jueves, 14 de marzo de 2013

Papa

Término polisémico y conflictivo en cualquiera de sus acepciones, la conmoción causada por Bergoglio en su reciente excursión a Roma nos aleja del tubérculo, de la relación parental, y nos pone frente al trono de San Pedro. El tilde, se entenderá, es sumamente importante; acentuar la última sílaba convierte a la palabra en aguda, con un rol no menos agudo: la paternidad. Que sea grave, en cambio, es más grave, sobre todo por el encandilamiento que ha causado el "Papa argentino", una ilusión equivalente a la elección de Obama. Entonces también el mundo creyó que un presidente negro blanquearía las cosas.
Es temerario, casi suicida, salir al cruce del entusiasmo que causa "el orgullo" de tener un Papa argentino, como si la nacionalidad fuera determinante en el ejercicio de la función, y sustantivara el adjetivo. Para colmo rescata la fantasía del Dios vernáculo - no respetar el esdrújulo sería sí muy grave -, y vuelve a poner en escena al olimpo rioplatense: Gardel, que canta cada día mejor; Maradona, que ladra cada día peor y es emblema irrefutable de argentinidad - sus dos goles al inglés nos definen inapelablemente: uno, el mejor de todos; el de la mano el más tramposo -; Borges, que se haría un festín con la realidad actual; Discépolo, que lloraría de pena al ver cumplida su profecía.
Más allá de la alegría popular por la elección, que nunca es malo un hijo de esta tierra plantando sus huellas en el trono del mundo - nótese que ayer no hubo crímenes, gracias a la premonitoria gaviota "argenta" sobre la chimenea, un telegrama de Dios -, convendría poner en caja algunas lecturas políticas a partir de la imagen de humildad que el jesuita Francisco ha dejado en su primera aparición pública, al reclamar que recen por él. Yo creo que habría que atender el ruego, no vaya a ser que el malhadado revisionismo que ha hecho raíz en estos lares, comience a sacar trapitos al sol, suelte su lengua viperina y desperdigue atrocidades de "nuestro" Papa. Dos frases rescato de Bergoglio: "Este pueblo no ha llorado", con relación al tratamiento político que se dio a la tragedia de Cromañón, dando cuenta de una inteligente lectura de la realidad; y su invocación a disminuír la brecha entre ricos y pobres, loable propósito, aunque hasta el día de la fecha no explicara por qué invocó la disminución y no la eliminación. ¡Buena suerte, querido Bergoglio!

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