viernes, 23 de marzo de 2012

Filicidio, triste y esclarecedor.
     Repetirse acerca de esta rareza del instinto, satura. Pormenorizar el caso de esta semana es sumarse al morbo colectivo, que desde el fiscal hasta los medios compite en truculencia. Para no abundar en cuestiones técnicas, inútiles ahora, digamos que la esporádica aparición de un filicidio, es la excepción que confirma la regla: el amor materno sigue vigente.
       Sin embargo, la tragedia tiene otro costado revelador. Como curiosidad, Canal 13 esta semana recuperó de sus archivos y difundió, una nota de 2006 donde la filicida responde, visiblemente preocupada, sobre la inseguridad en el mismo escenario donde luego ahogaría a su hijo, tras someterlo con violencia, simplemente para vengarse del marido. En ese momento, el trágico country había sido víctima de un robo, y la nota se sumaba a la difusión general sobre la inseguridad, flagelo extendido según la prensa, comprometida en la lucha contra la indolencia oficial en ese rubro. 
        "Vivo con medio. Es peor aquí adentro que afuera", expresó la mujer, víctima entonces, testimonio que ya hubiera alcanzado para entender el fenómeno violencia, derramado sobre la sociedad como una fina llovizna; caminamos debajo creyendo que no alcanzará a mojarnos y terminamos húmedos hasta el alma. Pareciera ser que el núcleo del problema no pasa por políticas que prevengan efectos sino por hallar sus causas. Rejas, custodia, uniformes, armas, vigilancia, no erradican el delito, cuando mucho pueden acotarlo si es efectivo, expulsándolo de barrios privados, jaulas hediondas de civilización donde el horror se filtra hasta en el amor materno. Habrá que echar una mirada a esas nubes tercas que no aflojan con la llovizna, nubes crepusculares llamadas "poder", empeñadas en ocultar el sol limpio del mediodía. Claro, es mucho más complicado que acudir a la psiquiatría y atribuir el fenómeno a la locura, fenómeno que, Foucault mediante, también tiene otra lectura. 
         Las sombras de Hobbes y Rouseau deambulan sobre nosotros: ¿El hombre es bueno y la sociedad lo pervierte, o arrastra una atávica maldad que la buena gente debe maquillar? Víctima y victimaria reunidas en un mismo cuerpo, revelan que bien y mal son buenos amigos con los que debe aprenderse a convivir, descubrir su naturaleza y acomodarlos para una vida en armonía. Canal 13 desempolvó con orgullo un video donde la filicida se muestra "normal", contraste que "vende". Debería haber sentido vergüenza en haber hecho "campaña" en 2006, en lugar de contribuir a mejorar la condición humana.   

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