martes, 20 de agosto de 2013

¿Dar la mano es educado?

Un conductor de noticiero de canal 13 aseguró que el joven que no le dio la mano a Macri fue "víctima de sus mentores", dando por descontado que el joven no actuaba por sí mismo sino por quien lo inducía a hacerlo de ese modo. ¿De dónde saca esta idea dicho periodista si hasta el momento de afirmarlo no se conocían las causas por las que el joven actuó así? ¿Por qué aquello que juzgamos negativo debe ser imputado a nuestros adversarios? ¿Por qué un joven que actúa como fiscal en una mesa electoral y niega su saludo a un dirigente es un maleducado y no alguien que, consecuente con su forma de pensar, rechaza todo trato "convencionalmente educado" como estrechar la mano, eligiendo expresar así su repudio a alguien para diferenciarse de él. ¿No es acaso este proceder bastante más civilizado que la retahíla de improperios que destinan los asistentes a las marchas de protesta sobre la presidente y su equipo de trabajo? No conocemos, en cambio, la calificación que ese mismo periodista hizo de los insultos dirigidos a las autoridades de la Nación elegidas por mayoría, ni de las expresiones de cierto periodismo que se atrevió a reproducir en la tapa de un semanario la imagen de Cristina Fernandez en un supuesto orgasmo, expresión que además de ofensiva es de pésimo gusto. ¿Será que "sus mentores" no le dan letra para que se pronuncie en esas otras expresiones repudiables?
Sospechamos que este periodista conoce en carne propia qué es ser "víctima de sus mentores", no hay otra explicación a que lo criticado en un sentido no lo sea en el otro. Esto es demasiado evidente, lo que sí resulta definitivamente una incógnita es saber si estos individuos advierten en sí mismo estas conductas. Si así fuere, su tarea no sería más que otra expresión comercial, en definitiva el precio que está a dispuesto a pagar cada uno por dirigir un discurso en favor o en contra de alguien, una suerte de sicario de la palabra que se vende al mejor postor. Al fin también los médicos venden su conocimiento al mejor postor, pero no solo son conscientes de ello - para eso lo adquieren -, sino que tienen argumentos para sostener que lo hacen por el bien de los demás. Muy distinto es aquel que poco puede argüir acerca de una censura que merece ser tal en persona de uno y no de otro, alguien que señala que el color rojo es malo cuando lo viste X pero no cuando lo viste Y.
Desde luego no sabemos que sucede en el alma de ese hombre, quizás lo menos severo sea achacárselo a su "ignorancia", aquella olvidada "mala fe" sartreana a la que acuden todos los que no se hacen cargo de sus actos, pero cumplimos en informar a ese hombre que está incurriendo en la peor miseria intelectual, aquella en la que caemos cuando condenamos en el prójimo el mismo acto que aprobamos en nosotros.  

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