viernes, 16 de noviembre de 2012

Ley de medios o de miedos

Parece un título de Berman - no Ingmar, el rabino; también Farinello era lamentable pero se sacaba el disfraz de religioso al menos -, sin embargo en eso pretenden transformarla quienes la presentan como un avance contra la libertad de expresión. En esta eterna partida de ajedrez, donde cada jugador sacrifica cuanto trebejo se le ocurra - total, siempre habrá una nueva partida por jugar -, el entretenimiento próximo será la puja en torno al 7D, alrededor del cual se vienen gastando millones en lavar cabezas. Curiosamente las mismas razones que arguyeron quienes aprobaron la ley, es la que ostentan sus detractores: asegurar libertad de expresión en los medios. Cuando se aplica una fuerza en sentido norte y otra en sentido sur no hacen sino neutralizarse. ¿No será que nos entretienen con eso para que nadie advierta que el sentido correcto es otro?
Veamos. Ya que las tendencias abogan por lo mismo revisemos qué es la libertad, eso tan maravilloso que ambas invocan. ¿Ser libre es comprar dólares a precio oficial - porque en las cuevas sobran -, o tener dinero para comprarlos? ¿Roca, Macri, De Narváez, son menos libres por pagar el dólar 6,30? ¿Rossi, Conti, Fernández, son más libres después de nacionalizar Aerolíneas e YPF. Si uno los oye hablar por los medios que hoy están en el ojo de la tormenta, sean quienes sean sus dueños, seguramente el primer grupo  barrenará sobre palabras, puros sonidos, flatus vocis, para demostrarnos que son menos libres con el dólar a 6,30. Pamplinas. Y el segundo grupo hará lo mismo para asegurar que las nacionalizaciones nos hace más dueños de nosotros mismos. Tampoco es creíble. El empleo del verbo creer no tiene aquí sentido teológico, simplemente surge de observar la realidad: yo sigo consumiendo transportes para ganado, no para personas, y padezco un tránsito endemoniado a causa de la inoperancia oficial y el crecimiento del parque automotor, gracias al viento a favor bien capitalizado por las terminales automotrices, promoviendo una ciudad caótica que ha perdido calidad de vida. ¿Tiene la culpa el gobierno o la oposición? Sólo puedo responder de modo tangencial: el pueblo no la tiene; los "simples" nos hemos ocupado toda la vida en trabajar y cumplir las leyes, no sabemos de palabras, sí de carencias, horarios y obligaciones, sin embargo nos encontramos con esta realidad. Es muy triste, una tristeza que embarga a la mayoría, del 54 y del 46% restante.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario