domingo, 22 de marzo de 2020

Un virus democrático

Desde la Revolución Francesa la civilidad se ha llenado la boca con la palabra "democracia", modelo ideal para las naciones modernas. A partir de entonces nadie sensato podía cuestionar las bondades del sistema sin ser acusado de desestabilizador, por lo menos, hasta subversivo. Sin embargo, nadie pareció advertir que la bendita democracia sólo profundizaba desigualdades, montada a las blanduras que el poder se empeñaba en utilizar para perpetuar desigualdades, llámese el "orden", la "ley", la "libertad", los "derechos" y demás bondades, siempre eficaces cuando caen sobre el curtido lomo de los menos diestros para refugiarse en tales beneficios.
El 2020, año bisagra en la historia de la humanidad nos trajo la primera evidencia de qué es realmente la democracia en tiempos de globalización. Y esta "maldita bendición" que se propaga en progresión geométrica invierte la escala de valores celosamente custodiada por la "democracia", operada desde la consola principal, anteponiendo la "igualdad" a cualquiera otra virtud que los modernos señores feudales han venido privilegiando.
"COVID19" arrasa con vidas, sistemas de salud, diferencias y privilegios. El democrático virus no repara en saldos bancarios, cuentas offshore, barrios privados, puntos cardinales, hemisferios,  creencias, religiones o niveles educativos. El único privilegio parecen ser los menores - víctimas no preferenciales - seguramente por ser los menos programados aún por este perverso sistema. 
"Distancia social" llaman a la nueva forma de aproximación entre los individuos de la especie, un modo sutil de alejamiento convencional, y a la vez un modo de acercamiento psico-espiritual. Porque obligados a mirar hacia "adentro" es imposible no advertir que cada uno de nosotros es lo que es cuando hay "otro". La ausencia del "otro" obliga a replantearnos quién es uno mismo. No es casual que los más resistentes a aceptar la importancia del virus democrático y a actuar en consecuencia sean aquellos que se aferran desesperadamente al "orden anterior". Paradigma de este fenómeno de negación al nuevo escenario son algunos líderes (Trump, Bolsonaro, Johnson) y todo su séquito de alineados, confiados en que el virus democrático sea otra tormenta pasajera. La realidad habrá de demostrarles un nuevo error. Costará muchas vidas, como siempre, pero sirve para resquebrajar un orden que hace tiempo ya viene haciendo agua.    

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