viernes, 13 de abril de 2012

Nacer en la morgue

La beba dada por muerta al nacer constituye casi una resurrección. Colocada en la morgue, sobrevivió 12 horas al olvido y la baja temperatura. Algo increíble, ideal para el delirio periodístico. Una resurrección no puede pasar desapercibida al monstruo mediático. La última, hace 2012 años tres meses y días, todavía da que hablar; imagínese. La noticia admite varios abordajes: 1) Técnico: Si hasta en los casos de muerte fetal se recomienda la visualización del cuerpo por parte de los padres, y de dejar constancia de la negativa en caso de no hacerlo, ¿cómo explicar que la madre, tras el parto, debiera insistir 12 horas para poder ver a su hija. 2) Teológico: se trata de un milagro, explicación que salva a los médicos, mejora la credibilidad eclesiástica y aumenta la asistencia a misa. No explica los anónimos que mueren en igual condición, tampoco el afán de Dios por la tapa de los diarios; porque el pícaro no dio señales de vida en Cromañón ni Once, y eso de echar culpas a un genio maligno no se lo cree ni Descartes 3) Legal: Hay que buscar cuanto antes un homicida, un ladrón de bebés o al menos un negligente, ¡alguien, por favor! Lo del milagro no sirve, borra culpas y exime a todos, las pobres hienas no tienen dónde hincar el diente. Claro que la devoción por las responsabilidades presenta otro problema que nadie revisa: cuándo hay homicidio, y si la tipificación alcanza a todos. El homicida doloso, por ejemplo, inflige muerte con intención - caso filicidio del country, Candela Gutierrez, Soria -; ¡es de lo peor!, claro que nunca se sabe quién es, o resulta inimputable, o está deprimido y no puede declarar hasta reponerse. Una segunda categoría, el homicida culposo, es algo mejor: mata sin querer, como quien da un pisotón en el subte. Sucede cuando toma de más, inhala, se enfiesta, maneja y se lleva puesta una embarazada o tira del balcón a la mujer. Suele boxear . En ambos casos resulta imprescindible saber quién es, cosa de caerle con el alfabeto encima, darles hasta el hartazgo con subjetivemas varios y adjetivos góticos. Pero, ¿qué de los distraídos que firman decretos y causan muertes de a miles? ¿Por qué no tiene la misma tipificación un decreto devastador? ¿Por qué un vaciamiento como el de Pami que mató tantos abuelos por falta de atención no es homicidio? ¿O una habilitación coimeada que provoca un derrumbe letal? ¿Alguien que favorece y aún promueve muerte por falta de presencia no actúa como asesino? ¿Un mandatario que ante un meteoro con 17 muertos sigue de vacaciones, no es cómplice? Si a veces la presencia mata, o la negligencia, ¿por qué no la ausencia? Fíjese, hasta riman. 

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