sábado, 4 de junio de 2016

Empresa vs. Emprendimiento

Entre las confusiones que animan las discusiones políticas que ofrece la televisión actual, tiene un lugar de privilegio la antinomia entre gran empresa y pequeña empresa. Incluso la distinción justificó en parte el aberrante veto de la ley "antidespidos". El argumento fue que las pequeñas empresas no podían absorber ningún aumento en los costos frente a la merma de ventas causada por la retracción en el consumo y el incremento de importaciones. Tanto concepto, tanta pirotecnia verbal manejada livianamente acaba confundiendo a cualquiera. Los ciudadanos comunes sólo advertimos cómo nuestro salario ha decrecido cuando debemos enfrentar ese naturalizado piquete capitalista: la caja del supermercado. Allí no hay dudas ni discusiones, pagamos o devolvemos la compra. Y punto.
Los "debates televisivos" que fabrican la ilusión de la democracia participativa, desplazan el eje del problema. En lugar de tratar la brutal expoliación de las clases bajas en favor de los grupos concentrado, prefieren fogonear una discusión técnica sobre la diferencia entre pequeños y grandes empresarios, como si el tamaño del tumor modificara la gravedad del cuadro patológico. No seamos ingenuos; la diferencia entre un pequeño empresario y uno grande es una cuestión temporal.
Muy distinto, en cambio, es el "emprendedor" que acomete proyectos llevados a cabo por individuos o familias. Estos se involucran de un modo distinto, no privilegian la cuestión económica sino todo un proyecto de vida cuyo propósito es su realización, un fin mucho más abarcativo y loable que el mero sustento económico. Algo así como el legendario artesano medieval, o aún el siervo de la gleba, que en el fruto de su trabajo encontraba un sentido a la vida, y cuyo alcance social era el trueque en el mercado donde construía sus vínculos interpares. Desde luego el expoliador allí era el señor feudal que se enriquecía gracias a la renta que obtenía por el uso de su propiedad. A ese sí le interesaba sólo el dinero, tanto como al moderno señor feudal, hoy llamado empresario, con toda una legislación protectora creada para su desarrollo, y con el cuento del virtuoso ejercicio de una libertad que solo emplea para la acumulación, burlando cuando puede sus obligaciones fiscales. La arritmia cardíaca de Macri revela los sustos que suelen llevarse estos especímenes cuando son descubiertos.
Digámoslo con todas las letras: al empresario sólo le importa la utilidad, sin ésta no hay empresa, incluso puede sacrificar cualquier otro aspecto involucrado en la misma (los sueldos por ejemplo, que equivalen al bienestar de sus empleados), pero jamás la renta, único Dios sin ateos en el credo liberal. Sepamos entonces de ahora en más que empresario-utilidad, binomio central del sistema capitalista, no es lo mismo que emprendedor-proyecto de vida, grupo al que pertenecen multitudes de hombres y mujeres deseosos de hacer algún aporte a la sociedad y sentirse realizados con el mismo.  

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