miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pronóstico 2013

Hora de balances. En lo referido al blog, este medio año de trabajo iniciado en junio, con sus 36 entradas, constituye un logro plausible; por un lado en el sentido de la permanencia; por el otro, en cuanto al respeto a las consignas que impulsaron su creación: intentar descubrir detrás de la lectura ligera, las verdades escondidas en la "realidad" construida a diario por los medios, sea develando la grosera tergiversación siempre impune, sea en la condena a esa impunidad que el periodismo - todo -, defiende corporativamente alentando excesos de uno y otro lado - "la libertad debe regir aun al precio de la mentira periodística" ha sugerido la presidenta, temible temeridad -, sea poniendo en evidencia intencionalidades que responden a ocultos intereses sectoriales. Pero sobre todo enfatizando en que la práctica de esos escorzos periodísticos propenden a la formación  y consolidación de un lector ingenuo, incapaz de plantarse desde su propia realidad y juzgar críticamente tales intenciones.
En cuanto a la realidad global, 2012 ha sido un año bisagra en relación a este punto. La plena vigencia de la ley de medios, más allá de las apelaciones pendientes, marca una tendencia a la multiplicadad de voces que, de todos modos, sigue siendo una expresión de deseo - cierto que cada vez más próxima -, por cuanto sólo rige por ahora el primer paso: fracturar una hegemonía sistemática. No se avizora aún cómo será posible poner en marcha la expresión "coral", ni como prevalecerá frente a los canónicos "solistas informativos". Dicho sea de paso, convendrá estar alerta para observar cómo tomarán forma los "coros populares", un conflicto en ciernes que reconoce la necesidad de directores que armonicen esos innumerables tenores, barítonos, sopranos y contraaltos que, sin armónica dirección sonarán inevitablemente disonantes. La música de la palabra reconoce varios componentes que aún no han sido reconocidos y analizados con el cuidado que merecen. La reflexión crítica - demasiado invocada para ser cierta -, la mesura - aún distante de la pasión bipolar que nos envuelve -, y la sospecha - reducida a la nostalgia de sus olvidados maestros -, todavía siguen siendo quimeras cuya recuperación y ejercicio animará periodistas y lectores más confiables.   

jueves, 20 de diciembre de 2012

Ninguneo: una nueva mirada

Conmoción: Un hombre mató a sus empleadores y luego se suicidó por una deuda de dinero. Consultado un siquiatra al respeto señaló que estas personalidades tienen una escala de valores distinta al común de la gente, junto a cierta tendencia a propiciar y actuar un orden más justo, fuera del vigente. Por otra parte, un psicólogo mencionó que en ciertas personalidades, el ninguneo de la persona y su descreimiento de que el orden legal pueda ofrecerle justicia, es decir, la imposibilidad de obtener lo que legítimamente corresponde, puede disparar conductas condenables para la moral vigente. Si a este caso y a estas opiniones, agregamos la idea tan cuestionada de locura tratada por Foucault, podemos echar una mirada distinta al hecho. Sobre todo revisar el episodio sin el contaminante "horror" que causa, y tomando distancia de la condena liviana sobre un hombre cuya labilidad emocional y su nula posibilidad de obtener respuesta a su reclamo, en una sociedad que sólo cuida ciertos estamentos sociales en perjuicio de otros, lo hace doble víctima: por una parte queda fuera del mecanismo que imparte justicia - tan alerta y veloz cuando quiere -; por otra, recibe calificaciones siempre amigas de la condena fácil, apelando a una locura funcional al orden actual, dejando de lado el espíritu crítico, más útil cuanto más arduo. La desproporción entre una deuda y un homicidio para nuestra valoración ética, es siempre un buen recurso para no revisar qué se esconde detrás de la locura.
En un mundo donde los bienes son escasos, las necesidades crecientes, y el estímulo a la posesión y consumo se ha convertido en un credo irrestricto, ¿qué clase de orden propicia un sistema que funciona no sólo aceptando la acumulación de bienes sino inspirándose precisamente en dicha acumulación?
El hombre no ignora que los icebergs son enormes bloques de hielo que derivan sin rumbo hasta que el calor los reduce, y que la cúspide emergente es mucho más pequeña que la sumergida. Sin embargo no deja de mirar maravillado la cresta sobre la línea de flotación, en lugar de reconocer que debajo está el sustento verdadero donde asienta la naturaleza del objeto. Claro, sumergirse es más trabajoso. La milonga recoge esta idea más sucintamente pero con idéntica fuerza: "La raíz del árbol no canta, canta la copa nomás".  

viernes, 7 de diciembre de 2012

Otra vez sopa

El triste destino de los simples, es decir nosotros, los hombres comunes que lidiamos con la vida, es ser el jamón del sandwich, estar siempre emparedados a expensas del mordisco. Esta interminable historia sobre las cautelares que prolongan indefinidamente la vigencia íntegra y acabada de la ley, es otro de los recursos espurios de la democracia para obstaculizar la voluntad popular. Esto no significa afirmar que la voluntad popular sea la mejor, pero es la que rige en un sistema representativo, incluso reconociendo que también la representación es cuestionable al no respetar la voluntad de cada hombre, que pierde presencia al estar reencarnado en otro. Pero puestos en la democracia, y admitiendo que es lo mejor, qué podemos esperar de un sistema representativo que no respeta las representaciones. La democracia parece tener anticuerpos para burlar siempre las decisiones mayoritarias, sea por el veto ejecutivo o las cautelares judiciales, ambas con potestad para arrollar sin piedad la voluntad popular. ¿Qué tiene de bueno entonces un sistema que llena la boca de todos por su capacidad abarcativa, y unos pocos lo someten mediante recursos previstos en el mismo sistema? La democracia vendría a ser una bacteria inmune a cualquier antibiótico. 
Nosotros, los simples, no ejercemos actos de gobierno, los obedecemos; no propiciamos las leyes, las acatamos; no producimos sentencias, las cumplimos; no practicamos la corrupción, la padecemos; no alentamos despojos, los pagamos; no invertimos, producimos para engordar inversores, es decir, trabajamos de trueno y es para otros la llovida, según pregona Yupanki.
Prescindiendo del contenido de la ley de medios, desde la antigüedad, la ley es el recurso de los débiles para fijar límites al vasallaje del poderoso, esa es su esencia. Y en la democracia, el estudio, proyecto, discusión y promulgación de la ley, es resorte del poder legislativo, supuesta representación de la voluntad popular. Si la misma democracia permite burlar ese mecanismo estamos en problemas.
Arguyamos que ese poder legislativo que aprobó la cuestionada ley es incompetente, feo o tiene mal olor, pongamos que no nos gusta el bigote de un senador o las siliconas de alguna diputada, pues el mecanismo para corregirlo es no votarlos en las próximas elecciones, por otra parte el único recurso disponible para los simples. Ahora, si pese a todo, los poderosos se reservan trampitas democráticas para seguir haciendo lo que quieren, que nadie se rasgue las vestiduras si mañana algún desmadre se lleva puesta a una Cámara. 

martes, 4 de diciembre de 2012

Periodismo vergonzoso

Pongamos que se apruebe sin cuestionar que el periodismo ponga frente a cámara a alguien abusada, que en su triste cautiverio ha sido víctima del sadismo más condenable - abuso sexual, esclavitud, obligación de ingerir excrementos -, pongamos que sí. Pero qué mecanismo impulsa esa entrevista: ¿El afán de informar para hacer visible al público las bajezas del ser humano, o exhibirlas impúdicamente en un cuestionario que de tan perverso podría ponerse a la misma altura del delito?
La repulsión que causó en su momento el caso de la mujer cautiva en Coronel Suarez, fue menor al que provocó el morboso cuestionario a que fue sometida por los multipremiados periodistas del canal que realizó la entrevista. Pero nada fue eso, frente a la sugerencia que le hicieron de que antes de auxiliar a los demás, proyecto que la mujer expresó tener en vista, cuidara de sí misma, una propuesta de tono eclesiástico que proponía hacer lo que ellos decían, pero no lo que hacían en ese momento. La justificación clásica del peor periodismo, la peor por otra parte, es que su obligación de "mostrar" hace visible lo que no debe ser. Y aunque lo ignoraran, efectivamente lo hicieron, porque esa entrevista fue una lamentable muestras de morbosidad malsana que no perseguía otra cosa más que sensibilizar al televidente con la repetición verbal de una experiencia que de tan traumática, resulta fuente inevitable de angustias de difícil erradicación. Es decir, la recomendación de curarse antes de ayudar a otros, aparente solidaridad, sólo podía ser posible luego de la entrevista donde fue sometida a la perversa evocación de los excesos padecidos. Al punto que concretamente se le preguntó, durante la hora de la cena para colmo, si efectivamente había comido excrementos. En descargo de los soberbios periodistas debemos reconocer que tuvieron el buen tino de no avanzar sobre si le había gustado o no, o bien a qué podía comparar el gusto de las heces. Pero seguramente ellos, habituados a la práctica, podrían habérnoslo dicho.
Nuestro último blog señalaba que permitir la libre expresión al punto de tolerar la mentira sin sanción hedía a exceso demagógico; poder hablar libremente no implica poder decir cualquier cosa. Ahora doblamos la apuesta, creemos que debería haber un amplio control, debate y difusión de los dichos e intenciones vertidos por todos los medios, habida cuenta de que el valor de la palabra construye opinión y se entromete en cualquier hora y hogar, convirtiendo a sus integrantes en constantes víctimas de la perversión periodística. 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿Periodistas inmunes = Periodistas impunes?

Es tan grosero el traspié de Clarín al denunciar a periodistas partidarios del oficialismo por incitar a la violencia, que también resulta grosero sumarse a la condena. Incluso queda la sensación de que hacerlo implica cierta despersonalización, como si no fuera posible hacer otra cosa que repetir como loro: Debe permitirse la libertad de expresión sin que puede judicializarse ninguna denuncia contra ningún periodista "aún cuando mienta", expresión ésta última de la misma presidenta. Este fanatismo con la libertad de expresión es al menos discutible, algo así como que no es posible hacer nada con la sacrosanta palabra vertida por cualquier representante de la variopinta corporación periodística.
Embozada en el engañoso respeto a la libertad de opinión, pareciera ser que detrás de esta amnistía previa a todos los dichos posibles, se está asegurando impunidad a los dueños de la palabra, únicos con aire y centímetros para verter opinión; porque esos periplos que hacen algunos, micrófono en mano, esos granizos de celular y esos prende y apaga de inimputables, nadie sensato puede calificarlos como democratización de la palabra. Ser más papista que el Papa implica ser más santo que Dios y más demócrata que el voto, una versión posmodernista de la palabra donde nadie puede exigir silencio sin ser considerado fascista.
El periodismo es una profesión, como ser médico, zapatero o taxista; todas con modelos tácitos de buen ejercicio, cuya violación es causal de reclamo y eventual sanción. La mala praxis, la estafa comercial y el mal desempeño de las funciones son figuras que la legislación tipifica como punibles, de modo que el médico no debe equivocarse y matar, el zapatero debe garantizar sus arreglos, el taxista debe llevarnos por el trayecto más corto para no abusar, y un funcionario no puede malversar fondos. ¿Por qué entonces un periodista, que dispone del arma más formidable para distorsionar la realidad en el uso de un medio público destinado a informar, no puede ser sancionado por mentir? Pareciera que el afán de proteger esta profesión, quizás la más sospechada de todas, es garantía de correcto ejercicio democrático. Y no es así. El poder mediático de un periodista lo obliga a ser veraz, caso contrario debe hacerse cargo judicialmente de su mendacidad. Capital lingüístico, expresión atribuible a Paul Bordieu, es un concepto útil a revisar. Y debe interpretarse esta crónica como una convocatoria a la reflexión, no como una afirmación de que tal o cual periodista miente o no, sino que es posible que lo haga - de hecho ocurre - y que en tal caso debiera merecer sanción.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Cultivar marihuana ¿sí o no?

La peligrosidad de la palabra adquiere enorme gravedad cuando toma dominio público, y paradójicamente solo en público es efectiva, de modo que es inevitablemente peligrosa. Pero también debe aclararse que lo es tanto más, cuanto mayores sean los destinatarios, aspecto que permite advertir la importancia de los medios como vehículos de construcción de la subjetividad. Y no sólo por esto es peligrosa sino por su capacidad de tergiversación, al punto tal que puede testimoniar la fugaz idiotez de alguien inteligente, del mismo modo que es capaz de asignar lucidez al idiota que aprovecha aquella fugaz estupidez, para intentar convencernos de que alguien inteligente no lo es a causa de su desliz momentáneo. ¿Difícil no? Es que no puede ser menos, tratándose de una magnitud tan particular como la lengua, siempre apócrifa por ser remedo de la realidad, siempre necesaria por ser el único vehículo capaz de representarla.
El error de la diputada Cerruti al decir que tiene una planta de marihuana no es tenerla, sino haberse expuesto al retruécano por haberlo dicho en público, precisamente en un momento de la historia donde de a poco va entendiéndose la importancia de los medios, cuya consecuencia a largo plazo seguramente será terminar con los idiotas que señalaron su idiotez para desmerecer su inteligencia.
A propósito de idiotez e inteligencia conviene aclarar que no son atributos exclusivos y excluyentes. Ni Cerruti ni sus detractores, ni nadie, es sólo una u otra cosa sino ambas. La fina balanza que mide estas magnitudes tampoco es propiedad de alguien en exclusiva, de modo que nunca podremos tener certeza de dónde está una y otra. En todo caso en el mayor o menor ejercicio de alguna de esas habilidades caerá el adjetivo que califique. En la historia de la protagonista - Cerruti, no la plantita -, abundan más lucideces que oscuridades, lo que no la exime de merecer condena por su momento de idiotez. En sus detractores la ecuación es exactamente igual pero inversa, lo que tampoco impide que admitamos la crítica, pero repitamos: no por tener la plantita sino por decirlo. No obstante, a modo de premio, aceptemos que esta vez golpearon donde duele, y premiemos entonces el contraste. Alguna vez los idiotas también tienen momentos de lucidez aunque la empleen para confirmar su propia estulticia. Fumá tranquila Cerruti, pero en privado.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Ley de medios o de miedos

Parece un título de Berman - no Ingmar, el rabino; también Farinello era lamentable pero se sacaba el disfraz de religioso al menos -, sin embargo en eso pretenden transformarla quienes la presentan como un avance contra la libertad de expresión. En esta eterna partida de ajedrez, donde cada jugador sacrifica cuanto trebejo se le ocurra - total, siempre habrá una nueva partida por jugar -, el entretenimiento próximo será la puja en torno al 7D, alrededor del cual se vienen gastando millones en lavar cabezas. Curiosamente las mismas razones que arguyeron quienes aprobaron la ley, es la que ostentan sus detractores: asegurar libertad de expresión en los medios. Cuando se aplica una fuerza en sentido norte y otra en sentido sur no hacen sino neutralizarse. ¿No será que nos entretienen con eso para que nadie advierta que el sentido correcto es otro?
Veamos. Ya que las tendencias abogan por lo mismo revisemos qué es la libertad, eso tan maravilloso que ambas invocan. ¿Ser libre es comprar dólares a precio oficial - porque en las cuevas sobran -, o tener dinero para comprarlos? ¿Roca, Macri, De Narváez, son menos libres por pagar el dólar 6,30? ¿Rossi, Conti, Fernández, son más libres después de nacionalizar Aerolíneas e YPF. Si uno los oye hablar por los medios que hoy están en el ojo de la tormenta, sean quienes sean sus dueños, seguramente el primer grupo  barrenará sobre palabras, puros sonidos, flatus vocis, para demostrarnos que son menos libres con el dólar a 6,30. Pamplinas. Y el segundo grupo hará lo mismo para asegurar que las nacionalizaciones nos hace más dueños de nosotros mismos. Tampoco es creíble. El empleo del verbo creer no tiene aquí sentido teológico, simplemente surge de observar la realidad: yo sigo consumiendo transportes para ganado, no para personas, y padezco un tránsito endemoniado a causa de la inoperancia oficial y el crecimiento del parque automotor, gracias al viento a favor bien capitalizado por las terminales automotrices, promoviendo una ciudad caótica que ha perdido calidad de vida. ¿Tiene la culpa el gobierno o la oposición? Sólo puedo responder de modo tangencial: el pueblo no la tiene; los "simples" nos hemos ocupado toda la vida en trabajar y cumplir las leyes, no sabemos de palabras, sí de carencias, horarios y obligaciones, sin embargo nos encontramos con esta realidad. Es muy triste, una tristeza que embarga a la mayoría, del 54 y del 46% restante.   

jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Otra amenaza?

A raíz de una nota periodística en la que alguien objeta a un familiar su postura política, parece ser que la novísima crítica a la polarización de ideas inaugurada por la fuerte adhesión al gobierno - el "relato" según la oposición -, es que la misma divide a la familia, destruye amistades, fractura sentimientos, y amenaza con pulverizar la paz. Algo así como un apocalipsis mental que inevitablemente sumirá a la república en un pavoroso caos, no menos grave que todos los anunciados antes y jamás verificados en la realidad. Pero, claro, este sí lo hará. Y nadie ignora que la amenaza más temible es siempre la última.
No sólo resulta ingenuo pensar de este modo, sino que ese "relato" es otra construcción, de quienes creen descubrir en cada mensaje una aviesa intención de construir subjetividad. Lo curioso es que siempre ha sido así, y precisamente ahora es que la gente comienza a advertir este fenómeno, aunque de momento no haya modo de neutralizarlo. Que las interpretaciones acerca de la realidad o las ideas, difieran, es otra historia, pero no hay nada mejor que confrontar, analizar, criticar, comparar, releer, y sobre todo revisar el discurso del periodismo - al fin quien nos "habla" -, y cotejarlo con los anteriores, incluso dentro del mismo medio. El defenestrado 6,7,8 nos ha enseñado eso, y aunque el gobierno también fragüe cosas, el mago que revela sus trucos finalmente desaprueba el ilusionismo, caso contrario conservaría in péctore el secreto mecanismo.
Es ingenuo ver como a partir de la rivalidad ideológica, los ingenuos acusan de ingenuos a los ingenuos. Y viceversa. Y más ingenuo es creer descubrir la ingenuidad en el otro, antes de advertir o al menos sospechar ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueños y agonías? 
Corolario: La ingenuidad consiste en tomar partido por cualquier forma de poder - político o económico -, hoy circunstancialmente enfrentados pero esencialmente unidos en su índole. La dicotomía real consiste en el eterno enfrentamiento amo-esclavo, bendito Hegel. Mientras nosotros, ingenuos esclavos, discurramos a favor o en contra de alguno de ambos poderes, seguiremos prisioneros de alguno. E incluso podemos esperar que vuelvan las oscuras componendas entre ambos. Esas, como las golondrinas, regresan siempre. Sepamos de paso que el poder político alterna, el económico jamás.   

miércoles, 7 de noviembre de 2012

8N ó 9D

En esta suerte de batalla naval, el primer misil cae fuera del tablero, es nada, ni siquiera agua. El segundo no sólo cae adentro, sino que también produce avería, pero acaba siendo inocua. Intentemos analizar por qué.
Aquellos que dicen no sentirse identificados con el gobierno y adhieren al 8N, integran la nada ideológica; parecen ignorar en qué consiste el mecanismo que opera la representación democrática, ya que en la última elección votaron, al 54 % o al resto. Si para justificar el acto aducen haberse equivocado deben revisar por qué siguen jugando como siempre, si en cualquier juego la banca gana; son jugadores compulsivos, forman esa población ingenua que cree participar sufragando. Cuando advierten el engaño y pretenden repararlo caceroleando vuelven a confundirse, no advierten que el poder económico - el único, como Dios -, permite soltar algunas flatulencia pero jamás evacuar totalmente el intestino. La analogía es de mal gusto pero resulta bien fidedigna, el electorado siempre debe retener las heces adentro. Creen que hacer ruido los visibiliza.
Los del 9D, en cambio, averían la rumbosa nave enemiga, y eso es bueno, pero caen en otro recurrente error: creer que las heridas infligidas al poder económico disminuye el ejercicio del poder. No es así, el ente se alimenta de su propia sangre, aun herido de muerte renace como el ave fénix para seguir expoliando al mundo. De paso alienta el argumento de que el gobierno se cree dueño de la verdad y avanza sobre la libertad, claro mensaje de que el monstruo se arroga encarnar ambas cosas. Lo grave es que una porción de descerebrados responde a estas consignas y cree que de ese modo gravita. Son como los padres del dolor que ante la pérdida de un hijo reclaman justicia, como si la misma se administrara desde alguna repartición, cuando la causa es el deterioro social, entre otras cosas debido a políticas exclusivas alentadas por los autodenominados adalides de la libertad. Pero peor aún es que el poder económico tenga resto para permanecer agazapado, y socavar al enemigo empleando a esos ingenuos que, así como actúan el 8N, salen a golpear Bancos cuando les confiscan sus ahorros o piquetean rutas para objetar políticas de inclusión. Otra minusvalía del poder político en franca pugna con el económico, es que su fuerza es finita. La del otro no, y a la vez cuenta con un multitudinario ejército de torpes marionetas agitadas mediante hilos mediáticos.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Hablan pero no dicen

La distinción entre voz y habla tiene larga data. Si bien es materia de sesudos trabajos entre pensadores posmodernos ya está presente en los clásicos griegos. En términos muy generales alude a la diferencia entre comunicar, función que cualquier especie animal practica, y la expresión lingüística propia del hombre caracterizada entre otras cosas por la posibilidad de mentir. Suena raro presentarla de este modo, pero es un modo sano de colocar frente a nosotros uno de los atributos destacados de la lengua. Muy genéricamente  el idioma, el discurso, la palabra, o como quiera llamarse a esto que el hombre emplea a diario para representar la realidad, no es más que un remedo de esa misma realidad, y como toda copia está sujeta a interpretación. He aquí el secreto que desvela a los filósofos del lenguaje y que viene distrayendo a medio mundo acerca de las cuestiones medulares del pensar. Cómo será que pensadores de la talla de Heidegger o Wittgenstein, después de descerebrarse en la búsqueda de respuestas recomiendan callarnos la boca y meter violín en bolsa. Cierto que también lo hace Juan Carlos Boludón y no deja de matar elefantes y abofetear choferes. Para colmo el imbécil lo intentó con Chavez, además de locuaz, rebelde.
Este contraste entre pensadores y aristócratas, entre gente al menos preocupada y vagos que andan al cuete por la vida, no hace más que repetir la inestabilidad del habla, un terreno fértil para la clase dirigente, especialmente para el pintoresco político de nuestras pampas. Nótese que cualquiera de ellos invoca las mismas bondades para cautivar ilusos en época de engaño - perdón, electorales -. Palabras como libertad, igualdad, trabajo, capital, crecimiento e inclusión, repican juguetonas en gargantas más o menos infectadas por ambiciones personales, pero todas debidamente contaminadas con dispar virulencia.
Dos vocablos y dos protagonistas alcanzan para imaginar las filigranas del embaucamiento idiomático a que es sometida la sufrida masa electoral. Macri invocando la igualdad y Kicillof operando el  capital vendrían a ser paradigmas de lo insólito, binomios del ridículo buscando pista para aterrizar en alguna letra de tango,  e integrar la vidriera irrespetuosa de los cambalaches junto a la proverbial biblia llorando contra el calefón.

viernes, 26 de octubre de 2012

¿Mala oposición = Buen gobierno?

El interrogante del título define un tema muy en boga. Un pitoniso de encuesta - esos émulos de Galileo que matematizan la voluntad popular -, respondió negativamente ante las cámaras la pregunta en cuestión. Tono azorado, el gurú preguntaba por qué una oposición fracturada implica un gobierno exitoso. Pregunta retórica, claro, como afirmando lo contrario. Y es correcta la apreciación, si uno se queda con el significado puntual, como si no fuera posible interpretar el fenómeno; algo así como revalidar la teoría de la causalidad invocada por Hume, acerca de que la razón nunca puede justificar el efecto a partir de la causa. Pero sucede que han pasado algunos siglos desde el empirismo, y hoy quien no interpreta es un imbécil. El encuestador de marras no interpreta, ergo.
Si hasta el primer Perón con todos sus errores y excesos fue capaz de juntar a Dios con Lenín para hacerle contra, cómo es que no sucede lo mismo con Cristina. Muy simple: ni la presidenta es el primer Perón, ni estos descerebrados de la oposición pueden sostener un discurso coherente consigo mismo, cuánto menos con algún otro aspirante a suceder el trono. Mire si no a Tino y Garg..., - perdón, Macri y Moyano - a los besos, sugiriendo un romance cuyo único efecto es bastardear la ley de matrimonio igualitario.
Claro que hay por donde entrarle al gobierno, sólo que para eso es preciso observar asépticamente, pensar críticamente, y sobre todo, concebir los nuevos tiempos políticos no como aquella atávica confrontación entre facciones, sino como un entrevero sutil de ideas. Pero sucede que las ideas no abundan, y la carencia daña. Discutir políticas no es desprestigiar al rival, es preguntarse en principio si la política es adecuada, luego cotejar el mejor modo de implementarla. El asunto, por ejemplo, no se reduce a estatizar o privatizar, sino a lograr que la empresa cumpla su rol no sólo como unidad productiva, sino como elemento de igualación social. No reconocer esta diferencia significará seguir con buenas privatizaciones para muy pocos y malas estatizaciones para el resto. No es muy difícil advertir estas sutilezas, se trata simplemente de pensar, virtud negada a la oposición. Si aquel personaje arltiano que angustiosamente expresara "es triste no tener a quien matar", hoy mirara a los candidatos opositores, tendría otro problema: no sabría por donde empezar.   

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Construir ideas o realidad?

A raíz de la "Marcha del odio", así llamada por el tono emocional de las consignas, a veces ofensivas -"¡Chorra!", "paso previo a la debacle", "dictadura", "mordaza a la libertad de expresión" -, Clarín tituló el hecho:  "Creen que Cristina desoirá la protesta y no hará cambios", en base a 8 consultoras que según el diario afirman que "la Presidenta fue el eje de las críticas" y "debería tomar nota de las demandas".
Como suele ocurrir, el desarrollo de la noticia desdice el título donde destaca, ante todo, un sujeto borrado. "Creen" alude a un "ellos" inespecífico al que el lector suele adscribir de modo acrítico. Tomando el reclamo válido - inseguridad, cepo cambiario, estilo informativo, cadenas nacionales -, si se analiza una a una las 8 opiniones, se advierte que el aludido "desdén" presidencial, no es más que una confirmación de mantener las políticas de inclusión blandidas en la campaña electoral, algo que de no ocurrir tiene ya título: "El Gobierno admite su error". Así las cosas, mantener o no las políticas siempre será desaprobado por los instigadores del "odio". Lo que sí realmente es malo para quienes fogonean cambios, y nunca definen cómo y hacia dónde, son las políticas que limitan su poder económico jaqueado por la búsqueda de igualdad en la distribución de la renta. Y la oposición política, instigada por ese poder económico, tampoco se esmera en marcar errores de ejecución en esas políticas de estado, que además de igualar, de paso siguen beneficiando a sectores de poder afín al gobierno, en detrimento de una clase media - también a redefinir -, que padece como efecto secundario la mal buscada igualdad. Dicho de otro modo: está bien igualar, pero con medidas bien implementadas. Por ejemplo, el Gobierno podría perfectamente destrabar el cepo cambiario para pequeños ahorristas anotados en ese reclamo, y demostrar con el sostenimiento de una política de crecimiento y consolidación de nuestra moneda, que tal forma de ahorro es inútil e innecesaria, como ha demostrado con la realidad misma cada anuncio apocalíptico opositor.
Los 8 consultores mencionados - dicho sea de paso tampoco son pitonisos -, destacan principalmente el fenómeno de una oposición víctima de su propia inoperancia, por la vacuidad intelectual y su histórica adscripción y connivencia con grupos de poder económicos que nunca se atrevieron a enfrentar, cosa que sí hizo este gobierno.
En cuanto a los otros dos reclamos "válidos": inseguridad y excesiva cadena nacional, el primero es un fenómeno de naturaleza social que apunta al gobierno nacional, provinciales, municipales e incluso el poder judicial. Si bien es cierto no cesará con mayor represión, exige políticas más activas en el tratamiento del delito "inmediato", sin perjuicio del tratamiento "mediato" a través de políticas inclusivas, pero no "blandas". Suponiendo que se acuerde con recuperar al delincuente, no debería ser al precio de excluir al ciudadano que respeta la ley. Finalmente la cadena nacional puede ser tediosa, es cierto, pero también es un recurso y hasta una obligación del gobierno de turno, informar acerca de su gestión, claro que también debería dar cuenta de los "pendientes". Un país que viene creciendo no debería permitir que el trabajador viaje en las condiciones que lo hace a diario. Para advertirlo, bastaría que el gabinete en pleno viaje en el Sarmiento en hora pico, se atienda en un hospital público, o haga la prueba de vivir un mes con el salario mínimo del Indec. Se trata de poner el cuerpo a la realidad, no palabras y números. Menos aún construye publicar una caricatura de la presidenta con gesto de gozo. En suma: ni odio opositor, ni ingenuidad oficial.





viernes, 14 de septiembre de 2012

Cacerolas sin guiso

Esta columna aspira a no ser irreverente, sí en cambio se permite despuntes de humor que, además de arrancar una sonrisa, proponga reflexiones esclarecedoras. El título al menos lo pretende, al señalar el destino forzado de esos improvisados bongoes de acero, pensados para cocinar jugosos chupines y fragantes pucheros. El aludido cacerolazo representó una variopinta muestra de insatisfacciones sociales que la hegemonía mediática retradujo en acérrima condena al gobierno. Entre otras, algunas pancartas reclamaban Basta de diktadura, No a la inseguridad, Despertate, Queremos comprar dólares, Que se vayan todos No a los impuestos, una diversidad que definió urgencias perentorias junto a banalidades, mezclando evasores, obnubilados, temerosos, deportadores, insomnes y numismáticos terminales.
Más allá de infaltables interpretaciones que pretenden colorear el tono de la reacción, había claramente un malhumor multi-referencial; también mero deseo de expresión, logro que invalida el despiste de muchos reclamando Queremos expresarnos. Vale destacar que nunca en la historia reciente, ha habido un reclamo masivo tan ejemplar en el sentido del orden observado y la multiplicidad de sectores participantes. A pesar de la difusión que tuvo el cacerolazo, no todas las minorías lograron prensa, algo injusto, sobre todo que también coadyuvaron a hacer más voluminosa la expresión que, reiteramos, se interpretó intencionalmente sólo como una condena a la gestión nacional, cuando en realidad podían distinguirse múltiples destinatarios.
Entre otros, los curas de una parroquia céntrica, en uso de esa misma libertad que habilitó el reclamo, portaron un tímido cartel pidiendo Mimo libre, legítima solicitud que aspira a recuperar una sana función natural, además de bajar el porcentaje de pederastia en el clero; Dios no quiere cosas sucias. Otra expresión atendible era Basta de vueltas, de la Asociación de Calesiteros, blandiendo también un No a la sortija, causa epicondilitis; también se vio Estamos hartos del modelo K, enarbolada por las concesionarias Ford. Y Tercera Edad, asociación civil, pedía con motivo No más jubilaciones, para evitar las largas colas en el banco, expresiones todas que revelan un cúmulo de pluralidades. Faltaron solo los esquimales exigiendo créditos blandos para heladeras Muy distinto a los indignados españoles, cuya protesta unificada revela la existencia de una mayoría tiránica, empeñada en poner piedras en el camino de sus abnegados gobernantes. Mal ejemplo para las democracias del planeta.

viernes, 31 de agosto de 2012

Pensamiento y realidad

Magnitudes cuya confluencia define una encrucijada, estos dos significados fueron, son y serán siempre, un desafío para el hombre. Entre otras cosas porque es el hombre quien inaugura el pensamiento quebrando el continuo de la realidad, nunca acabadamente conocida. Y siendo el hombre el común denominador de ambas magnitudes, es decir, participando por un lado de esa realidad y por otro pensándola, se convierte en juez y parte de su construcción, sin poder definir desde qué lugar lo hace. ¿Lo hace como parte de ella o lo hace como juez observándola desde afuera? La primera parte de la pregunta reconoce la imposibilidad de acceder a una verdad definitiva; la mirada de la parte no es la del todo. La segunda, en cambio, permitiría elaborar una construcción verdadera, pero ¿acaso el hombre es Dios que puede apartarse del mundo y juzgarlo? Intríngulis propio de la filosofía, el enfrentamiento entre ambas magnitudes tornasola toda la actividad humana. Desde el Poema de Gilgamesh, los autores más antiguos pensaron la realidad, la relataron e inauguraron la literatura. Galileo pensó la realidad, la reprodujo matematizando el mundo e inauguró la ciencia. Cada quehacer humano tiene un pie en ambos espacios: pensamiento y realidad.
La política no es ajena a este fenómeno. En un interesante debate entre Horacio Gonzalez y Feinmann, el bueno, dos intelectuales de fuste, se aludió al "tercer Perón derechizado" en su vínculo con el lopezreguismo. Sin perjuicio de dejar abierta la conjetura de que Perón ya era "diestro" desde la Caballería, arma que integraba, es imposible negar que la primera versión populista, la del 45, sufrió una evolución notable hacia el final. La pregunta que cabe hacer, es: ¿Perón cambió, o el populismo, siempre amigo de la izquierda, sigue un derrotero que lo torna trágicamente reaccionario? De otro modo: cuando la idea topa con la realidad, cuando el deseo de igualdad social sumerge al político en lo público, lo gregario, y debe decidir entre un decimal estadístico y un estómago ajeno, ¿acaba licuando aquel intento de igualdad?
La solución fácil es decir que el político miente - ¿también a sí mismo? -, primero dice una cosa y después hace otra. Otra interpretación, más compleja, es que las políticas populistas sobreviven en la abundancia, cuando las mayorías resisten mejor la mala distribución de la renta, y hace crisis en el otro extremo del péndulo, cuando esas mayorías deben hacerse cargo de la desocupación, el hambre, la ignorancia, la miseria. Sería interesante analizar y debatir el fenómeno, pero ya vimos, es muy difícil hacerlo desde un lugar neutral. De intentarlo, siempre es más fecundo tratarlo entre quienes se revelan sensibles al dolor humano, y mejor aún si lo han padecido. El verdadero ateo es aquel que ha creído en Dios. Será cuestión de pensar bien antes de invitar a Macri al debate, no porque merezca excluirse sino por el aporte que pueda hacer. En ese foro, además, habría que pensar.  

martes, 28 de agosto de 2012

Subibaja

Cuando los chicos jugaban en la plaza sin presencia de los padres, es decir, cuando Buenos Aires era de sus vecinos y el desconocido era alguien amistoso o al menos neutral, sabían que el subibaja cumplía su función si en ambos extremos había pesos equivalentes. El mismo mecanismo opera en el juego político, cuestión que un pensamiento opositor raquítico elimina el posible vaivén. Sucede que el gobierno rompió con la búsqueda de alternancia, y acaso esto pueda recuperarse cuando la oposición entienda que el gobierno es un ejercicio de y para el pueblo.
Parece anacrónico mencionarlo, sin embargo la "vieja política" entendía su función como el arbitrio del poder por el poder mismo, no como un mandato popular. Así las cosas, respondía a un formato corporativo donde la crítica opositora operaba como mera búsqueda de votos para hacer exactamente lo mismo que se condenaba. Claro ejemplo es el gobierno de Rasjoy.
Entre nosotros, a partir de este gobierno, al que la oposición no encuentra por dónde entrarle y cada vez más se inmola en el ridículo, recién ahora comienza a instituirse la idea de que una alternancia depende de objetar matices en la política popular, y no la política popular misma. Por ejemplo, la grosería opositora de que la asignación universal por hijo fomenta la natalidad en lugar de reasignar recursos de un sector a otro, no hace más que desteñir el discurso de la vieja política, ante un pueblo que de a poco va recuperando su participación, aprobando políticas que apuntan a corregir desigualdades. Que estén bien o mal instrumentadas, que sean perfectibles, inadecuadas o extemporáneas, es debatible, pero jamás puede serlo el sentido de esas políticas.
Solemos discurrir por ejemplo acerca de demócratas y republicanos cuando llegan las elecciones en EEUU, pero más allá de las diferencias entre ambos, claramente las políticas respetan el rumbo que contempla las necesidades de su pueblo, mal que nos pese, caso contrario aparecen indignados hasta en el Central Park. Hacen falta opositores capaces de provocar un equilibrio que jaquee la continuidad oficial para superarla, pero que al mismo tiempo esté a la altura de esas políticas de estado oficiales, e incluso otras, que privilegien el protagonismo popular, caso contrario el subibaja permanecerá inactivo. Siendo que las urnas últimamente hablan, la torpe oposición está ahora sumamente preocupada por la la re-reelección. Por algo será.

jueves, 9 de agosto de 2012

Leer quitando espinas al pescado.

El pago del Boden anunciado por cadena nacional, junto a un aumento a los jubilados puede entenderse como un paso hacia la independencia económica, o como un hecho trivial que no soluciona la problemática económica de base. En este segundo caso puede suponerse que plantearlo a la opinión pública como suceso de trascendencia histórica es clara intención de falsear la realidad. La misma conflictiva tuvo y tiene aún la resistida ley de medios, que dio motivo a que una mitad la entendiera como paso hacia la democratización de la palabra, mientras otra la enarbola como pendón de censura y ataque a la libertad.
La posibilidad de entender un hecho no sólo de modo diferente, sino que esas distintas interpretaciones sugieran que el mismo hecho puede ser bueno y/o malo, habla a las claras del poder malhechor y/o bienhechor de la palabra conforme a la intención empleada en el discurso.
El lenguaje de uso político nunca apunta a la verdad sino al modo de presentar la realidad en función del interés particular que quiera ponerse de relieve. Esta inestabilidad de la verdad en dicho discurso es la que lo desmerece y a veces niega verdades evidentes transformándolas en supuestas falacias, y/o admite la vigencia de una falacia presentada hábilmente como verdad. ¿Acaso esta dificultad no tendrá que ver con naturalizar la noticia como reproducción de la realidad general, descreyendo de la realidad particular que nos rodea? Dicho en otros términos: ¿la realidad es la que presentan quienes nos hablan, o más bien tendrá que ver con lo que sucede alrededor mío percibido a través de mis propios sentidos?
Bajando el nivel del discurso para que sea accesible y transmisible a la mayor cantidad de lectores posibles: en qué cambia mi propia realidad si los Boden se cancelan o no en término. Más aún: ¿cuánto cambia mi vida si mañana Argentina, ese país al que dicen pertenezco, es más o menos soberano? ¿Cuánto cambió acaso luego del Cabildo Abierto de Mayo de 1810 para el trabajador de entonces. Ciertamente el efecto cascada influye, pero valga la reflexión a propósito de que el pueblo reunido ante el Cabildo, eran cuatro centenas de vecinos de la aristocracia local, única con capacidad para piquetear la Plaza Mayor; el pueblo trabajador estaban cumpliendo sus tareas habituales, no podía perder tiempo en cuestiones de soberanía.
Alguna vez pensemos los anónimos, cuánto de lo que vende la prensa en favor o no de una idea, impacta en nuestra vida cotidiana, en la puerta de nuestra casa, en nuestro bolsillo, o incluso nuestro cuerpo.

viernes, 3 de agosto de 2012

Duelo mafioso

Dudar de todo tiene ventajas y desventajas. Ente las primeras destaca el poder hacerlo, entre las segundas no poder evitarlo. Siempre quedamos atrapados en una prudente indeterminación intelectual que a la hora de tomar decisiones constituye una dificultad. Fácil es criticar, más aún cuando todo lo sometido a crítica siempre es perfectible. Pero cuando se trata de ideas que conllevan un modo de estar en el mundo, es preciso tomar partido. La política es una de esas magnitudes que exige adscribir a ideas. Si acaso ejercer su práctica merece condena, esta circunstancia no invalida a la idea misma.
Así las cosas, la polarización vigente hoy entre oficialismo y oposición reclama tomar postura - no confundir con militancia, término de infeliz polisemia -. Este blog, se sabe, adscribe al igualitarismo, término delicado del que todos pretenden apropiarse. A la luz de casi una década de gestión, nadie sensato duda que en esos términos hay una sensible mejora, mal que le pese al campo, la industria, el comercio, a la clase media, y últimamente al trabajador; ahora incluso al turismo por los nuevos controles, lo que no invalida que se siga vacacionando ni construyendo a pesar del fatalismo inmobiliario. Por algo será. Sorprende que arrecien críticas desde todos los sectores, una avanzada que ha hecho cerrar filas al gobierno con un discurso que dobla la apuesta, pero que a la vez lo condena al solipsismo que se le atribuye. Así las cosas, no tiene salida. Si la realidad no alcanza para aprobar su gestión, necesita atrincherarse cambiando el destino de la palabra: en lugar de ser espacio de acercamiento se ha convertido en arsenal hiriente. Muy distinto es decir que las cosas pueden hacerse mejor - aquí nos sumamos, sobre todo en la condena de favoritismos que perduran -, a decir que está mal lo que se hizo en materia de políticas populistas, derechos igualitarios, revisión del pasado para saber quién es quién, redistribución de la renta, atomización de la palabra, nacionalizaciones.
En estos términos la puja torrencial del último tiempo tiene tufo a duelo mafioso. Ya no hay argumentos - la oposición sobre todo -, los bandos eligen cargar a rebato contra el enemigo en una lucha encarnizada y torpe que sólo pretende destruir, unos el 54% indigerible, otros la polución lingüística. Y es tan absurda la posición opositora que impide elaborar una crítica sana que desnude errores. Y claro que existen, pero ¿cómo los combaten quienes además de votar piensan? La torpeza rival hace imposible adscribir a la misma. 

lunes, 30 de julio de 2012

Verdaderas mentiras

Quejarse de la crisis de valores es casi un lugar común. Persignarse ante una toma de colegio también forma parte de la histriónica hipocresía que exhibe buena parte del periodismo y la política. Digamos de paso que escuchar al ministro de justicia soltar alegremente que tenemos un sistema carcelario poco menos que modelo, y que esa ejemplaridad se complementa sacando a los reclusos para participar de actos culturales, da al menos cierta cosquilla. Entiéndase: no es saña contra los convictos, que como mucho habrán quemado viva a alguna inocente, nada con tantas que hay, pero suena ingenuo sostener ese discurso frente a un sector de la sociedad, mayoritario, que reclama personalidad en el tratamiento del delito.
Así las cosas, la trampa consiste en sostener versiones antagónicas hábilmente construidas con imágenes  editadas y funcionales a cada versión, incluso bien argumentadas, que no hacen más que confundir. Desde este mismo blog se alienta permanentemente a desarrollar un sentido crítico que permita filtrar la intención política que subyace detrás de cada noticia, discurso, debate y/o entrevista. Pero digamos en defensa del exigido consumidor de noticias, que la artera habilidad editorial y la falaz argumentación empleada por los bandos en pugna - cada vez con mejores performances, ahora incluso apelando a otros recursos como falsas imputaciones mutuas y mentiras flagrantes -, complican esa tarea crítica. Nadie objeta que un periodista diga ante cámara que tal o cual funcionario miente, o que ese funcionario rebote la imputación; pongamos que tales conductas se inscriban en la libertad de prensa. 
Ahora bien, si desde los primeros pasos de la socialización del niño, sea el hogar, sea la escuela, enseñamos a no mentir y censuramos esa práctica, incluso aplicamos sanciones acordes a tales conductas, cómo puede ser que en los medios se mienta  descaradamente, sin que luego nadie ponga en vereda a los mentirosos. Porque oír a un periodista decir que el ministro de economía miente - sea cierto o no, en cuyo caso siempre hay una mentira en la expresión -, y que nada suceda en favor de la desmentida o no, pero con cierta ejemplaridad que marque qué no puede hacerse, equivale a mostrarle a un niño que observa la TV, que da lo mismo ser veraz o no. Por qué un niño no debería mentir si los adultos lo hacen todo el tiempo.
Periodistas y políticos ya no apelan a sugerentes condicionales, más bien emplean términos como "mentir", aplicado a funcionarios de la más alta jerarquía sin que se desmienta o no, sin que se aclare o no quién miente, cuestión que la guerrilla verbal no hace sino a contribuir a que las nuevas generaciones, naturalicen la mentira en tanto se ha convertido en una práctica empleada y validada por los dueños de la palabra.

miércoles, 18 de julio de 2012

Comparaciones: ¿odiosas o inútiles?

Hoy es casi un síntoma comparar situaciones de países y regiones cruzando épocas, proponiendo fórmulas y arriesgando pronósticos futuros, una suerte de tómbola político-económica a la que sólo le falta Riverito anunciando resultados. Entre nosotros parece un deporte comparar la España actual con la Argentina del 2001, como si alquímicamente pudieran intercambiarse elementos, coyunturas, personajes y virus sociales. La tendencia es recomendar o no fórmulas para que España dentro de una década florezca como la Argentina de hoy - si esto es una floresta es motivo de otro análisis, pero cierto que no está en llamas como la madre que nos parió a pesar de tanto piromaníaco al acecho - No está mal preocuparnos por "la vieja", pero sería mejor saber cómo estará Argentina dentro de una década para anticipar sus males en veinte años. 
Los gurúes compiten "a ver quien la tiene más larga" sin advertir que en todo caso en uno u otro lado, diez años antes o diez años después, siempre es corta para las satisfacciones que se proponen. Si quienes tienen responsabilidades de conducción pudieran lograr algún resquicio en las orejeras que calzan, dejarían de actuar como chusmas de barrio controlando el barrido de la vecina, las ausencias del marido y el tiempo que tarda el sifonero adentro de su casa para sospechar, mal como corresponde.
Ambas crisis - Argentina 2001 y España actual -, tienen una similitud única: el fracaso de políticas liberales, neo o puras, da lo mismo, siempre dispuestas a justificar crecimientos con datos que serenan sólo a sus gestores; luego explican con algún enjuage literario las calamidades que subsisten a la vera del camino. Todo lo demás son diferencias, porque los ajustes europeos - reducción de presupuestos, flexibilización laboral, extensión de la edad jubilatoria, presión impositiva -, tendrán un efecto más retardado, allá parten de una situación distinta. Acá la gente, literalmente, se moría de hambre o por falta de atención en hospitales, eso mismo que la oposición hoy, con malicia, trata de mostrar que sucede; sí, ocurre, pero no es un síntoma, un individuo sano puede resfriarse pero la benignidad del mal no amerita definirlo como paciente terminal.
Ambas situaciones digamos que son equivalentes, pero la tendenciosa mirada de "los que saben", siempre agrega o quita algunas líneas al termómetro, y eso no sana ni enferma a la realidad. Las crisis, en este estado capitalista, siempre las sostendrá el pueblo, más o menos según la sensibilidad del gobierno de turno, pero siempre las provocarán los que no la padecen. Esto, precisamente, habría que cambiar.

lunes, 16 de julio de 2012

Made in China

La polémica acerca del origen del uniforme que usará la representación de EEUU en los juegos olímpicos da para el pellizco: han reaccionado airadamente a causa de que se fabrica en China, un país donde no rigen las libertades consideradas tales en la concepción capitalista. 
Salvo que la novedad sea un intento para llamar la atención sobre las desigualdades que viene profundizando la globalización desde su vigencia (en todo caso "otro" intento), parece el despropósito propio de un pueblo desinformado y atontado en el concepto construido por los fabricantes de ideas (producción también globalizada con representaciones locales en todo el planeta). Si la reacción es genuina, más que ingenua es idiota. A este tren, en cuanto los norteamericanos adviertan que la lluvia viene de arriba seguramente lloverán fábricas de paraguas. 
Estos preclaros escandalizados por el origen del uniforme olímpico, ¿no saben que las empresas emplean mano de obra barata en cualquier lugar del mundo (a mayor sojuzgamiento menor costo), condenada a encarnar las formas posmodernas de esclavitud para maximimizar ganancias? ¿No saben que mientras más ganan, más contribuyen con sus impuestos a la reserva federal para que siga financiando armamento, guerras y bases como la de Guantánamo, residuo feudal privado de libertades precisamente por un enjuague jurídico que EEUU sostiene por conveniencia? ¿Ignora acaso que en la construcción de sus costos se incluye el rubro utilidad, que es el remanente neto de la operación global que permitirá reproducir el mecanismo en forma exponencial hasta el hartazgo?
La ciencia económica construye y maneja conceptos que rigen en un medio "a medida" de esos conceptos, un mecanismo que actúa como ciertas leyes inviolables en tanto se den determinadas condiciones. Algo así como las leyes newtonianas en medios donde existe gravitación pero que se invalidan en cuanto cambian las condiciones ambientales y las magnitudes, excesos en el que incurrió Einstein. De algún modo (y salvando las distancias), el mismo mecanismo que empleó Kant para salvar la ciencia (precisamente newtoniana), señalando que el conocimiento lo "construye" el hombre a partir de sus propias posibilidades (y limitaciones) constitucionales, es decir, a partir de su capacidad de percepción espacio-temporal. Así quedaron fuera del conocimiento científico conceptos como Dios, alma y mundo, como formando parte de otra magnitud.
Las leyes del capitalismo (como todas las leyes), no son más que construcciones creadas para que rijan como tales a partir del formato que validan, una circularidad viciosa que parece sorprender a sus mismos creadores cuando abren los ojos a la luz que producen a ciegas.

martes, 10 de julio de 2012

Votos por un regreso

Ayer sorprendió una reacción popular en varias ciudades del país simultáneamente, reclamando al 10 de Boca Juniors rever su decisión de alejarse del club. Es posible comprender la pasión como expresión humana, incluso como opuesta a la sensatez; es posible también admitir y justificar el fervor por los colores de un club; hasta puede entenderse que ver jugar al ídolo vistiendo la azul y oro provoque felicidad; al fin el síndrome de tribuna es inherente a la condición humana: la gente ha naturalizado el mecanismo de divertirse con la diversión de otro, hábito de marginado, en este caso del futbol-juego que lo reduce a espectador. Hilando más fino aún puede reconocerse en la idolatría, la proyección de frustraciones propias, por ejemplo sentir placer cuando el ídolo desaira a un rival (célebre caño a Yepes), humillación deportiva que redime fugazmente la padecida por el idólatra en el mundo real.
Lo que resulta difícil de entender es que todas estas razones, aun con sus explicaciones, justifiquen una movilización masiva, como si el retorno deseado fuera determinante para el desarrollo de la vida. Suena disonante que frente a tantas urgencias materiales e inmateriales (del orden que fuere: sanitario, económico, espiritual, intelectual, cultural, artístico, educativo, incluso deportivo), una multitud se congregue para pedir el retorno a la actividad de un jugador de fútbol. Sobre todo que las diferencias en su nivel de vida y su modo de ser feliz, son abismales respecto a esa misma multitud (adviértase que frente a las cifras del contrato sólo recibe el desparejo gusto de verlo jugar). No es, aclaramos, un problema inherente al jugador, sino al misterioso mecanismo que impulsa una reacción popular, para reclamar por algo fatuo como una alegría de domingo. No es frecuente la movilización en busca de otras reivindicaciones esenciales para la condición humana (no confundir con las de reclamos salariales o con las alentadas intencionalmente como en el caso de la inseguridad). ¿Será que ésta ha sido impulsada con algún propósito político o por alguna interna asociada a facciones en pugna? Nadie ignora que cualquier candidato electoral, sea a la presidencia de una institución deportiva o a un cargo público, necesita convencer multitudes, monstruo anónimo que "elige" con una ingenuidad que reclama revisar la validez del mecanismo. Sin embargo sería deseable que así sea, de ese modo nos lamentaremos sólo por mayorías aún ingenuas; si realmente fue espontánea deberíamos pensar en algo menos esperanzador: un responso para la humanidad o algo así. No faltará quien juzgue excesivamente crítico el tono de nuestros contenidos, pero la somnolencia que provoca el arrullo de la democracia, reclama sacudones al menos equivalentes para despertar del sueño dogmático.

martes, 3 de julio de 2012

Capitalismo populista


El bonito oxímoron del título, ilusión difundida desde que la globalización definió un mundo hegemónico, consiste precisamente en un intento de globalizar a través de la palabra - o la ilusión, que es lo mismo -, un estado de cosas inalcanzable, una suerte de utopía política posmoderna que ofrece la idea de un telos, un fin hacia el que tender. Como el cielo de los pobres, es una reivindicación de esa misma condición que siempre ha encandilado al sur planetario, cada vez más anorteñado. 
La lucha contra la pobreza es una lucha inútil dentro del sistema capitalista signado por la acumulación. En estos términos la paradoja del poder es que se torna inútil cuando no hay sobre quien ejercerlo. Esto viene a propósito del derrumbe de Europa, signo de un capitalismo agónico que está consumiendo sus últimas víctimas. Y cuando a un asesino no le quedan más víctimas su único destino es el suicidio.
Puestos en este escenario, se advierte la ebria conclusión local de que un trabajador no debe pagar impuesto a las ganancias. Si hay ganancias el impuesto es inevitable, en todo caso habrá que revisar el contenido del término "ganancia" y quién la ostenta. En cuanto a la condición de trabajadores, digamos que todos los seres humanos estamos empleados en algo, incluso algunos en no hacer nada. La mayoría transforma la materia, unos pocos multiplican su patrimonio, otros manipulan al prójimo, en tanto una buena cantidad promete lo que saben imposible de cumplir. En la viña del señor abundan "trabajos" legítimos y de los otros, hasta periodistas hay, fíjese. Sucede esta variopinta diversidad porque cada ser humano tiene distintas habilidades e inclinaciones, algunas más frecuentadas que otras por lo tanto menos valorizadas dentro del sistema por aquello de la oferta y la demanda, leyes que el capitalismo propone primordiales para establecer el valor de la mercancía. Así las cosas, hay más barrenderos que cirujanos y más vendedores que jueces, relación que se explica por lo mucho por barrer y lo poco que curar, lo mucho por vender y lo poco que juzgar. En el  capitalismo, claro. ¿Pero es que hay otro sistema para elegir? No, he aquí la dificultad: no hay forma de cotejar, todo lo que nos ha dejado la globalización es la posibilidad de morigerar "lo que hay", una frase con gusto a derrota en tanto toma lo dado como definitivo. Y frente a este estado de cosas, un buen trabajo - ya que de trabajadores quejosos se trata - es revisar lo que hay para propiciar un orden distinto que permita  comparar. Claro, no es fácil. Una línea sería eliminar el término "ganancia" y reemplazarlo por "botín" al estilo de la genuina democracia griega: situar lo obtenido en el medio y que de a uno cada guerrero/trabajador tome una porción solamente. Complicado, son demasiados, pero al menos pensable. Trabajemos la idea.

lunes, 25 de junio de 2012

Paronismo vs. peronismo

El paro desnuda la ilusión del peronismo mostrando donde anida su verdadero enemigo: en el trabajo. Para evitar complicaciones acerca de qué sean ambas cosas, digamos que aquél es el movimiento que aspira reivindicar a la clase trabajadora, y ésta la destinataria de sus desvelos. Eso dicen. Agreguemos que no es el primero que lo intenta ni será el último que fracase. La razón es simple: confundir dirigencia con clase trabajadora y reivindicación con salario. 
No es atributo excluyente de la clase obrera producir dirigentes que ante el primer mordisco acostumbren el paladar. Para ser dirigente - obrero, político, empresarial -, es condición básica dejar de ser dirigido, de modo que ya no duelan en el cuerpo los dolores de esa condición superada. Los dirigentes colocan en el imaginario de los dirigidos sus propias ambiciones, pero dicen luchar por ellos. En este engaño, reivindicar al obrero sería que gane mucho y pueda acopiar, en lugar de procurarle "lo suficiente", y enseñarle - antes deberían aprender ellos - a distinguir que la reivindicación consiste en valorizar lo que uno es, no convertirse en otro. Mucho dirigido-trabajador sueña con ser dirigente-empresario, aunque sólo pocos lo logran -. Dos problemas hay acá: ni el sueño del trabajador ni el logro del dirigente reivindican nada. 
Reivindicarse como ser social es alcanzar lo máximo que uno pueda dar como tal, suceda esto integrando una línea de montaje fabril, escribiendo reflexiones acerca de la vida o dirigiendo un país. Cuánto deba percibirse por eso es otro problema que desnuda la frase "lo suficiente". Reivindicarse como ser único es desarrollar pensamiento y espiritualidad en porcentajes equivalentes, para entender y aceptar la realidad sin perjuicio de intentar mejorarla. ¿Tan fácil entonces es la reivindicación? No, es difícil en ambas magnitudes, como seres sociales y/o únicos. Pero eso es lo que debe intentarse, ese es el camino; en lo personal estimular inquietudes y amor por el pensar y el sentir, en lo social reemplazar "lo mucho" por "lo suficiente".
Claro, aquí encontramos otro problema. Digamos en descargo de los "confundidos trabajadores", que caen en esta maraña porque la misma es propiciada por los dirigentes, quienes no ignoran qué es "lo suficiente", pero lo desdeñan por tener acceso a "lo mucho". Y esto, ya malo de por sí, auspicia tergiversaciones. Por eso el periodista que denuncia los repetidos enriquecimientos ilícitos de los amigos del poder - también de "lo mucho" - tiene tanta audiencia, sobre todo entre la clase media - media en lo económico, del todo idiota -, que aspira ascender en el acopio y mira desde abajo, o trepando la empalizada para echar el ojo adentro.
Aquí se advierte claramente la falacia heredada de la Revolución Francesa: la libertad repele a la igualdad, tanto que incluso los dueños de "lo mucho" la invocan para conservarlo, en detrimento de quienes abogamos por "lo suficiente", un concepto que iguala a los hombres respetando sus diferentes capacidades.

jueves, 21 de junio de 2012

Robo de indentidad virtual

Muy preocupada, una vieja modelo apareció en los medios denunciando un robo de identidad para estafar a incautos en su nombre. La denuncia pública para evitar nuevas maniobras, lejos de lograrlo reproduce el mecanismo que la habilita; equivale a inyectar células nuevas a un tumor voraz. La difusión pública de una identidad, es decir la adquisición de una "identidad virtual" - ¿qué diablos será esto? -, tiene precisamente esos mismos riesgos de los que el famoso reniega - también reniega del periodismo cholulo, el mismo al que acude para lograr fama, pose que no hace sino renovar el divismo del mediocre -. Mediocridad, en este caso, define al que quiere hacerse conocer y cree que ese conocimiento multitudinario es signo de notabilidad. No es lo mismo ser notable y a partir de ese atributo trascender públicamente, que buscar trascendencia pública para convertirse en notable. Dicho de otro modo: ser notable por mostrar el envase, es muy distinto a despertar admiración por el envase a partir del contenido. 
Los verdaderos protagonistas de esta reflexión, demasiado acostumbrados a confundir etiqueta con fármaco, seguramente no advertirán que los aludo. Pero tampoco son ellos los destinatarios, extraviados en la locura del mundo virtual para pagar su narcisismo, o ganar unos dinerillos - hay formas mucho más dignas, claro que más arduas -, sino que el mensaje es para quienes atravesamos otra realidad cotidiana desde nuestro cuerpo real, mojándonos bajo la lluvia, arrugando los ojos ante soles y vientos, despertando con el alba, confundiendo alientos en trenes y subtes de oprobio, produciendo por un mendrugo - ...que unos trabajan de trueno y es para otro la llovida, sabio Yupanqui -, tramitando la vida en el noble anonimato sin desvelarnos por el santuario de lo público.
Pero sería necio negar que la exposición pública no sea también reflejo de lo que sucede en el mundo, al menos el construido desde esa misma virtualidad que genera "trompita" en los famosos, cuando son tratados como personas, es decir cuando son falseados, robados, estafados - cosa que sucede a todos los anónimos sin tener mostrador de "reclamos" donde acudir -. Sería necio negarlo, como también es necio admitir que ese espejo, vidriera irrespetuosa de los cambalaches donde se ha mezclao la vida, sea la vida misma. Más bien parece el clásico juego de kermés donde nos vemos distintos a lo que somos, extremadamente anchos, graciosamente flacos y altos, gracias a la convexidad y concavidad de los espejos. Cuestión que la Biblia llorando contra un calefón es un remedo de la modelo - por la forma, no por el contenido -, llorando contra un micrófono lágrimas pixeladas.
La solución al robo de identidades no es la difusión del hecho puntual sino del mecanismo que lo provoca; cámaras, micrófonos y modelos seguirán existiendo - ¡cómo evitar los males! -, pero es posible mejorar la lectura de la realidad.


viernes, 15 de junio de 2012

Ataque al periodismo al ataque

Que la información lava la cabeza no es novedad. Se trata de que la cabeza lave la información, dicho esto en el mejor sentido, es decir que la limpie de inmundicias, la desnude y la re-procese de modo objetivo, agregando subjetividad, pero propia. Que esa propia subjetividad, la mía, la de cada uno, esté contaminada tiene que ver con otros mecanismos profundos que exceden al análisis de los medios. Desde la cuna venimos "informados", construidos formato siglo XXI, no obstante, podemos desmalezar la jungla gramatical, poner algún orden e iluminar las sombras desde la misma grosería periodística. 
Mi amigo Pepe, hombre de café porteño - palabra cruda,  pensamiento profundo -, me contó indignado que un canal de aire "invirtió" una mañana entera en contar cómo un periodista había sido víctima de un ataque mafioso y robo al mismo tiempo, dos modalidades encontradas - la mafia no necesita plata sino quitar del medio a los que molestan -. Pero el afán de glorificar la noble profesión convirtió un robo más en "feroz ataque al periodismo", como si la profesión tuviera inmunidad. Si fuera así debería revisarse el sentido de lo que es periodismo y lo que es robo, porque nadie ignora que ambos conceptos - como todos -, tiene una bendita propiedad: pendular entre el bien y el mal. O sea, hay periodismo bueno y periodismo malo, y también sucede lo mismo al robo - ¿Alguien desaprobaría que un caco riojano robara la Ferrari de Menem?
Así las cosas, cualquiera con pensamiento crítico debería condenar el robo cuando se trata de un despojo sin justificación, muy distinto a un re-apropiamiento justo. Vale decir que robo y periodismo, ambos con dos extremos éticos, admiten distintas interpretaciones. Entre otras que un robo es malo cuando persigue un fin malo - ¡bendito Kant! -, y sería bueno a la inversa, cuando en lugar de un despojo supone reponer un estado de cosas justo. Recordemos el caso Malvinas, ya que el colonialismo es lisa y llanamente un robo de propiedad, aunque las construcciones jurídicas pretendan justificarlo. Y no a la Argentina, al aborigen.
En el caso puntual del periodista - asumimos que es de los buenos -, lo destacado es que lo robaron. Mi amigo Pepe, brutal, lo resumió en porteño básico: "Lo afanaron y punto, loco. Ahora si querés darle mil vueltas para hacerlo aparecer como un ataque al sacrosanto deber de informar, es otra historia. Eso es, justamente, periodismo del malo; te digo más: la muchachada del café sugiere que la mafia se redima visitando a estos truchos, que elevan un robo a la enésima potencia porque la víctima fue un periodista, como si constituyeran un fuero especial. ¿Ya nadie sea acuerda que la Asamblea del año XIII abolió fueros y prebendas personales?"
¡Este Pepe hace cada pregunta!  

lunes, 4 de junio de 2012

Dolar verde esperanza

El título parece una expresión muy de moda estos días, confirmación de otra falacia urdida en las intrigas de palacio. Veamos: por carácter transitivo dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, de modo que si esperanza y dólar son verdes, la esperanza es el dólar. ¿Acaso podemos dudar del carácter transitivo, pilar de las matemáticas? Por qué no. Hace más de un siglo, un preclaro revisó la igualdad A = B, advirtiendo que difería de A = A, única y verdadera igualdad posible: la identidad. Sucede que el pensamiento puede concebir igualdades homologando cosas distintas, pero la realidad no, eterno problema filosófico de asimilar magnitudes incompatibles. Así las cosas, los pensadores con mala intención barrenan sobre las palabras y construyen ilusiones de igualdad que la realidad desmiente.
Si aplicamos esta lógica, la construcción imaginaria de que en la compra de dólares reside la esperanza de conservar nuestros pesitos valorizados, es perfecta, y la experiencia convalida la conjetura - recordemos al gran pitoniso: "El que apuesta al dólar pierde". Y perdió; el pitoniso -. ¿Ahora, qué pasa con el ahorrista? Suponiendo que los precios acompañen al dólar, seguramente con dólares podremos comprar más batatas, pero aquí entra a jugar la capacidad estomacal, porque mucha batata, empacha: Y no es recomendable meterlas por otro lado, destino inevitable del sobrante. Y sólo puede sobrar a la clase del sobrante, esa de pensamiento europeo y residencia sudamericana, la que amontona reclamos en Barrio Norte, golpea periodistas y mira a Europa en lugar de Villa Lugano, mucho más próxima pero menos deseable.
Sin duda, quienes acumulan dólares tienen mejores posibilidades siempre, pero no por acumular dólares sino porque pueden acumular. Comprar dólares es un modo de emplear su libertad de acumular, y ¡ésta es la que se cuestiona!, la libertad de hacer lo que quiero con lo mío. Aquí está el problema: invocar la libertad como el bien más preciado pensando en ciertas libertades que no son tales, porque no están al alcance de todos, de modo que algo indisponible a todos como el sobrante, jamás puede ser ejemplo de libertad. Resulta que la mentada libertad se da de narices con otro concepto, herencia de la glamorosa Revolución Francesa: la igualdad, que debería buscar que todos pudieran hincar el diente a la torta. Pero la igualdad, paradójicamente, es desigual porque admite la libertad de que ahorren algunos y otros no. Algo similar a la invocación de la libertad de prensa. Ser libre no es ser libre de acumular todos los medios, pero algunos lo entienden así y aducen que el límite cercena. El límite, necesario para la armónica conveniencia, ese que padece la sumisa mayoría, es causa de rebelión de la minoría que, curiosamente, condena el piquete pobre.    

lunes, 21 de mayo de 2012

Muerte digna = vida indigna

El título iguala vida y muerte sólo invirtiendo adjetivos, malabar lingüístico en este caso útil porque propone un tema que excede la indignidad de una vida vegetativa. Antes de avanzar, honremos la lucidez parlamentaria -¿también piensan? -, expresada en la unanimidad en favor de la muerte digna. Dicho esto, y frente al silencio de una iglesia que no sólo escamoteaba el tema sino que incluso alienta lo contrario - entre otras formas condenando el aborto -, carguemos entonces sobre el significado de su equivalente: la vida indigna. En principio, asumamos que es la asistida mecánicamente. Pero, por qué: ¿por la falta de conciencia?, ¿porque fomenta la dependencia?, ¿por no permitir interactuar en el mundo?, ¿por asimilar vida y pensamiento? ¿por reducir al hombre a la pura animalidad al carecer de percepción espacio-temporal? Cualquiera de estas alternativas exige revisar principios naturalizados que, desde la adoración a las fuerzas naturales hasta la "invención" del alma, vienen dando pasto al poder para manipular al género humano. Hasta da para una interpelación histórica a quienes han fomentado la maniobra.
Pero más grave aún que responder estos interrogantes, es su consecuencia: ampliar los grupos de vivos indignos, desde luego inmunes a la vida vegetativa. O padeciéndola sin advertirlo. En el primer caso - la inconsciencia -, el hombre asume el dudoso papel de juez, negando la fantasía, o bien atándola a la conciencia. Si el diagnóstico de muerte cerebral negara esta posibilidad - cosa ignorada por falta de testimonios -, estaríamos adscribiendo a un biologicismo que la iglesia debería rechazar por negar la dualidad cuerpo-alma, o aceptar que el hombre carece de alma, por ende, también los descerebrados. Si no se opone, es porque hace miles de años que nos miente; y el que calla otorga. Si el caso es la dependencia - segundo interrogante -, hay malas noticias para los indigentes, los argentinos, los simbióticos, parásitos, empleados y niños, entre otros. La falta de interacción - siguiente alternativa -, debería incluir junto a los vegetativos, a los presidiarios, onanista, solipsistas, incluso el esquivo Zaratustra. La carencia de espacio-temporalidad, por su parte, reclama sumar a los dementes. Y por último, la negación de lo meramente biológico acabaría, entre otras cosas, con la bonita floricultura. ¿Qué sería del mundo sin claveles ni alelíes?
Digamos que, al menos, da para la discusión. Habiendo quedado tanto ovillo sin desmadejar, confiemos entonces que el parlamento vaya ahora por otra equivalencia: la vida digna. Tal como están las cosas, muchos hoy pagarían por descerebrarse, aunque más no sea para descansar un rato de tanta indignidad.      

sábado, 12 de mayo de 2012

Humillar por TV

He visto, he oído, cómo la postergación del hombre es capaz de hundirlo en la humillación. ¿Qué otra cosa si no, es someterse al ridículo por el solo deseo de aparecer un instante ante las cámaras de TV, esas mismas que propician la ilusión de una realidad biplana. El hombre anónimo cree que proyectar su imagen es obtener un lugar en el mundo, falso reemplazo de la mismidad por la figura en dos dimensiones. 
He visto con tristeza como un conductor de TV, triste pastor de rebaño, pasada la medianoche de un viernes, instaba a unos taxistas a "prenderse" - la consigna del programa -, corriendo detrás de un conejo. ¡Detrás de un conejo! Si hasta parece una broma del lunfardo, como si esos lamentables trabajadores no corrieran la coneja cada día de su oscura vida. Porque tras la falsa alegría, los mismos protagonistas confiesan sin reparo sus miserias, pobres hombres que en lugar de conducir sus coches de alquiler para procurarse un peso que alimente y eduque dignamente a su prole, se prestan a la manipulación circense. 
Asumo el riesgo de exponerme a la censura fácil, de ser acusado de dogmático y anticuado. ¿De dónde saco, acaso, que esos hombres deben cumplir obligaciones en lugar de ofrecer sus figuras - gratis además - para creerse alguien? ¿Sobre qué autoridad me asigno el derecho de objetar esas conductas? Claramente de ninguna, lo admito. Carezco de autoridad para decir qué está mal o bien. Pero en cambio me la arrogo para, al menos, poner en duda la alegría que genera ese momento de "fama"; y también para imaginarlos de regreso, cabeza apoyada en la almohada, preguntándose qué diablos han estado pensando para admitir el ultraje de "prenderse" a ilusiones fatuas, incluso mejorar un rating, para colmo ajeno. De paso contribuir a que otros ganen suculentas sumas de dinero, mientras ellos muerden el anzuelo de la ayuda solidaria.
El pretendido periodismo, puesto a entretener con espejos de colores no sólo "prende" infames quimeras, al mismo tiempo "apaga" las luces que iluminan la verdadera realidad, un mecanismo que emplea como cómplices a sus propias víctimas, similar al penoso acto de tirar maní a los monos del zoológico para disfrutar de su animalidad casi humana.
¿Acaso ese conductor habrá de preguntarse alguna vez qué misión cumple en la vida, cuál es su aporte para dignificar al otro, cómo dignifica la propia? ¿Acaso le alcanzará con engañarse aduciendo que paga sus impuestos, y que cumple con pautas ordenadas - ¿o "acordadas"? - con su voraz empleador? Sería casi una invocación de obediencia debida, paronimia que en la propia ilusión del periodista - y en la de muchos -, exime de otra responsabilidad mayor: ejercer una obediencia de vida, en lugar de cobrar por el engaño.  

lunes, 23 de abril de 2012

Carnaval literario

La Feria del Libro auspicia una pregunta ingenua: ¿la devoción por vender libros honra la literatura? Nada menos podemos plantearnos, ante el tsunami editorial que significan cientos de stands y miles de títulos. De paso replantearnos si efectivamente lo que abunda no daña. Creer que la abundancia de algo nos acerca a su esencia es creer que mirar el mar calma la sed. Similar ilusión produce La noche de los museos - micros gratis, horarios extendidos -, como si el amor al arte necesitara gobiernos generosos. No seamos ingenuos, la población desvelada no determina la cultura de una sociedad, sino el dosaje de melatonina en sangre. En todo caso muestra afán por asignar a la ciudad un sospechado lustre cultural, y un gobierno histriónico de caricia pública y chirlo privado, que prefiere jugar a los autitos en la 9 de Julio.
Un buen negocio editorial no es garantía de buena literatura, aunque debamos aceptar que cualquier engranaje económico - y el editorial lo es -, necesite números lubricantes para funcionar bien. En la Feria, variopinto muestrario de buen y mal gusto, más que nunca debe ejercerse la función crítica, rara virtud que no se agota en escuchar conferencias, impostar ceños de interés o fingir cara de inteligente frente a tanto canon y tanta marca líder. También los canales de mayor audiencia y los medios gráficos de mayor tirada se desgarran las vestiduras invocando una mordaza a la libertad de expresión, sin advertir que el círculo virtuoso está marcando otra realidad: una prensa amordazada jamás podría gritar que está amordazada. A menos que crean en la célebre paradoja del Barón de Münchhausen que pretendía salir de la ciénaga tirando de sus botas. Los gritos del amordazado son como el ladrido del perro girando tras su propia cola; hasta resulta tierna su idiotez animal, uno no puede más que mirarlo con piedad hasta que la bestia se agote. Porque los animales no entienden. O son sordos. U opositores a la libertad de expresión.
Conclusión: en el complejo mundo editorial rige la misma restricción que en el ejercicio del periodismo: no todo lo mucho es bueno, principio que, no obstante, vale en materia comercial. Cómo explicar, si no, tanto ejemplar ofrecido en la babilónica feria. Por recato, obviamos mencionar aquí títulos engañosos, procaces, faltos de ese dudoso buen gusto que reclama un confeso periodista anti-cumbia. Sólo para dar una idea, digamos que faltaron Secretos de la buena cocina de Yiya Murano, Ontología quelachupente de Diego Armando, y Dejad que los niños vengan a mí de Julio Grassi. Salvo esos, estaban todos. 

miércoles, 18 de abril de 2012

YPF: asume Discepolín

Uno quisiera comprender cabalmente el significado de estas tres letras. La inercia sugiere que identifican a una empresa dedicada a la extracción de petróleo, un hidrocarburo cuya energía motoriza la actividad económica. Pero, según el color con que se mire, tienen distintas interpretaciones. No es lo mismo YPF que YPF. Un simple color puede generar trastornos digestivos serios: el blanco merengue indigesta tanto en Cataluña como el azul y oro en Nuñez. Hasta aquí todo claro. Sin embargo, Discepolín, presente en cada desencuentro de la realidad, se alza desde el recuerdo cuando nos ve desorientados, sin saber qué trole hay que tomar para seguir..., porque un buen día, tiempo atrás, despertamos y nos enteramos que la araña que votamos nos picó y dispuso cambiar el color a las letras y en este desencuentro parece que hasta Dios estuvo lejano, porque entonces fue testigo de cómo nos hicieron festejar a los argentinos una privatización que nos permitiría entre otras cosas dignificar a los jubilados - eso dijo la araña ponzoñosa -, pero detrás vació el PAMI, los abuelos siguieron muriendo, y hoy resulta que todo fue para que la madre patria ¡que nos reparió! se llevara el doble de lo que puso, y encima ¡acuse de ladrón al hijo! No queda más que llorar por dentro, todo es cuento, todo es vil, al fin resultó cierta la célebre metáfora: en el corso a contramano un grupí trampeó a Jesús... Resulta que ahora estamos todos pendientes de como votará la araña que nos privapicó. Y hay que ver con qué enjundia la argentinidad ingenua creyó en aquellas promesas, cuestión que hoy no nos fiamos ni de un hermano por temor a que se nos cuelgue de la cruz... Quisimos, ¡cómo quisimos!, pero el amor, nos devoró de atrás hasta el riñón. Hoy, en este desencuentro vemos que la cosa es al revés..., y todo por creer en la honradez y en la moral... ¡qué estupidez! Ya uno no sabe si Mosconi fue un visionario, el nombre de un soñador ingenuo, un apellido ilustre, o quedará reducido a una avenida inútil, cuando los vehículos sedientos yazcan a un costado esperando que la grúa despeje de basura el asfalto. Porque la cosa amaga para que sólo circulen autos de alta gama por el precio que tendrá el combustible. Otra solución es la tracción a sangre, de paso explotar el turismo en un país de desencuentros, donde el sodero reparta en patineta y hasta debamos pagar por escuchar a Gardel, Yupanki o Spinetta, mientras extrañamos el mate por falta de yerba. Fantasías, puras fantasías, quizás no suceda esto. A los argentinos, en el total fracaso de vivir, ni el tiro del final nos va a salir.

viernes, 13 de abril de 2012

Nacer en la morgue

La beba dada por muerta al nacer constituye casi una resurrección. Colocada en la morgue, sobrevivió 12 horas al olvido y la baja temperatura. Algo increíble, ideal para el delirio periodístico. Una resurrección no puede pasar desapercibida al monstruo mediático. La última, hace 2012 años tres meses y días, todavía da que hablar; imagínese. La noticia admite varios abordajes: 1) Técnico: Si hasta en los casos de muerte fetal se recomienda la visualización del cuerpo por parte de los padres, y de dejar constancia de la negativa en caso de no hacerlo, ¿cómo explicar que la madre, tras el parto, debiera insistir 12 horas para poder ver a su hija. 2) Teológico: se trata de un milagro, explicación que salva a los médicos, mejora la credibilidad eclesiástica y aumenta la asistencia a misa. No explica los anónimos que mueren en igual condición, tampoco el afán de Dios por la tapa de los diarios; porque el pícaro no dio señales de vida en Cromañón ni Once, y eso de echar culpas a un genio maligno no se lo cree ni Descartes 3) Legal: Hay que buscar cuanto antes un homicida, un ladrón de bebés o al menos un negligente, ¡alguien, por favor! Lo del milagro no sirve, borra culpas y exime a todos, las pobres hienas no tienen dónde hincar el diente. Claro que la devoción por las responsabilidades presenta otro problema que nadie revisa: cuándo hay homicidio, y si la tipificación alcanza a todos. El homicida doloso, por ejemplo, inflige muerte con intención - caso filicidio del country, Candela Gutierrez, Soria -; ¡es de lo peor!, claro que nunca se sabe quién es, o resulta inimputable, o está deprimido y no puede declarar hasta reponerse. Una segunda categoría, el homicida culposo, es algo mejor: mata sin querer, como quien da un pisotón en el subte. Sucede cuando toma de más, inhala, se enfiesta, maneja y se lleva puesta una embarazada o tira del balcón a la mujer. Suele boxear . En ambos casos resulta imprescindible saber quién es, cosa de caerle con el alfabeto encima, darles hasta el hartazgo con subjetivemas varios y adjetivos góticos. Pero, ¿qué de los distraídos que firman decretos y causan muertes de a miles? ¿Por qué no tiene la misma tipificación un decreto devastador? ¿Por qué un vaciamiento como el de Pami que mató tantos abuelos por falta de atención no es homicidio? ¿O una habilitación coimeada que provoca un derrumbe letal? ¿Alguien que favorece y aún promueve muerte por falta de presencia no actúa como asesino? ¿Un mandatario que ante un meteoro con 17 muertos sigue de vacaciones, no es cómplice? Si a veces la presencia mata, o la negligencia, ¿por qué no la ausencia? Fíjese, hasta riman. 

viernes, 6 de abril de 2012

Tormentosa realidad

Saldo inusual para una tormenta, 14 muertos merecen reflexión. El periodismo vulgar buscará responsables, el  crítico conclusiones. Por ejemplo, distinguir al menos dos magnitudes: el pensamiento, que construye irrealidad en el lenguaje, dibuja palabras; y la tormenta real, que escribe el mundo sin respetar modelos lógicos, con total arbitrariedad para nuestro sensato buen juicio, pura voluntad de poder descargada cuando convergen sus fuerzas creadoras. Le importa un bledo niños, mujeres y ancianos. A diferencia de las leyes humanas, afanosas por compensar desigualdades, la impiadosa tormenta lastima al más débil. Diríamos que es injusta la desgraciada: derriba postes de luz, arranca árboles de cuajo, vuela techos, destruye bienes, cobra vidas, hace trizas cuanto encuentra en su camino. Qué va uno a hacerle, paciencia y pan criollo. Pero a nadie se le ocurre cruzar esta actitud trágica con el obstinado esfuerzo de los hombres - los fuertes, los que tienen poder -, para emparejar estas desigualdades que la naturaleza, una y otra vez, pone de relieve. Se diría que está tercamente empeñada en destruir la buena acción de aquellos dispuestos a construir un mundo de bien, de igualdad. Sin embargo, el periodismo se conmovería - los lectores también -, si traviesos árboles aplastaran los cerebros de algunos personajes, que dejarían de alimentar rotativas en esa puja que pretende atraparnos como culebrón barato. Digamos que la masa encefálica dispersa de Magnetto, Lanatta, pongamos también Boudou para no embanderarnos, daría un golpe feroz a la opinión pública, vendería millones de ejemplares y al mismo tiempo dejaría de alimentar rencillas que nada tiene que ver con la realidad de cada argentino. Secreta, íntimamente, muchos pensarían que la naturaleza ha sido justa, al fin quiérase o no, el mecanismo que subyace a la apolínea justicia es la dionisíaca venganza. No juzguemos si está bien o mal, en todo caso pensemos si sucedería o no esa vana, pequeña revancha del hombre "invisible" en manos de la naturaleza. Si es así, no es una trivialidad. Significa que la igualdad que dicen propiciar los hombres que tienen poder, no es la que construyen en la irrealidad del lenguaje y escriben luego en códigos de abstrusa interpretación - carroña de abogadete -, no es la igualdad de derechos que llena el discurso electoral y la promesa incumplida, tampoco la que hiede en las sentencias judiciales; es la igualdad en la realidad, esa que fantásticamente propiciaría la naturaleza destruyendo tres nocivos cerebros. Al fin no importa quien tiene razón, cualquiera que fuere, las tormentas seguirán castigando siempre al más débil.  

sábado, 31 de marzo de 2012

¿A qué llamamos noticia?

    La avidez de novedad integra la naturaleza del hombre. El deseo de conocer, el interés, constituye su vínculo con el mundo, que a la vez reconoce dos espacios distintos: el mundo cotidiano donde se inserta mi cuerpo, mi casa, mi barrio, las veredas que transito,el camino hacia mi trabajo, el recorrido de mis paseos. Allí sucede la vida de un hombre. Allí no hay "noticia" en el sentido de reconstrucción de la realidad, hay una percepción directa de la misma. El fortuito accidente que presenciamos nos impregna sin intermediario, incluso mi propia versión seguramente tendrá escorzos que reconstruyo imaginariamente, pues no estuvieron presentes a mis sentidos; ejemplo: del daño provocado deduzco la velocidad del vehículo. Pero aun con errores propios, mi percepción de la realidad es mía, directa, fidedigna. "Yo lo vi, nadie me lo contó", es un lugar común que legitima; como un riguroso escribano, mis sentidos "dan fe por ante ellos".
    El otro mundo excede al cotidiano, se inscribe en esa compleja construcción formada por una serie de ideas, legítimas unas, fantásticas otras, más o menos verificables, que además de contar con nuestra propia experiencia de lo que es el supuesto mundo, también cuenta con la de muchos otros que lo comparten, cada cual con sus propios errores y, sobre todo - aquí viene la esencia de la noticia -, con intencionalidad. El periodismo sano impugnará esta ofensiva aseveración, pero si la ciencia misma ha perdido neutralidad, resulta muy difícil conservar la pretendida pureza de la palabra, vehículo de construcción del mundo.
    ¿Entonces qué; no puedo creer en nada que no llegue vía directa? Digamos que si aun el mundo cotidiano debe someterse a crítica, cuánto más el otro pletórico de errores genuinos e intención agregada. Un cura que suele contaminar cámara y oídos, dijo esta semana que la fe se integra a lo cotidiano aduciendo que creemos que llueve, y que el transporte funcionará mañana, y una serie de afirmaciones que invocaban la fe del hombre, desde luego para agregar finalmente que también la fe en Dios y en la vida eterna, deberían estar presentes por idéntico mecanismo. Pero no dijo - ¿intencionalidad? - que lluvia y transporte son creencias verificables. Y hasta donde se sabe, Dios no se ha hecho presente para poder constatar su existencia. Sería bueno que el cura falso - falso por falsario, no porque no fuera cura, al menos disfraz tenía -, dejara una pista de dónde está Dios, hay muchos que tienen reclamos pendientes para hacerle. Muchos que no andan por el mundo, están en mi barrio, yo los veo y escucho a diario. Doy fe, nadie me lo contó.

miércoles, 28 de marzo de 2012

MARZO SUGESTIVO

Además del otoño, marzo inaugura dos eventos: las sesiones ordinarias del parlamento y la programación de un clásico porteño: el Planetario. La trascendencia de aquellas es evidente, nadie ignora la importancia de ese proscenio republicano. Efectivamente, el Congreso constituye una puesta en escena teatral, modelo por antonomasia de la "representación". Allí están quienes nos representan, abnegados artistas que se invisten de otros para defender intereses ajenos. ¿Alguien acaso reparó en el alcance de este escandaloso término: "representación"? Representar es estar en lugar de otro, reemplazarlo, y nadie sensato admitirá que estos señores de labio diarreico y jerigonza abstrusa son capaces de ponerse en tan incómodo sitio. Al menos no se los ve en los trenes de hora pico, en las odiosas colas para obtener una tarjeta que permita ahorrar monedas, en las de renovación documental, registro, DNI, en las fatigosas esperas de los Bancos y otras humillaciones populares. Está su espíritu, no su cuerpo. Claro, la representación es simbólica, otro artificio del pensamiento para construir un andamiaje donde creemos estar pero no estamos. Se podrá aducir que los representados "elegimos" representantes, pero la elección, como toda acción de la realidad, filtra por el tiempo como agua entre los dedos. Y desde Agustín de Hipona, nadie ignora que el escurridizo tiempo es aquello que creemos conocer hasta que nos preguntan por él. De modo que la elección es un momento mágico: congela y prolonga la realidad durante años. Asumamos que al dejar mi voto elijo, pero ya no puedo renovarlo hasta el fin del período, no puedo interrumpir el juego teatral, la tecla me queda pegada al dedo y en lugar de escribir mi vida, reproduzco una estúpida letra mientras otro la escribe por mí. Un malabar me ha quitado la mismidad por varios años, grave patología ontológica que deviene tragedia, cuando advierto que no sólo me ha ocurrido inadvertidamente, sino que también volverá a ocurrir. ¿Por qué? Aquí comienza a jugar el otro evento. Lúcidas autoridades porteñas han invertido en las instalaciones del Planetario instalando un proyector Megastar II A que muestra estrellas de hasta una 11° magnitud, equivalente a más de un millón de estrellas más que cualquier planetario convencional. Con semejante tecnología hemos mejorado enormemente nuestra proverbial tendencia a distraernos con abalorios de conquistador. Mientras miramos la luna y las estrellas, nuestros fatigados legisladores nos representan. Qué quiere que le diga, yo preferiría dar una mano, ser yo mismo siempre, ¡estoy tan acostumbrado a mí mismo!, pero no sé cómo diablos hacer. Quizás alguno pueda arrimar una idea.

viernes, 23 de marzo de 2012

Filicidio, triste y esclarecedor.
     Repetirse acerca de esta rareza del instinto, satura. Pormenorizar el caso de esta semana es sumarse al morbo colectivo, que desde el fiscal hasta los medios compite en truculencia. Para no abundar en cuestiones técnicas, inútiles ahora, digamos que la esporádica aparición de un filicidio, es la excepción que confirma la regla: el amor materno sigue vigente.
       Sin embargo, la tragedia tiene otro costado revelador. Como curiosidad, Canal 13 esta semana recuperó de sus archivos y difundió, una nota de 2006 donde la filicida responde, visiblemente preocupada, sobre la inseguridad en el mismo escenario donde luego ahogaría a su hijo, tras someterlo con violencia, simplemente para vengarse del marido. En ese momento, el trágico country había sido víctima de un robo, y la nota se sumaba a la difusión general sobre la inseguridad, flagelo extendido según la prensa, comprometida en la lucha contra la indolencia oficial en ese rubro. 
        "Vivo con medio. Es peor aquí adentro que afuera", expresó la mujer, víctima entonces, testimonio que ya hubiera alcanzado para entender el fenómeno violencia, derramado sobre la sociedad como una fina llovizna; caminamos debajo creyendo que no alcanzará a mojarnos y terminamos húmedos hasta el alma. Pareciera ser que el núcleo del problema no pasa por políticas que prevengan efectos sino por hallar sus causas. Rejas, custodia, uniformes, armas, vigilancia, no erradican el delito, cuando mucho pueden acotarlo si es efectivo, expulsándolo de barrios privados, jaulas hediondas de civilización donde el horror se filtra hasta en el amor materno. Habrá que echar una mirada a esas nubes tercas que no aflojan con la llovizna, nubes crepusculares llamadas "poder", empeñadas en ocultar el sol limpio del mediodía. Claro, es mucho más complicado que acudir a la psiquiatría y atribuir el fenómeno a la locura, fenómeno que, Foucault mediante, también tiene otra lectura. 
         Las sombras de Hobbes y Rouseau deambulan sobre nosotros: ¿El hombre es bueno y la sociedad lo pervierte, o arrastra una atávica maldad que la buena gente debe maquillar? Víctima y victimaria reunidas en un mismo cuerpo, revelan que bien y mal son buenos amigos con los que debe aprenderse a convivir, descubrir su naturaleza y acomodarlos para una vida en armonía. Canal 13 desempolvó con orgullo un video donde la filicida se muestra "normal", contraste que "vende". Debería haber sentido vergüenza en haber hecho "campaña" en 2006, en lugar de contribuir a mejorar la condición humana.