lunes, 11 de marzo de 2013

Querer o no querer ver

La lucha que se libra alrededor de la información refleja la antinomia del lenguaje. Vehículo de acceso a la verdad, el idioma también es sede de la mentira. Adviértase que sin vehículo expresivo toda mendacidad se vuelve insustancial; al carecer de cauce pierde entidad, no existe, como los desaparecidos del genocida Videla; con una salvedad: no existen en la realidad fáctica, sí en la ontológica, porque el desaparecido es una ausencia a los ojos del que busca su cuerpo, no para quien lo conserva en la memoria. De modo que hay quienes logran ver donde aparentemente no hay nada, y también existen los que no ven donde todo es manifiesto y sólo basta la intención para advertirlo. Lo mismo sucede con la información, siempre habrá quien la construya mediante artificios, prestidigitaciones y ocultismos. Algunos medios, recurrentemente aspiran a mantener un mundo de sombras alrededor de las verdades. Vaya esta reflexión no sólo para los malintencionados constructores de noticias, sino también para quienes la consumen, únicos capaces de desarticular la trampa aviesa que el lector ingenuo acaba naturalizando.
El juego del mundo ha demostrado sobradamente la imposibilidad de evitar la mentira; sin embargo, desde la invención de la imprenta el hombre viene dando muestras de querer ensanchar el espectro de difusión, consideremos de modo optimista que para ampliar la verdad más que para crear un mercado concentrador de riqueza. Así las cosas, el antídoto ante la mala intención de construir una realidad distinta es afinar el ojo, aligerar el pensamiento, y sentarse a ver/leer el mundo de modo crítico. El ejercicio podría darnos una primera sorpresa, al cotejar el énfasis de muchos medios en mostrar un mundo peligroso, angustiante, infeliz, donde los hombres sobreviven penosamente, en contraste con la cándida visión que esos mismos órganos mediáticos mostraban cuando sí transitábamos - luego lo supimos -, una realidad peligrosa, angustiante, trágica, donde los hombres realmente debían sobrevivir refugiados en un silencio penoso.
¿Qué sucedía en los setenta que los medios no mostraban cada mañana los delitos de la víspera tal como sucede hoy, en que los periodistas policiales se han convertido en estrellas y ocupan la mayoría del tiempo en los noticieros, previa advertencia de que el programa no es apto para niños y adolescentes?

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