martes, 1 de diciembre de 2015

Dos modelos?

Se ha naturalizado en la sociedad una puja entre dos modelos económicos (no políticos, pero sí que dan soporte a sendas corrientes ideológicas) sin que aparezca claramente la diferencia entre ambos. Y la confusión está alentada especialmente por la coalición que ha triunfado en las últimas elecciones, empeñadas en tiznar su confeso liberalismo con un moderado (y sospechoso) equilibrio, evidente en el mantenimiento de políticas de nacionalización de empresas oportunamente privatizadas. Sorprende el disfraz, siempre motivo de críticas por el sólo hecho de esconder algo, pero mucho más porque un abierto reconocimiento de su verdadera filiación ideológica, permitiría una esclarecedora polémica con posibilidad de enriquecimiento, tanto para quienes privilegian la economía de mercado sujeta a variables económicas de libre flotación, como para quienes pretendemos una  presencia moderadora del Estado, no para que tensione arbitrariamente sino precisamente para que impida manipular intencionalmente las variables. Las célebres curvas de oferta y demanda navegando libremente se autoequilibran, sí, pero en los ejes cartesianos. En la realidad están sujetas a manipulaciones por quienes tienen mayor poder de contratación, es decir los grandes grupos concentrados.  ¿O acaso la demanda no se estimula mediante ilusiones colectivas creadas por efecto de la engañosa publicidad? ¿O la oferta no se retrae intencionalmente para crear faltantes que empujan los precios hacia arriba? Por alguna razón el mismo liberalismo, consciente del enorme poder de los grandes capitales, ha aceptado la condenación de monopolios y oligopolios, a pesar de lo cual los mismos sobreviven alegremente sin que se vea cómo ponerles límite. Si oponerse a los mismos ya fue motivo de crítica para un gobierno de políticas inclusivas, qué puede esperarse de uno que ha prometido emplear viejas fórmulas que han provocado efectos devastadores no sólo en nuestro país sino en otros que integran el desván del mundo, países en vías de desarrollo con una inevitable dependencia respecto de las economías centrales. Esta discusión es la que debe darse entre ambos modelos, cruzar intenciones y herramientas empleadas por cada uno, verificar los efectos de su aplicación, blanquear su adhesión a dicho modelo y hacerse cargo de las inevitables consecuencias que acarreará. Para dar un solo ejemplo: el gobierno saliente ha dicho que el Banco Central debe estar alineado con la política económica aplicada, definición a la que el nuevo gobierno no adhirió exigiendo un Banco Central independiente. ¿Porqué entonces ahora no sostiene esta postura y pretende dirigirlo con sicarios ideológicos funcionales a sus políticas? Reiteramos, no estamos condenando la alineación sino preguntando porqué el nuevo gobierno criticó lo que ahora implementará. Un panquecazo revelador.  

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