaramos: él no ignora qué quiere, quiere decir eso pero sin que se note; y lo oculto en ese caso es su propia imposibilidad de reconocer que es eso precisamente lo que está diciendo. 
Imaginamos también el modo ofensivo de responder, por ejemplo: "Yo jamás he dicho semejante cosa..., imbécil, idiota, jamás he dicho que reprimir a un periodista fuera más grave que...", etc. etc., haciendo uso de la inmunidad e impunidad que ejerce el monólogo en un medio masivo sin exponerse al debate o al derecho a réplica. El periodista es un irredimible, no abogamos por su condena que, por otra parte la sociedad aún no está en condiciones de ejercer, pero nos parece valioso poner al desnudo el mecanismo que a diario se emplea para la inoculación lenta. Una suerte de publicidad subliminal que engaña los sentidos. 

viernes, 19 de abril de 2013

Caniles para la expansión.

A pesar del caos vial, la ciudad de Buenos Aires, con buen criterio, ha dispuesto espacios para que los paseadores de perros tengan lugar donde soltar sus jaurías. Para una sociedad evolucionada resulta muy importante que los animalitos correteen, pastoreen libremente, ladren en lugares y horas determinados, sin molestar al vecino. Sobre todo que necesitan sitios donde liberar instintos y hacer sus necesidades, de paso sentir que no están tan aislados sino que puedan compartir correrías con ejemplares de su misma especie. Es muy tierno verlos libres, jugando alegremente, oliéndose, mordisqueándose, incluso hasta liberando alguna que otra expresión de hostilidad, que también la ferocidad es un componente de la especie, cuyas aisladas apariciones no hacen sino destacar un comportamiento general bastante pacífico del perro urbano.
La medida reconoce ante todo respeto por el animal, en segundo lugar un auspicioso sentimiento de piedad y por qué no también, amor hacia esos simpáticos integrantes de la familia, que merecen no sólo la consideración de sus dueños, sino el empeño de los mismos para lograr medidas que posibiliten dar cauce a expansiones naturales del instinto canino. Debe tenerse en cuenta que los pichichos no tienen a su alcance otro medio de expresión, mecanismo propio de especies más evolucionadas como el ser humano, que a través de las urnas tiene el valioso recurso de volcar deseos y preferencias, evitando así repetir el destino de las mascotas, animales al fin; en ese caso, se vería obligado a salir a tontas y a locas por las calles, si acaso el gobierno desoyera reclamos, intentara vulnerar legítimas aspiraciones, o avanzara sobre sus derechos.
No cuesta demasiado esfuerzo imaginar qué sería de nuestra sociedad, si las urnas no ofrecieran un cauce liberador para expresar expectativas que recojan y garanticen la plena realización del individuo. Por fortuna disponemos de una clase política que colabora con la población civil, para ayudarla a entender cabalmente la realidad, de modo que las mascotas puedan ganar cada tanto la calle y recalar en plazas con caniles, donde los paseadores logran juntar verdaderas multitudes de pichichos que ladran y ladran libremente, para regresar luego a sus cuchas, exhaustos pero felices. Casos aislados se han verificado en que algún exceso ha dado lugar a lamentables mordiscones, cuyas víctimas resultaron desafortunados periodistas que intentaban reflejar la ejemplaridad de las jaurías; ataques que por lo aislados - repetimos -  no hacen sino reflejar dicha ejemplaridad. Bien por la medida, ejemplo de respeto y armónica convivencia entre legisladores, paseadores y pichichos. Lo único malo, es que los caniles no evitan la animalidad del perro, la confirman, pese a muchos dueños que intentan atenuarla colocando pañales a sus mascotas.  

sábado, 13 de abril de 2013

Macri y el giro copernicano

Sorpresa entre los beneficiados y escasísima difusión tuvo la decisión de Macri de recortar los subsidios a la educación privada en la ciudad. La palabra oficial es que no hay tales recortes, se mantiene el porcentual de subsidio pero se paga menos según el estado financiero de las arcas porteñas; ergo, hay recorte, cualquier justificación es un derrape del idioma. Quienes conocen la historia del papá de Antonia saben de su desvelo por el descanso, de su devoción por los asesores, de su tenaz incapacidad para elegirlos, y la ternura que inspira su padrón electoral, víctima del síndrome de Fito Páez. Lo que seguramente ignoran (ábamos), es el giro copernicano que ha dado su pensamiento - el exceso en el nombre obedece a que de algún modo debe llamarse a lo que flota en su cráneo -. El hombre un día despertó del sueño dogmático y decidió adscribir a la educación pública negando a los colegios privados los subsidios de siempre. Sí, señores, tal como se oye, los colegios privados deben pagar sueldos de sus propio peculio lo que auspiciará un aumento desmedido de cuotas favoreciendo el efecto cascada, es decir inclinando el plano hacia la escuela pública.
La idea de igualar no es mala, más allá de ser injustificada, arbitraria y no advertida con tiempo a sus perju-beneficiarios. Lo insólito es que provenga de un hombre que da su vida por la iniciativa privada. Y menos comprensible aún considerando que los colegios de mayor facturación son los que han tenido quitas con un menor porcentual de incidencia. Será porque facturan mucho y un porcentaje menor suma tanto o más que un porcentaje mayor en una cifra de facturación pequeña, lo que se da de narices con la supuesta igualdad. Macri quiere plata y punto. Importa un bledo de dónde y cómo venga, y quién sea el perjudicado.
Claro que conociendo los insospechados vaivenes del personaje uno puede imaginar explicaciones acerca del fenómeno. Quizás sea todo producto de un mal sueño, o de una interpretación equivocada de Durangel Barba; o quizás un rayo de Dios lo iluminó como a Saulo de Tarso y de cepillar cristianos a troche y moche, de buenas a primeras decidió velar por la educación pública; también es posible que se haya hartado de tanto aumento de matricula en los colegios privados y haya resuelta angostar la cúspide de la pirámide social. Y por qué no también una represalia contra el Virrey, cuyos hijos y nietos han gozado de la educación privada y mire un poco lo que resulta de la democratización del saber, cualquier ignorante se inflitra, obtiene contratos millonarios - feo eso en la Boca -, y hasta es capaz de coquetear con el fantasma del descenso.

miércoles, 10 de abril de 2013

"Ineficiencia Mortal" versión Xbox

Los bad-journalist-boys acaban de inaugurar un nuevo juego para la Xbox, considerando que los cadáveres en su versión alfanumérica, es decir reducidos a letras y números, no se pudren, pueden permanecer días enteros en los medios sin causar molestia, y excitan a la audiencia necesitada de espanto. Se trata de lograr mediante disparos orales - noticias - que envían a través de sus columnas y/o noticieros, la mayor cantidad posible de muertos por ahogo, electrocución, infarto o aplastamiento, a causa de un tsunami que habría sucedido en Buenos Aires y La Plata, desde luego ficticio, claro que Jean Baudrillard dudaría de la versión.
Los participantes pueden elegir distintos nombres, tal como en las versiones de fútbol donde cada jugador opta por conducir la selección nacional de su preferencia; ahora, por ejemplo, la más elegida es Argentina debido a la presencia de Messi y el auspicio de un Papa de tribuna santa; el resto se reparte en países menos representativos - Italia, España, Suecia, países aburridos que jamás se inundan, al menos con agua -.
En la nueva versión de Ineficiencia Mortal los participantes tiene dos opciones: CABA y Provincia de Buenos Aires, conducidos por sendos líderes, ambos reconocidos futbolófilos, tanto que se desafían entre sí en la vida real, incluso calzan los cortos capitaneando sus respectivos equipos. Pero la novedad de este nuevo juego es que no hay conversiones, en cada turno los periodistas oficiales u opositores - equivalentes a los jugadores en cancha -, provocan muertos, no goles; los logrados sin identificación valen doble, de modo que aquellos con nombre y apellido integran una segunda categoría. No es nada fácil obtener cadáveres anónimos, la tecnología enseguida los descubre, pero sí es posible sumar desaparecidos que en cantidad de tres equivalen a un muerto identificado, y en cantidad de seis valen por uno sin identificar. Lo interesante es que retomando la teoría de los dos demonios uno puede inventar muchos desaparecidos como en la versión Jorge Rafael Battle's - "los desaparecidos no existen" -, de modo que cada jugador puede sumar tantos como se le antoje, ya que es imposible cruzarlos con la realidad para establecer criterios de verdad y poder validarlos. En suma, todo se reduce a una cuestión de tiempo: A declara 25 muertos y B retruca con 39; A vuelve a dominar con 51 y B mejora con 59, hasta que en un momento acaba el match y gana el último número ofertado. Conocida la mecánica y resultados del juego, la habilidad consiste en saber elegir equipo, ya que siempre gana Provincia, como si hubiera dados marcados. CABA -¡cuándo no! - es ineficiente hasta para matar. Por suerte la realidad sólo sucede en la pantalla, caso contrario ¡qué tragedia habría sido! 

sábado, 6 de abril de 2013

El engaño de la solidaridad

Metafórico refrán, "cuando el río suena agua trae", sugiere que un aumento del sonido implica mayor caudal hídrico. Según el paradigma actual podría agregarse que ese aumento de caudal también arrastra mayor cantidad de basura. Cuando los medios cargan los oídos con alguna palabra que apunta a la emoción de la gente, es una buena señal para maliciar algún engaño, cuestión de afinar el oído y tratar de desmenuzar la albóndiga para descubrir el pescado podrido - fea palabra, pero gráfica -. Ante una tragedia nunca faltan pregones imbéciles, sin ir más lejos aquel testigo de la tragedia de Lapa que, salvado por milagro, afirmó que con eso Dios había mostrado que existía, pero no explicó por qué necesitó liquidar a 85 inocentes.
Ahora, no uno sino varios imbéciles, aseguran que los argentinos somos solidarios, arenga inobjetable en una sociedad conmovida ante la devastación causada por el temporal. Sería bueno entonces pensar qué significa solidaridad, término asimilable a entrega, generosidad; sobre todo que otro imbécil sacudió los micrófonos afirmando que cada tanto es bueno despertar y pensar en el otro, como si el verdadero solidario necesitara medio centenar de cadáveres para actuar. Sucede que la palabra es gratis y los medios han decidido prestar  micrófono a estos especímenes siglo XXI, portadores de una nueva mutación que conecta directamente cerebro con recto y aparato fónico, cuestión que entre las pocas ideas suelen colarse muchas flatulencias.
Por si no lo advirtieron, el argentino no es más o menos solidario que el mongol, el sueco o el marroquí. Quien sí muestra una encomiable solidaridad cuando algo fractura el liso paño de lo cotidiano, es el hombre anónimo, generalmente de escaso recurso material pero enorme caudal espiritual, inmune a la ambición personal, alguien con genuina empatía capaz de reconocerse a sí mismo en el otro. Y quien no, es aquel que teniendo recursos suficientes los aplica a construir y mantener mayorías sumergidas, empujándola a escribir su vida en otro paño oprobioso, el de la contumaz repetición y la escucha contaminante. Por eso, al suceder una tragedia, el pobre acude en auxilio del necesitado, sincera expresión de amor; por eso, el ambicioso alienta - imbéciles mediante -, la fantasía de que "el argentino es solidario", para que otro ponga el cuerpo e infle su orgullo en lugar de advertir todo lo que el poder mezquina. La solidaridad no sólo revela una mayoría generosa, una lectura más fina también desnuda lo injusto de una acumulación desigual. 

jueves, 4 de abril de 2013

Solidaridad con Macri

Ante el drama climático que asoló al litoral del Río de la Plata, nos ha conmovido profundamente la actitud del Jefe de Gobierno de la Ciudad, no sólo por el desempeño al frente de su equipo, siempre al pie del cañón ante la emergencia, incluso antes de que arreciara el meteoro. Desde las tres de la mañana - declaró, aunque sospechamos prefirió obviar que desde mucho antes temió por la suerte de sus gobernados -, se puso al frente de su equipo para conducir las operaciones de socorro, arbitrando todos los medios para la asistencia de las víctimas; no sólo por eso, decíamos nos ha conmovido, sino por la actitud generosa de poner a disposición del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, toda su fuerza para colaborar también en la asistencia a las víctimas de la capital provincial.
Estremecedoras fueron las declaraciones vertidas hoy junto a su Vicejefa y su Jefe de Gabinete, previo al anuncio de aumentar la cifra de los subsidios y la suspensión del ABL por seis meses para los afectados por la tragedia, cuando aludió al profundo dolor que lo embargaba personalmente, como así también a sus funcionarios. Aquellos que especulan políticamente con esta catástrofe, acusándolo de negar o aun distraer fondos de las obras destinadas al drenaje de las cuencas, o critican el merecido descanso que se toma para compensar el duro estrés que representa la conducción política de la ciudad, deberían haber visto el gesto amargo del titular del ejecutivo porteño, y sobre todo saber leerlo para apreciar en su justa medida el dolor que escondía esa mirada transida, y esas comisuras llovidas de quien está a punto de quebrarse en llanto.
Si acaso el encono político de sus opositores no permitiera entrever el compromiso emocional derramado por el primer mandatario capitalino, evidente en el gesto agrio, allí estaba para desmentir cualquier posible felonía la imagen del Jefe de Gabinete, sumando a su habitual gesto de ternura, la angustia por el futuro de los damnificados por la fuerza brutal de la naturaleza que, tal como señaló en la conferencia de prensa el Jefe de Gobierno, "nos ha puesto a prueba"; y no dudamos habrá de superarla.
Pero si a pesar de todo el ladino escepticismo, exacerbado por una secreta homofobia, descreyera de la sinceridad de estos dos abnegados conductores políticos, también sumaba su congoja la Vicejefa de Gobierno, ella sí excedida por la pena, pero a pesar de todo serena, dispuesta a esconder en su rostro de virgen dolorosa la tormenta que se cernía sobre su alma. Sepan malintencionados opositores, sepamos golpeados porteños: allí están ellos y equipo siempre alertas para dar todo por sus gobernados.  

lunes, 1 de abril de 2013

Péndulo histórico

La historia política del país - más precisamente del siglo XX -, reconoce una oscilación permanente entre dos ideas bien definidas. La primera, llamémosla clásica, propone transitar un modelo practicado en el "centro del mundo", sustentado en dos conceptos básicos: democracia y libertad, imágenes seductoras sobre las que trepa la ambición de quienes las defienden a ultranza para afianzar posiciones de poder propias. La bendita democracia en teoría incluye a todos, pero de distinta modo, diversidad en la que predominan minorías que al amparo de la libertad ostentada, afirman y extienden el dominio sobre el resto, un mecanismo perfecto en el que cualquier intento de subvertir el orden será, desde luego, subversión.
El modelo alternativo, pretendidamente igualador, acude a imaginarios colectivos que incluirían a esa mayoría postergada que ha comprado la versión de la democracia liberal, avanzando sobre las minorías privilegiadas. La airada reacción de éstas ante el avance, cacareos nerviosos que recuerdan el rumor del gallinero ante la presencia de un zorro, intenta explicar el apoyo mayoritario que obtienen estos modelos, validado en cifras electorales, mediante un encandilamiento colectivo equivalente a la oferta de salvación mágica que proponen las grandes religiones. 
Si alguien sospecha que algo parecido está sucediendo en lo que va del siglo actual, excluyendo la debacle del 2001 con la secuela del bienio inmediato siguiente, está errada. No está sucediendo algo parecido, está sucediendo exactamente eso. Así las cosas, nadie sensato podrá objetar el avance sobre el privilegio de pocos, vaya entonces un aplauso por la gesta. Distinto es caer en el encandilamiento - tal como propone el cacareo -, creer a rajatablas la idea de un paraíso terrenal, y confiar que esa desarticulación de los grandes centro de poder se derramará como un líquido bendito sobre la mayoría crédula. Esta actitud ingenua que antes comprara la idea de democracia y libertad, también ofrece la tarjeta de la fe para adquirir la idea de un colectivo igualitario, en donde todos bailen sin distinción como en un carnaval sin máscaras. Malas noticias para la mayoría; la historia también muestra que quienes invocan esos colectivos también auspician cierto arrebañamiento que borra al individuo, junto con las diferencias de clases, arrojándolo a la horda primitiva. Corolario: desarticulemos privilegios, pero también despertemos conciencias para no convertir el cambio en una idolatría con sentido inverso.