lunes, 7 de enero de 2013

Asado conflictivo

Tan burda es la pelea mediática acerca de los errores y aciertos del gobierno, que en lugar de investigar y argumentar con responsabilidad política los hechos impugnables, apoyar los meritorios, y criticar aquellos que merezcan revisión, el grupo opositor no hace más que expresar su resentimiento por la bofetada recibida, mediante construcciones que además de inconsistentes, constituyen basura lingüística. Lo malo es que a diferencia de la otra basura - la real -, esta sigue depositándose en el inagotable megabasurero de siempre: la cabeza de la gente.
La última semana, la crítica al asado celebrado en la ESMA, pertinaz, empalagosa, desgastante, pretendió colocar al gobierno en un lugar claramente ajeno a su espíritu. Si debiéramos elegir un política de estado que identificara fielmente a este gobierno, no podría ser otra que la reivindicación a la figura del desaparecido y el rescate de la lucha para castigar a sus responsables. La ESMA constituye un emblema del triste papel que el terrorismo de estado con sus cómplices civiles ha causado a la sociedad argentina. Mal entonces puede endilgarse al gobierno afán de atropellar la memoria cuando ha sido gestor de su recuperación. Creer semejante disparate es asimilar el espíritu al hecho. Hay claramente una intencionalidad en confundir la parte con el todo, desvirtuar una línea de pensamiento por un episodio que, en todo caso puede ser discutible. Lo mismo sucedió con la crítica a los festejos del bicentenario por la calidad de los números artísticos.
Tal como se viene librando esta batalla, la sociedad argentina ha tomado cierta conciencia sobre los métodos empleados y el botín en juego, de modo que no extraña a esta altura estos cruces de circo romano. Sí, en cambio, debería ser motivo de preocupación la persistencia y contenido de los ataques, un fuego de artificio que confirma el afán de seguir tratando a la siempre desconocida "opinión pública", como una horda primitiva capaz de digerir heces informativas. No sólo revela un fuerte desprecio por el receptor de la información, sino que pone de relieve el papel de quienes participan en la maniobra como portavoces de la  noticia. Muy pocos periodistas han tomado distancia de estas prácticas, la mayoría mantiene sus tronos de loza, convencidos que la libertad de expresión consiste en ser orificio de salida de las heces. Triste papel.

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