jueves, 2 de noviembre de 2023

Paso a paso

             Uno de los ejes alrededor del cual perdura la “grieta” - grieta que, por otra parte, no se extinguirá jamás en razón de que es un aspecto más de la dualidad humana - es el construido alrededor de la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo, como si las aguas políticas pudieran dividirse en torno a un apellido, cuando en realidad la ruptura opera a partir de ideologías, a su vez apoyadas en sistemas de valores opuestos.

            Sucedió en nuestro país desde el comienzo mismo de su existencia. Ejemplo claro son los distintos pares antinómicos que pueblan nuestros dos siglos de historia, caso de Saavedra-Moreno, unitarios-federales, civilización-barbarie, conservadores-radicales, peronismo-gorilismo, derecha-izquierda, etc.

Básicamente, la grieta opera sobre dos visiones distintas de la otredad. Si los otros son todos los demás, estamos frente a una mirada universalista e inclusiva; si los otros son los que piensan, sienten y viven como yo, el esquema se reduce a un parcialismo exclusivo o excluyente. En el primer caso el “yo” es borrado, se diluye en el “nosotros”; en la segunda alternativa perdura la fractura y se reconvierte en la antinomia nosotros-ellos, inaugurando facciones que en ese ideario deriva en una enemistad que no procura fusión o intercambio en busca de síntesis como en la dialéctica hegeliana, sino la eliminación del otro convertido de “opositor” en “enemigo”.

El universalismo es amoroso, se nutre del otro y con el otro; el sectarismo abreva en el denuesto, el odio y la eliminación del enemigo, aunque a veces la bala no salga. Prueba histórica de ese mecanismo es que todos los gobiernos de facto luego de tomar el poder han perpetrado fusilamientos, cuando no “desaparecidos” que no han tenido siquiera la piedad de descansar bajo una lápida para que sus deudos puedan ofrecer, al menos, testimonio de su memoria. La devastación y el odio ha arreado no sólo con bebés apropiados, sino también con cadáveres.

Especialmente el peronismo sufrió hacia mediados del siglo pasado una dura proscripción que incluyó la prohibición en público de la palabra Perón, bajo pena de arresto. Hoy el proscripto es el kirchnerismo - que deberíamos definir en realidad como pos-peronismo - en la persona de su ideóloga, a quién sus enemigos, explícitamente quieren “ver muerta” para que “haya paz” en el país.

El universalismo y el sectarismo encarnan, además, otra antinomia, en este caso biológica: la de la presa y el predador, no sólo por los roles de ambos en el escenario político, sino porque tampoco en la naturaleza ningún predador ha logrado el exterminio definitivo de la presa como especie, ya que tal fenómeno también causaría su propio exterminio. La paradoja resultante es que el antikirchnerismo no puede prescindir de “la yegua” sin que peligre su propia continuidad, ya que al no tener cómo destilar afuera su veneno, corre el riesgo de dirigirlo hacia sí mismo.

Una de las argumentaciones opositoras para denostar a Massa es su supuesta adscripción al “demonio kirchnerista”, cuando en realidad fue uno de sus primeros críticos. Pero más allá de la proximidad electoral, al menos hoy, entre kirchnerismo y massismo, lo que deberá controlarse en caso de ganar las elecciones próximas es el fiel cumplimiento de sus propuestas. El compromiso hoy es salvar a la democracia optando por la cordura - cambiar no es destruir -, mañana será mantener a Massa en el andarivel de sus propuestas, algo que, en línea con su propia historia, tampoco se avizora como sencillo.    

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