lunes, 4 de junio de 2012

Dolar verde esperanza

El título parece una expresión muy de moda estos días, confirmación de otra falacia urdida en las intrigas de palacio. Veamos: por carácter transitivo dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, de modo que si esperanza y dólar son verdes, la esperanza es el dólar. ¿Acaso podemos dudar del carácter transitivo, pilar de las matemáticas? Por qué no. Hace más de un siglo, un preclaro revisó la igualdad A = B, advirtiendo que difería de A = A, única y verdadera igualdad posible: la identidad. Sucede que el pensamiento puede concebir igualdades homologando cosas distintas, pero la realidad no, eterno problema filosófico de asimilar magnitudes incompatibles. Así las cosas, los pensadores con mala intención barrenan sobre las palabras y construyen ilusiones de igualdad que la realidad desmiente.
Si aplicamos esta lógica, la construcción imaginaria de que en la compra de dólares reside la esperanza de conservar nuestros pesitos valorizados, es perfecta, y la experiencia convalida la conjetura - recordemos al gran pitoniso: "El que apuesta al dólar pierde". Y perdió; el pitoniso -. ¿Ahora, qué pasa con el ahorrista? Suponiendo que los precios acompañen al dólar, seguramente con dólares podremos comprar más batatas, pero aquí entra a jugar la capacidad estomacal, porque mucha batata, empacha: Y no es recomendable meterlas por otro lado, destino inevitable del sobrante. Y sólo puede sobrar a la clase del sobrante, esa de pensamiento europeo y residencia sudamericana, la que amontona reclamos en Barrio Norte, golpea periodistas y mira a Europa en lugar de Villa Lugano, mucho más próxima pero menos deseable.
Sin duda, quienes acumulan dólares tienen mejores posibilidades siempre, pero no por acumular dólares sino porque pueden acumular. Comprar dólares es un modo de emplear su libertad de acumular, y ¡ésta es la que se cuestiona!, la libertad de hacer lo que quiero con lo mío. Aquí está el problema: invocar la libertad como el bien más preciado pensando en ciertas libertades que no son tales, porque no están al alcance de todos, de modo que algo indisponible a todos como el sobrante, jamás puede ser ejemplo de libertad. Resulta que la mentada libertad se da de narices con otro concepto, herencia de la glamorosa Revolución Francesa: la igualdad, que debería buscar que todos pudieran hincar el diente a la torta. Pero la igualdad, paradójicamente, es desigual porque admite la libertad de que ahorren algunos y otros no. Algo similar a la invocación de la libertad de prensa. Ser libre no es ser libre de acumular todos los medios, pero algunos lo entienden así y aducen que el límite cercena. El límite, necesario para la armónica conveniencia, ese que padece la sumisa mayoría, es causa de rebelión de la minoría que, curiosamente, condena el piquete pobre.    

4 comentarios:

  1. Coincido que el dólar no se fabrica en Argentina, y entonces dependemos de que nos lo traigan de USA.

    Coincido también en que el gobierno tiene que pagar muchas deudas que vienen de vieja data (pero a su vez se esta endeudando ferozmente, con lo que las necesidades seguiran por los años de los años)

    No coincido: Sus necesidades no son únicamente de las clases altas.

    No coincido: Sí que hace a la libertad. Por que si solo tienes argentinos, no puedes ni cruzar las fronteras, y te ves compelido a vivir dentro de la Argentina.

    Nosotros lo consideramos el mejor pais del mundo, pero de vez en cuando podemos sentir la tentación de ver para creer, o de trasladarnos
    a otras latitudes donde soñamos nos pueden reconocer mejor, de lo que consideramos nuestros merecimientos, y aunque finalmente no podamos concretar esa posibilidad por las montañas de dinero necesarias, quisieramos tener viva la llama de la esperanza, a mano esa posibilidad; y si no hay ninguna manera de hacerlo, nos sentiremos prisioneros, rehenes, y que la puerta de salida se ha estrellado en nuestras narices: y tener que pensar en los cayucos.

    Todos sabemos que si tenemos dólares en nuestros bolsillos tenemos posibilidades; con los pesos ninguna. Quizas haya muchisimos tramos de nuestra historia donde los pesos fueron mejor inversión, pero en el largo plazo los dólares han terminando ganando, o por lo menos no te han dado la sensación de inseguridad que a veces trasmite nuestra propia moneda.

    Concidimos: el orden monetario no es el más adecuado, dejándolo librado a nuestro "papa" Estados Unidos. Pero por ahora es lo que hay.

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  2. Me parece que el mensaje va más al hueso, apunta a mirar el alcance del concepto libertad, que es lo que dicen que la restricción cercena. Restringir sobrantes es siempre preferible a propiciar faltantes, ya que sin duda más grave que no poder comprar dólares es no poder comprar remedios o alimentos, estos sí adquiribles con pesos argentinos de curso legal. Se trata de cotejar qué ganan o pierden unos y otros, para fijar prioridades con cierta equidad.
    Acerca de que "por ahora es lo que hay", uno puede tener distintas opciones: aceptarlo o revisar eso que hay para mirar posibles correcciones, o al menos entender quién y por qué dispone que haya lo que hay.

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  3. Acá me parece que la cuestión no es simplemente dejar o no comprar dólares. Los que están en el poder (si es que poseen tal potestad) saben perfectamente quiénes son los que fugan dólares y hacen las grandes compras que desestabilizan el mercado. Entonces... ¿por qué no ir solo contra ellos? ¿Para qué agarrárselas con el pobre empleado que busca comprar 100-200 dólares para lo que cuernos fuera.
    De hecho, hoy me pasó que con todo mi sueldo en blanco y declarado, no puedo comprar más de 100 dólares para pagar una deuda. Una soberana ridiculez.
    Y aducir direccionamientos patrióticos y búsquedas de cambio de idiosincrasia, cuando ellos mismos no la cambian, es una reverenda hipocresía que no admite mucha discusión.

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  4. Absolutamente de acuerdo. Contradicciones del poder político claramente expresada en las diferentes declaraciones entre Randazzo y Fernández. Estas son las cosas que el gobierno debe atender, porque además de implementar mal una medida que podría ser buena si estuviera bien direccionada, le da pasto a una oposición torpe, grosera y destructiva que sabe aprovechar esa zona ciega.

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