martes, 8 de diciembre de 2015

La batalla perdida

En medio de una descontrolada suba de precios cuya causa no es otra que la expectativa inflacionaria, esa vieja amante de las democracias liberales, los medios colonizados encabezados por Canal 13 han desatado una no menos furiosa campaña sobre un episodio intrascendente que han dado en en llamar "transición", típica maniobra distractiva a la que apelará con frecuencia el nuevo gobierno para ocultar maniobras tácticas en torno a su eje ideológico: la prevalencia de los grupos económicos y la complacencia a su voracidad sobre las necesidades de la población. Más allá de las dificultades que todo esto entraña, el episodio es útil para poder ir develando los engaños de la "alternancia", uno de los mitos de la democracia que invocan algunos votantes del "cambio" (por ahora levantan la mano, en breve se esconderán tras el proverbial "yo no lo voté" de cuño noventista).
La celebrada alternancia, que implica variabilidad política, no debe entenderse hoy al modo de la antigua dicotomía peronismo-radicalismo que, aun con las falencias de ambos, suponía un cambio de modelo, sino como una antinomia entre poder político y poder económico. Cualquier partido político argentino que hubiera accedido al gobierno (salvo el Pro), seguramente no habría resignado la noble aspiración de mantener las banderas de la soberanía, y habría enfrentado a los grupos concentrados locales, meras franquicias del capital, con resultado dudoso conforme a la disparidad de fuerzas entre ellos. Pero los habrían enfrentado, tal como hizo Alfonsín en el 83 con poco éxito. El engaño al que nos referimos, es que la aludida alternancia se refiere al poder político, no al económico. Este último no cambia, más bien perdura agazapado cuando algún modelo se digna enfrentarlo, o bien tratando de seducir a una oposición siempre ambiciosa de poder, para retornar oculto en un gobierno servil funcional a sus propósitos.
Ya está diseñado el plan económico que nos aplastará durante cuatro años, ya también las viejas argumentaciones sobre la "pesada herencia", las "arcas vacías" para justificar la nueva invasión de capital foráneo, ya las mentiras para argüir que los incumplimientos de promesas realizadas en las campañas se deben a una impiadosa oposición parlamentaria. Ejemplo: el cepo sólo podrá levantarse si contamos con la ley X, pero como el congreso no la vota, no hay levantamiento de cepo. Así sucedió con muchas obras prometidas en la Ciudad que quedaron pendientes por una "negada" colaboración del gobierno nacional. Es hora de que los argentinos sepamos diseccionar las mentiras mediáticas orquestadas en el poder, que una batalla está perdida, pero la guerra continúa.

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