lunes, 4 de marzo de 2013

Barrabravas judiciales

Tras un siglo de ser idolatrada, la democracia comienza a desperezarse mostrando las miserias ocultas en sus pliegues; inquieto, el piojerío allí escondido se alborota, parecen gallinas invadidas cacareando por el desalojo como si fueran legítimas inquilinas del espacio. Hubo otra muestra tiempo atrás, cuando un dudoso presidente de la Suprema Corte de Justicia, acostumbrado a escupir sus habanos mordisqueados sobre las canchas de tenis de un club cedido gratuitamente - prebendas de su condición -, debió dimitir en medio de una escandalosa desvergüenza. El avance sobre la corporación judicial genera la misma resistencia que entre los británicos el comité de descolonización, hace oídos sordos a un reclamo que a esta altura es imposible soslayar, o disfrazar de otra cosa que no sea un vasallaje liso y puro. Al estilo de las comadres descubiertas  en pleno cotorreo, se alteran los niños bien de la judicialidad; caricaturas de Salomón, protestan airadamente como indigentes expulsados del umbral de un edificio inteligente, tibio cobijo para tolerar las crudas noches de invierno. Claro que un pueblo ya de pie frente a las imposiciones del poder económico, ha dejado de ser un carenciado intelectual; y tampoco el Palacio de Justicia es un edificio inteligente, basta mirarlo por dentro.
La exención a obligaciones comunes - por ejemplo del impuesto a las ganancias, o manejar puertas adentro la elección de sus autoridades -, admite y promueve conductas elitistas, mecanismo que se da de narices con los nuevos tiempos. Mal que le pese a muchos, incluso con deficiencias de instrumentación, las políticas  igualitarias van limando diferencias. Cotéjese por ejemplo los cabezazos del potro judicial cuando se le tira la rienda, con el reclamo de los trabajadores por el mínimo no imponible a la cuarta categoría. ¿Parecen desiguales, no?, tanto beneficios como reclamos, sin embargo conviven ambos alegremente, signo del desnivel que propicia la democracia, un escenario que, aun de modo insuficiente, el gobierno viene poniendo en discusión. Crúcense también los titulares periodísticos actuales con los de la dictadura de los setenta, cuando la prensa local acusaba a Amnesty Internacional de falsear la realidad al denunciar irregularidades que la justicia callaba. Ladran Sancho, señal que cabalgamos.  

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