viernes, 3 de agosto de 2012

Duelo mafioso

Dudar de todo tiene ventajas y desventajas. Ente las primeras destaca el poder hacerlo, entre las segundas no poder evitarlo. Siempre quedamos atrapados en una prudente indeterminación intelectual que a la hora de tomar decisiones constituye una dificultad. Fácil es criticar, más aún cuando todo lo sometido a crítica siempre es perfectible. Pero cuando se trata de ideas que conllevan un modo de estar en el mundo, es preciso tomar partido. La política es una de esas magnitudes que exige adscribir a ideas. Si acaso ejercer su práctica merece condena, esta circunstancia no invalida a la idea misma.
Así las cosas, la polarización vigente hoy entre oficialismo y oposición reclama tomar postura - no confundir con militancia, término de infeliz polisemia -. Este blog, se sabe, adscribe al igualitarismo, término delicado del que todos pretenden apropiarse. A la luz de casi una década de gestión, nadie sensato duda que en esos términos hay una sensible mejora, mal que le pese al campo, la industria, el comercio, a la clase media, y últimamente al trabajador; ahora incluso al turismo por los nuevos controles, lo que no invalida que se siga vacacionando ni construyendo a pesar del fatalismo inmobiliario. Por algo será. Sorprende que arrecien críticas desde todos los sectores, una avanzada que ha hecho cerrar filas al gobierno con un discurso que dobla la apuesta, pero que a la vez lo condena al solipsismo que se le atribuye. Así las cosas, no tiene salida. Si la realidad no alcanza para aprobar su gestión, necesita atrincherarse cambiando el destino de la palabra: en lugar de ser espacio de acercamiento se ha convertido en arsenal hiriente. Muy distinto es decir que las cosas pueden hacerse mejor - aquí nos sumamos, sobre todo en la condena de favoritismos que perduran -, a decir que está mal lo que se hizo en materia de políticas populistas, derechos igualitarios, revisión del pasado para saber quién es quién, redistribución de la renta, atomización de la palabra, nacionalizaciones.
En estos términos la puja torrencial del último tiempo tiene tufo a duelo mafioso. Ya no hay argumentos - la oposición sobre todo -, los bandos eligen cargar a rebato contra el enemigo en una lucha encarnizada y torpe que sólo pretende destruir, unos el 54% indigerible, otros la polución lingüística. Y es tan absurda la posición opositora que impide elaborar una crítica sana que desnude errores. Y claro que existen, pero ¿cómo los combaten quienes además de votar piensan? La torpeza rival hace imposible adscribir a la misma. 

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