viernes, 16 de mayo de 2014

El porqué de la violencia

    Tras un verano donde hizo calor, llovió mucho y aumentó el dólar - nada distinto -, retomamos nuestras reflexiones sobre la realidad virtual; la otra, la real, no se escribe, sucede en nuestro cuerpo y aun alrededor del mismo pero no más de unos metros, exactamente hasta donde llegan nuestros sentidos.
     Una noticia conmovió al mundo hoy, por su explosivo contenido aparente y por su esclarecedor significado: la renovación del contrato de Messi en 27 millones de dólares anuales que el periodismo, para realzarlo, redujo al valor hora - cifra que mejora un poco el salario de una empleada doméstica -. "Está bien que así sea", señaló un conocido periodista deportivo, agregando luego: "Se lo merece". Lo que no dijo es porqué se lo merece. Y creo que tampoco podría hacerlo no bien se pusiera a pensar fuera del paradigma impuesto por la cultura del siglo XXI. En cambio podría entender las causas de esta violencia que condena la iglesia argentina - la muy hipócrita -, no bien advirtiera la tremenda desigualdad que desnuda el celebrado contrato. Si Messi merece ganar más de 3000 dólares por hora y el equilibrio del mundo responde a ese merecimiento, entonces está bien que la mortalidad infantil esté en los niveles que está y que la desocupación alcance el guarismo actual y que la línea de pobreza no descienda más. Dirán los ingenuos mal intencionados que nada tiene que ver una cosa con otra, y que los bien habidos dólares de Messi no provocan las calamidades del mundo. Patrañas. Precisamente los dólares que gana Messi, punta del iceberg que oculta su efecto multiplicador en manos del poder, son causa y efecto de esa desigualdad que la iglesia no suele denunciar, más bien calla, sobre todo cuando los regímenes de turno mantienen sus prebendas a cambio de silencio. El contrato de Messi no sólo es una expresión de desigualdad sino que el periodismo imbécil - el que cambia imbecilidad por buenos sueldos -, la presenta como un gran logro naturalizando un mundo que cada vez más privilegia el circo sobre el pan. Antes al menos, ambos elementos se necesitaban juntos para manejar multitudes, ahora se tiende más a vaciar el estómago de nutrientes y a reemplazar ese gasto inútil con espejismos inhalados.
           Es increíble - y doloroso - advertir con qué frescura colocan excremento en una jaula de canario, y nos sugieren que esperemos dócilmente el gorjeo. Y lo más triste es que esperamos... 

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