martes, 26 de marzo de 2013

La "erección" del Papa

Tratándose de un argentino todo es posible. Al menos eso sugiere el llamado de atención cursado por un respetable sitio dedicado a las letras - no de canciones -, acerca de un comentario vertido en Chile sobre la "erección" del Papa. Pretendidos puristas de la lengua, aquéllos salieron al cruce recomendando a éstos cuidado en el uso del lenguaje, convencidos que no se trataba de una infidencia sobre el estado del órgano papal sino de un error gramatical. Aún sin conocer el contenido del artículo referido a la "erección" del Papa, lo más probable es que no se haya referido al miembro erecto de Francisco, sino al Papa "erigido" como tal luego de la elección del Colegio Cardenalicio. Tal vez hubiera sido más acertado emplear "unción" en lugar de "erección" para evitar suspicacias, pero eso tampoco habría alterado la turgencia del sacro colgajo.
Parece un trivialidad, sin embargo la errata y la errrata de la errata no hacen más que enfrentarnos a las eternas trampas del idioma, eficazmente empleadas por el sofismo periodístico, aunque cada vez menos se esmeren visto el buen resultado de la mentira escandalosa, menos complicada y mucho más directa.
Una segunda lectura a la supuesta errata confirmaría el giro humanístico que adquirió la investidura papal tras la unción del argentino, señal de que por estos lares no hay dioses sino personas, y que son ellas en todo caso las que hacen bien o mal al mundo. Y el giro humanístico nada tiene que ver aquí con la impronta que Francisco impondrá a su papado, sino al hecho de que allí hay un hombre portador de defectos y virtudes que no es la cara visible de Dios sino de la Iglesia, alicaída hoy a causa de otros eclesiásticos dedicados a soltar su instinto en contra de sus propios votos, mostrando todo lo falsario que son, como si la voluntad pudiera clausurar las pulsiones del cuerpo - o del alma como aprobarían los espiritualistas -.
Un sano ejercicio para comprender la magnitud del desafío que espera al Papa, es echar un vistazo a La vida sexual del clero de Pepe Rodríguez, cuyo resumen estadístico (Cap.1, pp. 17-34), revela porcentajes que resultan ofensivos a la lectura, no por su contenido, por cierto esclarecedor, sino por su implicancia: entre los sacerdotes, un 95% se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un 26% soba a menores, un 20% realiza prácticas de carácter homosexual, un 12% es exclusivamente homosexual, y un 7% comete abusos sexuales graves con menores. No nos constan los números, feo el vouyerismo, pero por si acaso: ¡éxitos querido Bergoglio!

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