lunes, 1 de julio de 2013

Libertad vs. periodismo

La exhibición por parte de un medio del Grupo Clarín del cadáver de Ángeles Rawson tal como fuera encontrado vuelve a desnudar el conflicto sobre la libertad de prensa. Ahorramos comentarios acerca del nulo decoro y la morbosidad del editor, poco aporta reiterar condenas a quien emplea habitualmente estas prácticas. Resulta en cambio valioso discurrir acerca de los límites a las publicaciones. Las muestras de voracidad comercial desdeñosas del respeto por la dignidad humana pertenecen al orden ético, nada tienen que ver con el límite a la expansión económica de los grandes grupos que propone la ley de medios. Sin embargo podría colegirse sin temor a errar que el mayor volumen y alcance de un grupo multimediático, implica la instalación de su modalidad editorial sin que el consumidor tenga posibilidad de optar. Tal vez el modo de neutralizar ese avance sea poder evaluar críticamente sus contenidos, pero eso reclama un lector capaz de discernir, modelo que ningún monopolio editorial favorece. Si nadie alzara la voz contra estos atropellos flagrantes los consumidores de noticias acabaríamos naturalizando el hecho, situación que ya pudo advertirse en la opinión de un periodista del mismo medio, cuando justificó la publicación de la imagen midiendo su "éxito" en el agotamiento de la edición. No es trivial la conclusión del periodista, más bien revela la intención de la empresa editorial que, como cualquier empresa comercial, busca maximizar resultados independientemente del recurso empleado para obtenerlo. Si a este propósito sumamos la legitimación de un sistema cuya unidad de producción es la empresa privada, fácil es imaginar dónde puede llegar una actividad cuyo bien de cambio es la idea. Conviene aclarar que el objeto comercial de un medio periodístico, ya hace tiempo que dejó de ser la simple narración del hecho. La noticia, en estas épocas, viene acompañada de su respectiva interpretación, y ésta, invariablemente, tenderá a valorar positivamente un estado de cosas acorde a los fines de ese medio. Algo les ha hecho creer a los oligopolios mediáticos que los cerebros de sus clientes necesitan proteínas y vitaminas en lugar de alimento, economizando de este modo el proceso digestivo, claro que el ahorro obligado arrebata el sabor, el buen gusto, y con ellos la elección y degustación. A este ritmo no sería de extrañar que el ser humano termine convertido en un mero organismo biológico, destino que parece ser el elegido por los grupos hegemónicos, empeñados en construir una masa lectora y espectadora dispuesta a consumir grajeas periodísticas en lugar de buscar la realidad en el mundo.

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