miércoles, 18 de julio de 2012

Comparaciones: ¿odiosas o inútiles?

Hoy es casi un síntoma comparar situaciones de países y regiones cruzando épocas, proponiendo fórmulas y arriesgando pronósticos futuros, una suerte de tómbola político-económica a la que sólo le falta Riverito anunciando resultados. Entre nosotros parece un deporte comparar la España actual con la Argentina del 2001, como si alquímicamente pudieran intercambiarse elementos, coyunturas, personajes y virus sociales. La tendencia es recomendar o no fórmulas para que España dentro de una década florezca como la Argentina de hoy - si esto es una floresta es motivo de otro análisis, pero cierto que no está en llamas como la madre que nos parió a pesar de tanto piromaníaco al acecho - No está mal preocuparnos por "la vieja", pero sería mejor saber cómo estará Argentina dentro de una década para anticipar sus males en veinte años. 
Los gurúes compiten "a ver quien la tiene más larga" sin advertir que en todo caso en uno u otro lado, diez años antes o diez años después, siempre es corta para las satisfacciones que se proponen. Si quienes tienen responsabilidades de conducción pudieran lograr algún resquicio en las orejeras que calzan, dejarían de actuar como chusmas de barrio controlando el barrido de la vecina, las ausencias del marido y el tiempo que tarda el sifonero adentro de su casa para sospechar, mal como corresponde.
Ambas crisis - Argentina 2001 y España actual -, tienen una similitud única: el fracaso de políticas liberales, neo o puras, da lo mismo, siempre dispuestas a justificar crecimientos con datos que serenan sólo a sus gestores; luego explican con algún enjuage literario las calamidades que subsisten a la vera del camino. Todo lo demás son diferencias, porque los ajustes europeos - reducción de presupuestos, flexibilización laboral, extensión de la edad jubilatoria, presión impositiva -, tendrán un efecto más retardado, allá parten de una situación distinta. Acá la gente, literalmente, se moría de hambre o por falta de atención en hospitales, eso mismo que la oposición hoy, con malicia, trata de mostrar que sucede; sí, ocurre, pero no es un síntoma, un individuo sano puede resfriarse pero la benignidad del mal no amerita definirlo como paciente terminal.
Ambas situaciones digamos que son equivalentes, pero la tendenciosa mirada de "los que saben", siempre agrega o quita algunas líneas al termómetro, y eso no sana ni enferma a la realidad. Las crisis, en este estado capitalista, siempre las sostendrá el pueblo, más o menos según la sensibilidad del gobierno de turno, pero siempre las provocarán los que no la padecen. Esto, precisamente, habría que cambiar.

1 comentario:

  1. España un gobierno de derecha reemplazo a uno de izquierda, justo al revés de
    Argentina, coinciden en el diagnostico de los problemas heredados:
    LA CULPA LA TUVO EL GOBIERNO ANTERIOR
    En España han salido a la luz unos despilfarros alucinantes: Aeropuertos terminados sin
    que opere ningún avión. De cincuenta y tantos que han construido a todo trapo –muchos en los últimos años- no llegan a 6 los que son rentables, los restantes subutilizados, o directamente sin usar.
    Edificios extravagantes, pabellones, salones de esposiciones, en fin de todo tipo y color, terminados, urbanizaciones sin habilitar, a medio terminar, o en construcción, paralizados, sin ninguna función, y que costaron una verdadera pasta, gigantescas cantidad de dinero, y por supuesto nadie se hace cargo ni intenta alguna explicación.
    Lineas de Alta Velocidad (AVE) que circulan con muy pocos pasajeros. Autopistas
    Gigantestcas, donde casi no hay coches.
    Parece el monumento a la Estupidez.
    La racionalidad tiene algo que ver con la ideología?, o esta relacionado con la capacidad
    pensante?
    Así y todo España consigue dinero con un interés posible, escandalizándose cuando sobre-
    pasa el 5 % anual.
    Argentina, después de más de una “década” de reconquista todavía no puede comprar un tomate en el exterior, porque eso es lo que esconde el “arreglémonos con lo nuestro”, la imposibilidad de financiarse, la obligación de pagar de contado, o con algo parecido al trueque, y viviendo con una inflación que ya coquetea con el 40%.
    Eduardo.

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