miércoles, 31 de octubre de 2012

Hablan pero no dicen

La distinción entre voz y habla tiene larga data. Si bien es materia de sesudos trabajos entre pensadores posmodernos ya está presente en los clásicos griegos. En términos muy generales alude a la diferencia entre comunicar, función que cualquier especie animal practica, y la expresión lingüística propia del hombre caracterizada entre otras cosas por la posibilidad de mentir. Suena raro presentarla de este modo, pero es un modo sano de colocar frente a nosotros uno de los atributos destacados de la lengua. Muy genéricamente  el idioma, el discurso, la palabra, o como quiera llamarse a esto que el hombre emplea a diario para representar la realidad, no es más que un remedo de esa misma realidad, y como toda copia está sujeta a interpretación. He aquí el secreto que desvela a los filósofos del lenguaje y que viene distrayendo a medio mundo acerca de las cuestiones medulares del pensar. Cómo será que pensadores de la talla de Heidegger o Wittgenstein, después de descerebrarse en la búsqueda de respuestas recomiendan callarnos la boca y meter violín en bolsa. Cierto que también lo hace Juan Carlos Boludón y no deja de matar elefantes y abofetear choferes. Para colmo el imbécil lo intentó con Chavez, además de locuaz, rebelde.
Este contraste entre pensadores y aristócratas, entre gente al menos preocupada y vagos que andan al cuete por la vida, no hace más que repetir la inestabilidad del habla, un terreno fértil para la clase dirigente, especialmente para el pintoresco político de nuestras pampas. Nótese que cualquiera de ellos invoca las mismas bondades para cautivar ilusos en época de engaño - perdón, electorales -. Palabras como libertad, igualdad, trabajo, capital, crecimiento e inclusión, repican juguetonas en gargantas más o menos infectadas por ambiciones personales, pero todas debidamente contaminadas con dispar virulencia.
Dos vocablos y dos protagonistas alcanzan para imaginar las filigranas del embaucamiento idiomático a que es sometida la sufrida masa electoral. Macri invocando la igualdad y Kicillof operando el  capital vendrían a ser paradigmas de lo insólito, binomios del ridículo buscando pista para aterrizar en alguna letra de tango,  e integrar la vidriera irrespetuosa de los cambalaches junto a la proverbial biblia llorando contra el calefón.

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