viernes, 18 de octubre de 2013

Divagues

Este tiempo interelectoral - las PASO son comicios de garrón -, sugiere reflexionar acerca de los distintos caminos que puede tomar Argentina una vez concluida la década ganada o perdida, opuesto que marca el tono utilitario de la política. Esto significa en buen romance que la década habrá de pasar incluso ante una eventual continuidad política - nadie es igual a Cristina -, otro rasgo que marca el infantilismo del electorado argentino en cuyo ideario los hombres prevalecen a las ideas. Y el primer divague que aparece frente este pasaje es ponernos a pensar sobre el eterno desvelo del hombre: el porvenir. 
La incertidumbre, ese monstruo que desde siempre nos atosiga aunque digamos combatirlo en honor a la pureza de la ciencia, parece ser el rasgo distintivo del siglo que iniciamos y toma cuerpo tras la caída del muro de Berlín. El fracaso del último dique de contención al capitalismo aceleró la globalización extendiendo el sistema a todo el planeta, sin embargo el torrentoso avance no aseguró sus bondades, más bien occidentalizó a oriente que acabó convertido en una democracia más poderosa aún que la que hoy lidera este cacho de mundo. Nótese que el hermano mayor del norte - hermano geográfico, no de sangre -, hoy recorre el mismo camino que padecimos los menores bobos del sur: coquetear con el default, cuadro agravado por el peligro adicional de repetir males típicamente nuestros: discutir entre opositores postergando decisiones capaces de neutralizar males mayores, torcer significados, ocultar lo que no conviene y mostrar lo que sí, en fín, toda una batería de picardías porteñas que nos coloca a la cabeza del mundo en materia de idioteces. El signo más típico de nuestra argentinidad - no sobra decirlo - son los dos goles emblemáticos de Maradona a los ingleses, uno de inenarrable belleza y lleno de habilidad, el otro apelando a una embozada infracción. He ahí la idiosincracia argentina.
Pero no corresponde ser injusto, el temor a la incertidumbre es un mal planetario y endémico, define a la especie humana, sobre todo al poderoso, necesitado de esa cuota de certeza que le asegure continuidad en su gueto de poder. Claman los ABC1 por un cambio que traiga oxígeno a sus empobrecidas arcas, que no es lo mismo ganar miles de millones que cientos de millones. El consejo, si cabe el término, es aprender a convivir con lo inesperado y copiar el método al panadero de nubes del Cuchi Leguizamón: Cómo le iban a robar, ni queriendo a Don Juan Riera, si de noche le dejaba al pobre la puerta abierta. ¡Un ejemplo!  

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